El Líbero, 26 de julio 2024
La democracia se basa en la libertad de elegir, en el respeto al Estado de Derecho en la fortaleza institucional, aspectos que a diario se ven vulnerados y, que si retroceden, se necesitarán varios años para ponerse al día.
La libertad, ese valor característico del mundo Occidental se ve amenazado por el avance del crimen. Las balaceras y asesinatos han tenido un impacto directo en la vida cotidiana: el temor de los chilenos los lleva a encerrarse en sus casas y a cambiar rutinas; las escuelas deben suspender las clases cuando se conoce de algún funeral de alto riesgo y el Estado, con su retroceso en el territorio, ha dejado de asegurar a sus ciudadanos esa libertad.
No es baladí destacar el debilitamiento de ese valor fundamental, pues, la libertad se encuentra en el centro de la democracia. Esa forma de gobierno que tanto defiende el oficialismo requiere de un Estado consolidado para alcanzar su plenitud.
Chile, junto a Uruguay y Costa Rica son las democracias más estables de la región. Pese a que el índice de democracia que mide The Economist nos ha situado más veces en democracia defectuosa que plena, nos mantenemos en el tercer lugar. Si bien nuestros indicadores han empeorado, seguimos teniendo mejores niveles de desarrollo y estabilidad que otros en la región, tanto así que, aún muchos quieren venir a Chile. Y, entre esos muchos, no todos pasan la prueba de la blancura.
Los buenos indicadores son excelentes noticias, pero, también pueden transformarse en oportunidad para esos invitados no deseados. ¿Por qué quiere venir a Chile el criminal latinoamericano? Bueno, porque en el país encuentra un entorno ideal para el negocio. No hay que olvidar que el objetivo de toda la violencia criminal es económico, y que, mientras los grupos de delincuencia organizada avanzan, el debate político se centra en dónde ubicar la nueva cárcel anunciada por el Presidente la semana pasada.
Un diputado oficialista propuso instalarla en la periferia, la alcaldesa de Santiago no quiere que se ubique en su comuna, pero al final, los dimes y diretes siguen apuntando a cualquier otro lado menos al fondo del problema. Pareciera que la violencia no ha sido suficiente como para cambiar el tono de la conversación, algunos siguen marcados por los famosos “privilegios” y proponen ideas sólo para entrampar a quienes tienen al frente en conversaciones que no agregan valor.
Cuando empecemos a hablar de modelos de gestión basados en un trabajo interinstitucional que se haga cargo de todas las dimensiones del problema, donde se diseñen indicadores medibles que permitan ajustar y mejorar el trabajo del Estado, cuando el conductor político de la seguridad realmente muestre la voluntad para hacerse cargo del problema y cuando dejemos de centrar el debate en molestar al del frente, ahí, recién, vamos a avanzar en recuperar esa libertad que día a día perdemos frente al crimen.
El vivir en democracia con un gobierno que no reacciona frente al delito y, donde algunos sectores tienen un complejo con el uso de la fuerza parte del Estado, no es más que vivir en un sistema de gobierno que sólo mantiene el nombre pues, la democracia se basa en la libertad de elegir, en el respeto al Estado de Derecho y en la fortaleza institucional, aspectos que a diario se ven vulnerados y, que si retroceden se necesitarán varios años para ponerse al día.
Pilar Lizana
Investigadora senior AthenaLab
Fuente: El Líbero
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