Tal como lo hiciera el francotirador Simo Häyhä durante la Segunda Guerra Mundial, Finlandia ha dado un tiro directo a los cálculos de seguridad de Rusia al unirse a partir de hoy a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la mayor alianza militar del mundo.
La decisión, nada fácil, es una consecuencia del shock causado por la agresión ilegal y no provocada del régimen de Vladimir Putin contra Ucrania y la convicción de que se necesitaba mejorar la seguridad del país ante un vecino más peligroso.
Sin duda, la incorporación es un hito para Finlandia, probablemente el mayor desde su adhesión a la Unión Europea en 1995, y también para la seguridad regional en su conjunto. A continuación, algunas consecuencias de lo ocurrido.
Fin de la “Finlandización”: Durante la Segunda Guerra Mundial, los finlandeses resistieron duramente los avances soviéticos, como prueban las mismas acciones de Häyhä, a quien se le atribuye la muerte de 500 soldados rusos. Pero la paz definitiva solo llegó en 1948, cuando, por medio de un tratado, Helsinki aceptó no integrarse a las estructuras militares occidentales y Moscú se comprometió a respetar las fronteras de su vecino. Esta política de neutralidad dio origen al concepto de “finlandización” para describir la conducta de países que no buscaban tomar partido durante la Guerra Fría. Con el ingreso de Finlandia a la OTAN el término pasó a la historia.
Fronteras extendidas. Si invadiendo Ucrania Rusia pretendía, entre otras cosas, impedir que este país limítrofe se incorporara algún día a la OTAN, ahora su frontera con la Alianza Atlántica ha crecido en 1.340 kilómetros gracias a la adhesión de Finlandia, doblando la actual. Lo cual solo refuerza la idea de Moscú de que Occidente ha ido estrechando el cerco estratégico desde el fin de la Guerra Fría, a través de sucesivas expansiones de la OTAN que incluyeron a países bálticos y de Europa del Este y que antes pertenecían a la órbita soviética. Rusia ha anunciado que fortalecerá el flanco noroeste, aunque el grueso de las tropas que ahí se encontraban fueron enviadas a Ucrania por la guerra.
Lago de la OTAN. El mar Báltico ha quedado prácticamente convertido en un “lago” de la Alianza Atlántica, con Finlandia y Estonia controlando los accesos para entrar o salir de San Petersburgo. Las Fuerzas Armadas de Finlandia, si bien no muy numerosas, tienen un buen poder de fuego con 100 tanques Leopard 2, más de 60 cazas F-18 y cuatro misileras[1], todo lo cual es operado por personal muy entrenado en climas fríos y que, de hecho, ya interactuaba con sus pares de la OTAN. A diferencia de muchos socios europeos, los fineses no redujeron nunca el gasto militar de manera significa tras la desaparición de la URSS.
Revés para Putin. Nadie sabe para quien trabaja. Será difícil para Putin explicar cómo ha logrado revitalizar a la OTAN, a la cual el presidente francés Emmanuel Macron diagnosticaba “muerte cerebral” en 2019. Ahora con Rusia convertida en una amenaza presente y real, la Alianza Atlántica se expande y refuerza al contar con un propósito claro: contener a Rusia. Otros teatros, como el Ártico, se beneficiarán mucho de la incorporación de los países nórdicos.
Que pase el siguiente: Suecia. Junto con Finlandia, la idea era que Suecia ingresara a la OTAN, pero su membrecía está entrampada por la negativa de Turquía, que reclama primero la entrega de militantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán, que gozan de refugio, pero que Ankara considera terroristas. La presión de los líderes de la Alianza Atlántica para que Estocolmo se sume al club continuará sobre los turcos, ya que en el caso de Suecia este país también cuenta con una industria militar muy potente, que produce cazas, submarinos, patrulleras, blindados y misiles antitanques, entre otros equipos.
Equipo AthenaLab
4 de abril de 2023
[1] IISS (2022). The Military Balance.
Temas relevantes
Indo-PacíficoNo te pierdas ninguna actualización
Suscríbete a nuestro newsletter de forma gratuita para mantenerte informado de nuestros lanzamientos y actividades.
Suscribirse