El Líbero. 10 de julio 2024
Los chilenos no se rindieron y al igual que los héroes de la Esmeralda, a sabiendas de que el combate sería desigual, enfrentaron al enemigo con decisión, valentía y siguiendo las nobles tradiciones militares del Ejército de Chile.
Corresponde que una columna que sale un 10 de julio sea en homenaje a los 77 jóvenes soldados de la 4ta compañía del Batallón 6to de línea “Chacabuco” que dieron su vida por Chile en el pueblo peruano de la Concepción, Provincia de Concepción del Departamento de Junín, ubicado en la sierra peruana.
El 9 y 10 de julio de 1882, como parte de lo que se conoce como la campaña de la Sierra de la Guerra del Pacífico, se produjo un combate entre la 4ta compañía del Chacabuco y fuerzas regulares e irregulares peruanas que los superaban ampliamente, y que estaban al mando del coronel peruano Juan Gastó.
La campaña de la Sierra es la continuación de la guerra del Pacífico tierra adentro, en los Andes peruanos, una campaña en donde el Ejército chileno de ocupación del Perú, que seguía las instrucciones de Lynch, debía enfrentar tanto al Ejército del Perú comandado por el General Andrés Avelino Cáceres, quien posteriormente fuera Presidente del Perú en dos ocasiones, más fuerzas irregulares o guerrillas conformadas principalmente por campesinos de la zona.
La campaña de la Sierra fue una campaña violenta y dura por ambos lados, en donde además había que enfrentar un clima adverso que permitía que diversas enfermedades como el tifus y otras, causaran estragos en nuestro glorioso Ejército, siempre vencedor y jamás vencido, pero que a pesar de las condiciones en que operaba y la oposición que enfrentaba, nuevamente se impuso sobre el adversario, derrotándolos un 10 de julio de 1883 en Huamachuco, lo que facilitó que el Perú aceptara las condiciones y exigencias de la paz, firmando el tratado de Ancón en octubre de 1883.
Es en ese contexto, en la mitad de la campaña de la Sierra, que entre las 2 de la tarde del 9 de julio y las 10 de la mañana del 10 de julio de 1882 se desarrolla el combate de la Concepción. La 4ta compañía al mando del Capitán Ignacio Carrera Pinto (nieto de José Miguel Carrera), y que tenía como oficiales a los jóvenes subtenientes Julio Montt Salamanca (20 años), Arturo Pérez Canto (17 años) y Luis Cruz Martínez (15 años), más 73 valientes soldados, algunos de ellos enfermos de tifus, enfrentan a 300 soldados más 1.500 guerrilleros. No quedó ningún chileno vivo y se sabe que murieron muchos peruanos. El ataque peruano no escatimó en esfuerzos o medios, y la violencia fue tal que incluso mataron a las dos cantineras que los acompañaban y al crío que una de ellas recién había dado a luz.
A los chilenos se les pidió que se rindieran con la promesa de respetar sus vidas, pero la respuesta del Capitán Ignacio Carrera Pinto al coronel Gastó vale la pena ser destacada. El nieto del primer comandante en jefe del Ejército de Chile responde de la siguiente forma a la solicitud del peruano:
“En la capital de Chile y en uno de sus principales paseos públicos existe inmortalizada en bronce la estatua del prócer de nuestra independencia, el general José Miguel Carrera, cuya misma sangre corre por mis venas, por cuya razón comprenderá usted que ni como chileno ni como descendiente de aquél deben intimidarme ni el número de sus tropas ni las amenazas de rigor.
Dios guarde a usted, Ignacio Carrera Pinto”
Los chilenos no se rindieron y al igual que los héroes de la Esmeralda, a sabiendas de que el combate sería desigual, enfrentaron al enemigo con decisión, valentía y siguiendo las nobles tradiciones militares del Ejército de Chile. Uno tras uno, en combate, fueron cayendo los oficiales y las tropas a su mando. Nadie desentonó y todos fueron héroes militares inmortales.
Los corazones de los cuatro oficiales son custodiados en la Catedral de Santiago en una cripta dedicada a ellos, y es producto de esta gesta heroica de la 4ta compañía que se establece como fecha del juramento a la bandera el 9 de julio (o 10 de julio en su defecto), ocasión en que juran los alféreces recientemente graduados de la Escuela Militar, los cabos egresados de la Escuela de Suboficiales, y los soldados conscriptos de la clase más reciente. Quienes juran a la bandera en el Ejército dicen:
“Yo, [grado y nombre del jurante] juro,
por Dios y por esta bandera,
servir fielmente a mi patria,
ya sea en mar, en tierra o en cualquier lugar,
hasta rendir la vida si fuese necesario,
cumplir con mis deberes y obligaciones militares
conforme a las leyes y reglamentos vigentes,
obedecer con prontitud y puntualidad
las órdenes de mis superiores,
y poner todo empeño en ser un soldado valiente, honrado y amante de mi patria”.
En los tiempos actuales es difícil pensar en que algo como lo recién descrito podría ocurrir y ser real, pero año tras año, se realiza el juramento a la bandera, y en ese juramento los nuevos soldados de Chile juran seguir el ejemplo de los 77 de la 4ta compañía del Chacabuco, manteniendo vivo el recuerdo del sacrificio de los jóvenes héroes que dieron la vida por la patria, y dejando claro que el soldado chileno pelea hasta morir, algo que lo hace temible y hace temible al Ejército de Chile por su voluntad de lucha, algo que está en la esencia del soldado chileno.
En memoria del Capitán Ignacio Carrera Pinto, y los héroes de la Concepción.
Richard Kouyoumdjian
Vicepresidente AthenaLab
Fuente: El Líbero
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