El Líbero, 14 de junio 2024
El uso del instrumento militar para combatir amenazas a la seguridad pública debe basarse en un análisis profundo de la importancia de éste, de su contribución al objetivo final y siempre pensando en la importancia de la Defensa Nacional.
Esta semana se ha vuelto a comentar el uso del instrumento militar en el combate del crimen organizado. Si bien los dichos se dan en el marco de una futura carrera presidencial y del posicionamiento que cada aspirante a La Moneda tiene, resulta relevante analizar el tema en perspectiva poniendo siempre a Chile al centro.
Proponer recurrir a las Fuerzas Armadas para combatir la delincuencia sugiere que la distorsión en materia de orden público ha llegado a un nivel tal que las instituciones policiales han sido superadas y el poder político se encuentra incapacitado para realizar sus funciones con normalidad.
Tal vez haya muchos que confirmen lo anterior, pero la realidad nos muestra algo muy distinto. Actualmente las policías cumplen su misión constitucional y se observan operativos exitosos, podemos debatir sobre la necesidad de modernización frente a las nuevas amenazas, pero en estricto rigor no es posible mencionar que han sido superadas por ellas.
El poder político por su parte puede realizar sin problemas el proceso de toma de decisiones, elaboración de estrategias sectoriales y gerenciamiento de la seguridad pública. No es posible sugerir que la alteración del orden público impacta en el quehacer de éste.
Entonces, ¿por qué recurrir a esas propuestas? No cabe duda de que el Estado de Derecho ha retrocedido en ciertas zonas del país. Los campamentos de la zona norte y centro son un ejemplo. También lo es la Macrozona Sur. Es cierto que resulta bastante atractivo apuntar a las Fuerzas Armadas cuando éstas son vistas como un instrumento eficiente para resolver problemas de seguridad, pero ese no es argumento correcto.
El uso del instrumento militar para combatir amenazas a la seguridad pública debe basarse en un análisis profundo de la importancia de éste, de su contribución al objetivo final y siempre pensando en la importancia de la Defensa Nacional. Además, su despliegue en territorio nacional se da en el marco de un Estado de Excepción de tiempo limitado y, la importancia de esa excepcionalidad es su contribución a la generación de capacidades del Estado para resolver el desafío.
Poner el tema en perspectiva no es capricho pues, implica pensar estratégicamente al país. Analizar su entorno, conocer la naturaleza de los desafíos, identificar y hacerse cargo de las brechas y debilidades. En otras palabras, ubicar a Chile al centro, fortaleciendo el Estado de Derecho y recuperando el control del territorio. Esto, no se logra sólo con una propuesta de despliegue de militares.
La Defensa Nacional cumple un rol fundamental que contribuye a generar un entorno libre de amenazas y riesgo. Los policías permiten controlar el orden público e investigar el crimen, pero, enfrentar la delincuencia organizada necesita mucho más que eso. Necesita que se aborde el aspecto social, político, y económico del problema. Necesita de un Estado fuerte y libre de corrupción y de un poder político convencido. En otras palabras, necesita de pensamiento estratégico.
El desafío ya no es generar el diagnóstico ni tampoco idear acciones para combatirlo. El desafío, es pensar estratégicamente a Chile.
Pilar Lizana
Investigadora senior AthenaLab
Fuente: El Líbero
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