Una nave taiwanesa monitorea un barco chino, parte de un ejercicio naval de Beijing, cerca de la costa noreste de Taiwán, a mediados de mes. Guardia Costera de Taiwán vía France Presse .
Cuando la guerra a gran escala ruso-ucraniana se apresta a cumplir su tercer año y Medio Oriente experimenta una verdadera remodelación geopolítica —cuyo último episodio es la caída de la dictadura siria— un lugar que merece mucha más atención de la que se le está prestando es el este de Asia.
Especialmente preocupante es el caso de Taiwán, alrededor del cual se ha registrado un notable aumento de ejercicios militares de China desde la llegada al poder del Presidente William Lai hace seis meses. Las maniobras no solo se han vuelto más frecuentes, sino cada vez se acercan más a la isla, se extienden a su costa este e involucran la presencia de drones, helicópteros y patrulleros.
Coincidiendo con la reciente visita de Lai a los territorios estadounidenses de Guam y Hawái, las fuerzas militares chinas realizaron hace 10 días uno de los mayores ejercicios navales en décadas, donde participaron docenas de naves de la Armada y la Guardia Costera. Un mensaje hacia la “provincia rebelde” de que la paciencia de los jerarcas del Partido Comunista no es infinita y de que el escenario de una “anexión pacífica” se está alejando.
Los taiwaneses han respondido a este desafío con calma, pero también de manera firme, desplegando sus buques de guardacostas, poniendo en alerta a sus defensas antiaéreas y exigiendo públicamente a su rival a cesar las provocaciones. Una actitud muy distinta a la que se percibía en la isla años atrás.
Aunque desde Beijing sostengan que este es un “asunto interno”, es difícil justificar esa versión si sabemos que Taiwán produce casi el 70% de los semiconductores de los productos tecnológicos omnipresentes en la vida cotidiana y que por su ubicación en medio de tres estrechos (Formosa, Miyako, Luzón) conecta rutas clave para el comercio global. Entonces, cualquier disrupción afectaría la seguridad económica del mundo y directamente la posición de los vecinos Japón y Filipinas.
Por lo tanto, la mantención del statu quo debería ser un objetivo compartido. Algo que las democracias marítimas lideradas por el G7 suscriben, pero no se puede asegurar lo mismo del bloque autocracias terrestres bautizadas como CRINK, por su acrónimo en inglés, en el concurren China, Rusia, Irán y Corea del Norte.
Es preciso notar también que la intensificación de las presiones de Beijing hacia Taipéi ocurre a la par del agravamiento de sus problemas internos, como la ralentización del crecimiento (todavía significativo), el envejecimiento de la población y la corrupción de alto nivel —incluidos mandos militares—. Tal como probó Irán al instar a sus acólitos a atacar Israel y antes Rusia al invadir Ucrania, este tipo de regímenes parecen tomar más riesgos cuando están bajo estrés y no fortaleciéndose; lo que se conoce como una fuga hacia adelante, las que suelen salir mal.
Para los países que comercian mayoritariamente con el este de Asia —como Chile— los intereses que están en juego en esta región son muy concretos. A diferencia de lo que ocurre en el este de Europa y Medio Oriente, donde los efectos de los conflictos se manifestaron en el alza circunstancial de materias primas —como cereales y petróleo— y en la ruptura de normas internacionales ampliamente aceptadas, cualquier agresión contra Taiwán propinaría un golpe inmediato para sus economías, que verían comprometido el acceso a los mercados de exportación donde están sus principales compradores, lo cual tendría inmediatas repercusiones políticas y diplomáticas. Además, se plantearía el dilema de la toma de posición ante la intervención de Estados Unidos. Las democracias marítimas, al menos, no deberían tener dudas al respecto.
Algunos dirán que ya hay demasiados conflictos como para que alguien se aventure en otro más, pero más que una agresión directa, para el caso los estrategas prevén una cuarentena implementada por la guardia costera china que impida la llegada de material bélico, primero, y progresivamente evolucione hacia productos clave para la economía taiwanesa. Como sea, para 2025 se espera en la isla el controversial estreno de la serie de televisión “Zero Day” sobre un bloqueo seguido de una invasión, que se da en momentos de un masivo refuerzo defensivo local. Una ficción que trata de parecerse a la realidad, ojalá no demasiado.
Juan Pablo Toro es director ejecutivo de AthenaLab
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