Columnas
¿Qué tipo de relación deberían tener Chile y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte?
El Mostrador, 6 de octubre 2023
Hay que tener claro que, sin un componente estratégico profundo, específicamente en lo naval y lo marítimo, la relación con el Reino Unido va a perder fuerza y quedará solo como una relación comercial dada por los potenciales productivos de ambos países, adornada por el interés de la elite de educarse allá y viajar a Londres, que –a pesar del Brexit– es y sigue siendo una de las capitales más importantes y entretenidas del mundo. Por nuestra parte, si ello llega a pasar, tendremos que resolver el complejo problema de cómo les vamos a dar seguridad y protección a los permanentes intereses marítimos de Chile sin contar con nuestro probado y tradicional proveedor en estas materias.
La próxima visita del Presidente Gabriel Boric a China ha vuelto a poner en el tablero nuestras relaciones con nuestros principales socios comerciales y estratégicos, la República Popular China y los Estados Unidos de Norteamérica. Pero el amplio espectro de las relaciones internacionales para un país como Chile, con diversidad de intereses nacionales y con tratados de libre comercio con múltiples naciones y conglomerados del mundo, no se agotan con los dos grandes. Poco se habla de las otras tres potencias de tamaño medio que integran el Consejo de Seguridad de la ONU en forma permanente.
Son potencias nucleares medianas de suma importancia para Chile, especialmente dos de ellas que son vecinas, como es el caso de Francia en Polinesia y del Reino Unido en las Falklands y en la Antártica. Con estos dos países, además de su cercanía geográfica, tenemos intercambios comerciales importantes, pero no críticos o en el orden de magnitud de aquellos que tenemos con China o Estados Unidos, sin embargo, con ambos tenemos también intercambio e intereses de mucho valor estratégico.
Las tres potencias medianas que integran el Consejo de Seguridad en carácter de permanentes, Reino Unido, Francia y Rusia, mantienen sus aspiraciones globales históricas, a pesar de que en la práctica solo son potencias de carácter regional, capaces de influir significativamente en la región que están ubicadas, pero careciendo de los medios económicos y del alcance operacional militar para tener una influencia global relevante y permanente.
En esta oportunidad nos focalizaremos en analizar el caso del Reino Unido y el tipo de relación que deberíamos buscar con los británicos. Se trata de una relación que cumplió 200 años y que ha ido variando en intensidad y amplitud en el tiempo, conforme ha ido variando la posición que la Gran Bretaña ocupa en el mundo.
Producto de la reciente visita del secretario de Relaciones Exteriores del Reino Unido a Chile, en mayo del 2023, ambos países sacaron una declaración conjunta, la que me parece refleja adecuadamente el estado de las relaciones. Una relación comercial que gira en torno a los US$600 millones anuales de intercambio, tanto para importaciones como exportaciones, en donde cada uno exporta productos en los que es bueno y competitivo. Es una relación balanceada, abierta y transparente, pero limitada a las realidades productivas y económicas de cada uno, y todo indica que a pesar de los esfuerzos que realiza la Cámara Chileno Británica y los acuerdos comerciales bilaterales, se va a mantener en el rango antes mencionado, ya que hay realidades de cada uno que limitan, o colocan techo, al tamaño que la relación puede alcanzar.
Lo que bien identifica la declaración conjunta es destacar el interés de chilenos por realizar estudios de postgrado en las prestigiosas universidades del Reino Unido, algo que incluso varios integrantes de la elite del Frente Amplio realizaron en sus años más mozos. También reconoce que hay profundos lazos navales e intereses estratégicos en el ámbito de la Defensa Nacional, algo que ambas marinas buscan mantener a pesar de las restricciones presupuestarias y los problemas que impone la Argentina para ambos.
Hasta aquí uno podría resumir la relación como apropiada y proporcional a lo que son ambos países, con relaciones comerciales que reflejan las potencialidades económicas de cada uno, y con fortalezas o atracciones que dan un sustento más allá de lo comercial, como son las relaciones navales y el interés de la elite por educarse en universidades británicas.
Hacia adelante lo comercial se cuida solo, conforme las exportaciones e importaciones tengan valor y lógica comercial, y lo mismo aplica al interés por estudiar allá, lo que se mantendrá conforme las universidades del Reino Unido sigan con buenos rankings globales de excelencia. Lo que no opera con la misma lógica son las relaciones navales, relaciones de carácter estratégico de larga data en que las marinas respectivas invierten tiempo y talento, formando vínculos institucionales y personales de carácter directo. Han podido subsistir a través del tiempo, a pesar de que nuestra Cancillería apoya la reclamación argentina sobre las Falklands y se enreda en cualquier cosa que involucre a nuestros vecinos. Es necesario recordar que Gran Bretaña fue también un aliado estratégico de Argentina y proveedor de plataformas navales, hasta el conflicto del Atlántico Sur en 1982.
Históricamente Chile ha tenido como abastecedor principal de plataformas navales al Reino Unido, incluyendo soporte en temas de formación, doctrina, entrenamiento y capacitación de tripulaciones. Veremos si la Gran Bretaña es capaz de mantener ese rol principal de aliado estratégico cuando la Armada de Chile entre de lleno en el proceso de modernización de su flota a través del plan nacional continuo de construcción naval en el país, algo que recientemente arrancó apuntando a la renovación de las unidades auxiliares, pero que prontamente deberá decidir el camino a seguir cuando se deban tomar decisiones respecto de las fragatas, misileras y submarinos.
Los británicos saben que llevan una ventaja con la fragata tipo 140 (modelo de exportación de la tipo 31 de la Royal Navy basada en exitosos diseños daneses), pero de seguro le saldrá competencia al camino, porque estamos hablando de satisfacer una necesidad estratégica que involucra muchos recursos. La opción de renovar los buques de la Escuadra con unidades de segunda mano simplemente ya no existe, porque las necesidades por buques tipo fragata en el mundo actual ha hecho extender la vida útil de los buques actualmente en servicio. Chile necesita de una escuadra de a lo menos 8 fragatas y una fuerza de 4 submarinos para mantener una adecuada disuasión, tener seguridad e influencia estratégica que contribuya a la política exterior de la República, y tener la capacidad de defender el interés nacional y la soberanía de Chile, donde sea que esté ubicado.
Es hora de ir entendiendo que la marina de guerra va a tener que renovar sus unidades más luego que tarde, y está claro que los buques diseñados en el Reino Unido se ajustan a las necesidades de los complejos mares de Chile, las aguas australes y del océano Pacifico en el que operamos, algo que sabemos desde que Lord Cochrane comandó la Escuadra Nacional, hace más de 200 años.
Tenemos que ser inteligentes para diseñar nuestra estrategia de alianzas y vinculación entre armadas profesionales. Sabemos que necesitamos empezar a renovar los principales medios de la Escuadra capaces de materializar el efecto disuasivo que requerimos, y, en ese sentido, nuestro Ministerio de Defensa se debe reunir con la Cancillería para considerar los intereses y objetivos que se desprenden de esta realidad insoslayable.
Por otro lado, la Cancillería tiene que entender que debe primar un análisis objetivo y realista de nuestras necesidades estratégicas por sobre cualquier aspiración idealista latinoamericanista que no se atenga a la realidad de los hechos y de los datos.
La necesaria renovación de la Escuadra Nacional requiere contar con el máximo de posibilidades abiertas para poder negociar aquella que más convenga a los intereses de Chile, por lo que a priori o eventualmente pensar en descartar la opción de elegir un modelo británico, basado en criterios de política vecinal, puede no necesariamente contribuir al interés estratégico nacional, el cual debe ser satisfecho por la solución más eficiente y efectiva que la marina pueda obtener para asegurar el cumplimiento de su misión.
Sí hay que tener claro, que, sin un componente estratégico profundo, específicamente en lo naval y lo marítimo, la relación con el Reino Unido va a perder fuerza y quedará solo como una relación comercial dada por los potenciales productivos de ambos países, adornada por el interés de la elite de educarse allá y viajar a Londres, que –a pesar del Brexit– es y sigue siendo una de las capitales más importantes y entretenidas del mundo. Por nuestra parte, si ello llega a pasar, tendremos que resolver el complejo problema de cómo les vamos a dar seguridad y protección a los permanentes intereses marítimos de Chile sin contar con nuestro probado y tradicional proveedor en estas materias.
Richard Kouyoumdjian
Vicepresidente AthenaLab
Fuente: El Mostrador
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de AthenaLab.
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The question is the future of a relationship that is basically kept alive and nurtured by the navies of two like-minded liberal democracies, but have no common problems to solve, or interests other than their desire for a rules-based world order and a common standing on issues such as global warming and the impacts of climate change. Chile is currently focused in the Pacific and the UK continues to be distracted by Europe in spite of finally moving ahead with Brexit and making public its desire for a more ‘Global Britain’. Understanding that, from a naval perspective, this relationship has been positive for both parties, the key question is what should we do if we want this relationship to survive the lack of common national problems and not be lost because of that?… LINK
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