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“Tierras raras” a la vista

3 de Enero de 2023
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“Tierras raras” a la vista

El Mercurio, 31 de diciembre 2022

Dentro de la competencia tecnológica actual, es clave tener acceso a las llamadas “tierras raras”, que son 17 minerales de la tabla periódica cuyas propiedades magnéticas resisten altas temperaturas y que son fundamentales para fabricar desde motores eléctricos para autos y turbinas eólicas hasta sistemas de guías de misiles y submarinos nucleares.

Casi el 65% de los depósitos de las escasas “tierras raras” se encuentra en China, que además es responsable del 85% de la producción mundial, lo cual le otorga a este país un gran control sobre estos insumos, casi similar al que tiene Estados Unidos y sus socios en la fabricación de semiconductores. Con las cadenas globales de suministro bajo un fuerte estrés por las tensiones geopolíticas y los coletazos del covid-19, ambas potencias tratan de asegurar su acceso a estas materias primas. Se estima, por ejemplo, que un caza de quinta generación F-35 requiere unos 415 kilos de estos minerales. 

Mientras el preclaro Deng Xiaoping dijo hace tres décadas que así como “Medio Oriente tenía petróleo, China tenía ‘tierras raras’”, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen reconoció hace poco que “el litio y las ‘tierras raras’ serán más importantes que el petróleo y el gas. Solo nuestra demanda de tierras raras se quintuplicará para 2030”.

Esta semana, por ejemplo, se anunció que Japón, que sufrió un embargo de “tierra raras” de China en 2010 producto de una disputa marítima, iniciará en 2024 la extracción de estos metales en torno a una isla situada a 1.900 kilómetros de Tokio y a una profundidad de 6.000 metros. Es otra muestra de la avidez que despiertan estos metales.

Para liderar la Cuarta Revolución Tecnológica, y con eso implementar una rápida una transición energética, contar con estos minerales es imprescindible. Por eso, los países que los posean se verán altamente beneficiados. Asimismo, si logran avanzar en su capacidad de refinación, ya que también la mayor parte está en China. Con Francia a la cabeza, hay varios proyectos europeos avanzando en este sentido.

Chile, país bendecido por enormes yacimientos de cobre y litio, también posee “tierras raras”. De hecho, existe un depósito que se encuentra en el sector de Penco, a 15 kilómetros de Concepción. La empresa Aclara, del grupo Hochschild, está desarrollando un proyecto que aspira a producir un carbonato de tierras raras, esenciales para el desarrollo de la electromovilidad y energías limpias. Podría ponerse en marcha una vez que culmine su proceso de evaluación ambiental y su posterior construcción, para luego de procesar arcillas iónicas en una cadena de extracción que busca resguardar aspectos medioambientales. Se trata de una inversión de US$130 millones.

Solo cuatro países en el mundo cuentan con estas arcillas: China, Brasil, Uganda y Chile. Hoy China es el único productor y los otros tres países aún están en proyectos. Otros, como Australia, poseen estos elementos, pero están contenidos en rocas, lo cual requiere un proceso de extracción más costoso y potencialmente contaminante. También existe la posibilidad de encontrar algunos estos minerales en relaves.

Por todo lo anterior, las “tierras raras” debieran ser consideradas un activo estratégico, lo que obliga a desarrollar una mirada desde la seguridad internacional. En efecto, muchos países desarrollados ya incluyen menciones a ellas en sus estrategias. Eso no significa que el Estado de Chile tenga que determinar su extracción, sino que crear las condiciones para que los privados puedan lograr su explotación de manera que sean un aporte del desarrollo y, a la vez, informar mejor a los países y socios afines, como Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, de nuestra disponibilidad y ver así las posibilidades de cooperación que nos beneficien mutuamente. 

Así que todo indica que tocará aprender nombres como praseodimio, neodimio, samario, terbio y disprosio, que dejarán de ser tan “raros”. Tal como el litio. Se trata tanto de un mercado potencial de US$15.000 millones anuales en 2030, como de un factor que determinará el paisaje geopolítico próximo.

Juan Pablo Toro
Director ejecutivo de AthenaLab

Fuente: El Mercurio

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