El Mostrador, 24 de noviembre de 2022
Lo que necesitamos es que las Fuerzas Armadas y las policías sean bien mandadas por nuestra conducción política civil. Necesitamos una buena definición del problema y su naturaleza, para así poder determinar cuál es la contribución más eficaz de las FF.AA. y las policías para crear y mantener las condiciones de paz, y de vigencia del Estado de derecho que el país reclama como primera prioridad de las inquietudes ciudadanas. Lo que no necesitamos es que le pidan al gato sacar con sus manos las castañas del fuego, o pretender que la solución pasa por el nuevo formato de Estado de Excepción de 60 días que exime al Ejecutivo de ir a pedir permiso al Congreso, como es el caso actual, y que en la práctica transforma a las instituciones en guardias de punto fijo, pero que, excepto por la sensación de seguridad, no resuelve nada y menos el problema de fondo.
La encuesta Cadem –publicada el 20 de noviembre– está empezando a mostrar una tendencia muy interesante. Un 80% de los encuestados está de acuerdo con los Estados de Excepción aplicados a La Araucanía. Asimismo, un 82% está de acuerdo con la afirmación de que existe terrorismo en esa zona. Un 58% cree que este problema debe ser resuelto por las Fuerzas Armadas (FF.AA.) y un 40% atribuye el problema de seguridad a la presencia de grupos armados. Es cierto que las encuestan son solamente una métrica, entre varias opciones, para medir apoyo, rechazo u opinión, sin embargo, existe una clara tendencia en la opinión pública al aumento en la percepción de que las cosas en la Macrozona Sur están dejando de ser tolerables y las voces demandan que se tomen acciones drásticas para cambiar el escenario.
Carl von Clausewitz, el gran estratega prusiano del siglo XIX, acuñó el concepto de que, en el marco de un conflicto cuya naturaleza lo transforme en un problema donde existe una solución militar, debe haber un balance entre tres elementos que conforman una trinidad, a saber: el conductor político, el pueblo y el ejército. El arte de la conducción política de un conflicto descansa, en primer lugar, en la identificación de su naturaleza, obligación ineludible que recae en el conductor político del Estado. Identificada la naturaleza del conflicto y entendido que todo o parte del problema puede ser resuelto por el empleo del instrumento militar del poder nacional, entonces existe la necesidad de balancear la trilogía y legitimar el empleo del instrumento militar buscando el apoyo y adhesión del pueblo para el esfuerzo a desarrollar.
Veamos cómo queda la trinidad de Clausewitz aplicada a la Macrozona Sur. El primer ejercicio, el más importante, recae en el Presidente de la República, quien tiene la obligación ineludible de entender la naturaleza del conflicto o dialéctica de voluntades a la que está enfrentando. En su reciente visita a La Araucanía, el Mandatario al menos reconoció que se habían cometido “actos de connotación terrorista”. La verdad es que ese tipo de declaración resulta insuficiente como análisis de la naturaleza del conflicto. La definición del problema, punto de partida de cualquier intento de solución, está mal o insuficientemente planteada. La falta de inteligencia operativa que ayude al proceso de toma de decisiones políticas es una realidad que tiene a nuestra conducción política dando palos de ciego. Sin una clara definición del problema y de su naturaleza, el Presidente Boric anunció la creación de una nueva comisión, cuyo foco debe estar en la búsqueda de expropiación de tierras y su asignación a los mapuches.
Este centro de gravedad del esfuerzo del Estado de Chile difiere absolutamente de la opinión reflejada en la señalada encuesta Cadem. Un 82% de la muestra entiende que en La Araucanía hay terrorismo, no solo actos de connotación terrorista. Un 40% de la muestra atribuye el problema a la existencia o presencia de grupos armados. Un 20% atribuye el problema a la falta de apoyo político a Carabineros y un 10% a la mala gestión de tribunales. Solo un 13% de los encuestados estima que el foco del problema está en la entrega de tierras a los pueblos originarios. Vemos con claridad que no existe una sintonía entre la conducción política y el sentir del pueblo, reflejado en la encuesta. Cuando se produce un desbalance en la trinidad, resulta muy difícil encontrar soluciones.
Cuando la opinión pública manifiesta que el problema de la Macrozona Sur es de carácter terrorista, que el 80% apoya los Estados de Excepción y que un 58% de los encuestados opina que las FF.AA. son parte de la solución, el mensaje hay que leerlo bien. La tendencia señala que la primera prioridad debe estar en eliminar la fuente del terrorismo, desbaratando los grupos armados, restituyendo el Estado de derecho para toda la población y, una vez lograda la primera prioridad, entonces sentarse a buscar las mejores soluciones para todos los temas que afectan a la Macrozona Sur. Es necesario y prioritario crear las condiciones de paz y de vigencia del Estado de derecho para que el Estado pueda actuar.
Estamos frente a una situación de gestión política, donde se requiere una clara identificación del problema para poder establecer prioridades y un orden en el quehacer del Estado para poder aplicar todo el poder político a la solución del conflicto. Esa primera prioridad requiere de claridad, voluntad y firmeza. Requiere involucrar a muchos actores y hacerlos converger hacia una solución. Todos los involucrados en la existencia del Estado de derecho, tribunales y Ministerio Público, tienen que estar disponibles para cumplir con su parte en la búsqueda de soluciones. Siendo así, lo que nos falta es voluntad, valentía y liderazgo ejecutivo, no llenarnos de comisiones asesoras, herramienta probada en el pasado que no produce resultados.
El tercer elemento de la trinidad es el ejército, es decir, las Fuerzas Armadas. La forma en que ha estado actuando y cumpliendo con lo dispuesto por la autoridad política es bien valorada por la ciudadanía y la sociedad premia a las FF.AA. con su aprobación y confianza. Para ellas esta es un área de misión no prioritaria que las obliga a distraer tiempo, recursos y esfuerzo de sus roles principales. Debemos tener en consideración que, desde octubre de 2019, es decir, casi tres años, las Fuerzas Armadas han estado involucradas en distintos grados y en distintas partes del país con tareas de apoyo a las policías. La excepción se ha ido lentamente transformando en normalidad y ese esfuerzo no debiera seguir en el tiempo. Estas son tareas no buscadas por las FF.AA,, pero que las cumplen con obediencia y eficacia.
Lo que necesitamos es que las Fuerzas Armadas y las policías sean bien mandadas por nuestra conducción política civil. Necesitamos una buena definición del problema y su naturaleza, para así poder determinar cuál es la contribución más eficaz de las FF.AA. y las policías para crear y mantener las condiciones de paz, y de vigencia del Estado de derecho que el país reclama como primera prioridad de las inquietudes ciudadanas. Lo que no necesitamos es que le pidan al gato sacar con sus manos las castañas del fuego, o pretender que la solución pasa por el nuevo formato de Estado de Excepción de 60 días que exime al Ejecutivo de ir a pedir permiso al Congreso, como es el caso actual, y que en la práctica transforma a las instituciones en guardias de punto fijo, pero que, excepto por la sensación de seguridad, no resuelve nada y menos el problema de fondo.
La trinidad de Clausewitz está invertida. No es el liderazgo político el que está buscando la adhesión del pueblo a sus Fuerzas Armadas, sino que es el pueblo el que le está señalando al liderazgo político que la naturaleza del problema es distinta de la que declara y que para la solución se necesita voluntad, valentía y liderazgo para utilizar todas las capacidades del Estado, incluyendo eventualmente su instrumento militar en un modo distinto a la modalidad vigente.
Para cerrar, no es recomendable esperar una nueva Cadem para tomar decisiones, ya que al parecer la tendencia está claramente al alza y, de no mediar algún milagro, estimo que vamos a estar prontamente sobre el 90% en la percepción de terrorismo, en un 70% en que la solución es militar, y algo cerca del 60% respecto a que la base del problema son los grupos armados que operan en la zona.
Richard Kouyoumdjian
Vicepresidente AthenaLab
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