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COLUMNA | Cárceles: el nuevo edificio corporativo

Se necesita espacio, se necesita de un buen tratamiento del reo y, se necesita coraje. De lo contrario, las cárceles chilenas serán los nuevos edificios corporativos del delito transnacional

13 de Diciembre de 2024 El Líbero Pilar Lizana
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COLUMNA | Cárceles: el nuevo edificio corporativo

El encarcelamiento masivo no es, necesariamente, la solución al problema del crimen organizado. Esta, tal vez, es la lección más importante que surge después de revisar el caso brasileño. Este tipo de criminalidad, en Sudamérica, nace dentro de los sistemas penitenciarios y desde ahí controlan rutas, territorios y economías ilícitas. En ese contexto, una mala política carcelaria podría ser la herramienta que grupos extranjeros necesiten para extender sus operaciones en Chile.

El Primer Comando de la Capital (PCC) surge a fines del siglo XX en la cárcel en Sao Paulo. Allí, distintos grupos criminales encontraron un centro de reunión que permitió crear a la organización transnacional que controla el Cono Sur.

El mayor riesgo que tiene Chile hoy es, justamente, el nulo control que tiene sobre las cárceles. Motines, más de 10 sindicatos de Gendarmería presionando con huelgas y un decapitado grafican la crisis que viven nuestros recintos penitenciarios, los que registran un uso de más del 130% en régimen de 24 horas, que llega a más del 400% en algunos centros en particular.

El encarcelamiento masivo en Brasil ha transformado a las cárceles en los edificios corporativos de los carteles. Sin políticas de reinserción y rehabilitación, cada nuevo preso se transforma en mano de obra para el grupo criminal. Divididos por organizaciones, la cárcel se ha transformado en ese lugar donde el crimen nace, crece y se desarrolla.

En un mundo globalizado, el control de rutas internacionales de productos ilícitos es fundamental para que empresas ilegales como el PCC sigan ganando dinero. La posición geográfica de Chile lo mantuvo alejado, sin embargo, su conexión con el Pacífico se transforma en un gran atractivo para quienes quieren llegar a Asia.

La manera en que un cartel como el PCC controla territorio y se instala en los países es a través de las cárceles. Ya hay registros de personas ligadas a la organización criminal en Portugal, Francia y España. Este muy bien podría ser el caso de Chile.

¿Cómo extienden sus redes? Primero, generando verdaderos joint ventures con grupos criminales locales hasta hacer que sean detenidos para, desde dentro del recinto penitenciario, controlar el territorio fuera. Entonces, si el riesgo de Chile es que el PCC extienda sus tentáculos hacia estas latitudes, el caldo de cultivo para ello es la cárcel. Una, que el Estado no controla y donde la corrupción es parte del problema.

Por eso, Chile necesita encarcelar, pero encarcelar bien. Es decir, identificando a quienes no tienen opción de rehabilitación y a quienes sí la tienen; interviniendo a los más jóvenes para que no se transformen en soldados; incomunicando a aquellos líderes peligrosos y trabajando en la reinserción con un solo objetivo: dejar de nutrir de mano de obra a los carteles criminales nacionales y transnacionales.

En ese sentido, se necesita espacio, se necesita de un buen tratamiento del reo y, se necesita coraje. De lo contrario, las cárceles chilenas serán los nuevos edificios corporativos del delito transnacional.

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