El Líbero, 29 de octubre 2022
La realidad golpeó fuerte al idealista presidente.
“Espero que lo hagamos mejor”, dijo el recién electo presidente Boric ese 19 de diciembre de 2021 cuando recibió el llamado del entonces presidente Piñera. Bueno, muchos, más bien una gran mayoría, aún espera eso. Las expectativas instaladas fueron altísimas, el presidente más joven de la historia llegaba con promesas de cambios estructurales que llevaron a varios chilenos a pensar que su vida sería otra. El problema es que esos mismos chilenos se dieron cuenta que había un aspecto que era crucial para las mejoras y que justamente era el que empeoraba: la seguridad.
Por la boca muere el pez, dice el dicho popular. En este caso, la realidad golpeó fuerte al idealista presidente. A poco andar, los aires refundacionales pasaron a un respaldo cerrado a Carabineros, a hablar de delincuentes en la conmemoración del 18 de octubre y a definir a la seguridad como primera prioridad. Y cómo no, si las cifras son claras: el temor se mantiene en indicadores históricos; los homicidios, a mediados de año habían aumentado casi un 30%; la migración irregular un 135% y prácticamente sólo hablamos de crimen organizado y ajuste de cuentas. ¿Cómo podremos alcanzar el desarrollo y bienestar en un escenario como ese?
Esta semana la encuesta de la Fundación Paz Ciudadana confirmó lo que tanto se temía, los delitos de mayor connotación social aumentan la percepción de inseguridad de los chilenos en un momento donde las conversaciones y acuerdos se agradecen, pero lo que se necesita son acciones concretas y, más importante aún, el resultado de esas acciones.
El gobierno debe tener cuidado, no vaya a ser que termine igual que el pez. La seguridad es requisito básico para el progreso, otra cosa que parece no va a llegar tan pronto. De hecho, la CEPAL advirtió que, en un escenario internacional adverso, Chile será el país que tendrá el peor desempeño económico en 2023. Entonces, ¿qué hacemos con todas las promesas?
Después de morder el anzuelo, la situación del pez cambia radicalmente. Para el presidente, en menos de un año el contexto nacional dio un giro inesperado. Las ovaciones en Valparaíso y Santiago de ese 11 de marzo pasado fueron mutando a abucheos. Menos del 30% aprueba la gestión del mandatario y la salud, pensiones y educación que tanto se pedían fueron reemplazadas por delincuencia, orden público y lucha contra el narcotráfico.
El pez muerde un anzuelo puesto por terceros, pero en el caso del gobierno, el anzuelo lo pusieron ellos. No sería tan complejo tener que lidiar con un cambio en el libreto. Los contextos se transforman y la flexibilidad y adaptabilidad son parte de ello. Otra cosa es que la misma coalición que pudo haber instalado el anzuelo tenga visiones tan distintas. El cambio de relato para librarnos lo pueden soportar. Las expectativas eventualmente pueden manejarse, pero ¿qué hacemos cuando el fuego amigo fracciona desde dentro al mismo tiempo que la credibilidad se pierde?
Es hora de empezar a cambiar el libreto, pero con claridad y convicción. Asumir los errores, zafar del anzuelo y ordenar la casa. El tiempo de los diagnósticos ya pasó, hay que demostrar con acciones que pueden hacerlo mejor; de otra forma, terminarán igual que el pez.
Pilar Lizana
Investigadora AthenaLab
Fuente: El Líbero
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