Comentarios y Análisis
ANÁLISIS | Un problema en potencia para Chile: el observatorio chino que inquieta a EE.UU. por su posible uso dual

Cuando el año pasado llegaba a su fin, un artículo de Newsweek sobre la búsqueda de China por alcanzar la supremacía en el espacio dio cuenta de la alarma que existe entre las autoridades estadounidenses por un observatorio que construye la potencia asiática en el norte de Chile y que sería una pieza más para lograr ese objetivo[1].
Si bien recibió poca atención en su momento, un convenio de colaboración suscrito entre la Universidad Católica del Norte y el Observatorio Nacional Astronómico de China de la Academia de Ciencias de China firmado en enero de 2023[2] abrió la puerta para la edificación de instalaciones y telescopios en cerro Ventarrones, los que permitirán, entre muchas cosas, estudiar “los objetos cercanos a la Tierra”, que son aquellos que circulan en órbitas de baja altitud (LEO), es decir, entre los 150 y 2.000 kilómetros.
A pesar de que el llamado Proyecto de Observación Astronómica en el Dominio del Tiempo de Fuente Transitoria (TOM, por sus siglas en inglés) se podría enmarcar dentro de las numerosas actividades astronómicas que se realizan desde Chile, aprovechando sus cielos secos y limpios de nubes y su posición geográfica privilegiada, el problema surge por la estrategia de integración cívico-militar que promueve el Consejo de Estado de la República Popular de China y del cual no escapa, sino todo lo contrario, el programa espacial de ese país.

Fuente: Universidad Católica del Norte
Es decir, el futuro complejo que se construye con fondos chinos estimados en US$ 80 millones podría tener perfectamente un uso dual cuando se concrete en 2026. Según Newsweek, es común que Beijing levante instalaciones científicas de empleo aparentemente benigno, pero que a la vez sirven para múltiples propósitos estratégicos. En el caso de los observatorios, pueden tanto rastrear las estrellas como monitorear satélites, recopilar inteligencia y apoyar operaciones espaciales militares. En una era de intensa competencia estratégica con Estados Unidos, esto tiene todo el potencial de convertirse en un foco permanente de conflicto diplomático con Washington.
No se trata de una hipótesis, sino de una realidad ya experimentada por Chile. Como antecedente, se recuerda lo ocurrido durante el primer gobierno del presidente Donald Trump (2017-2021), cuando el entonces secretario de Estado, Mike Pompeo, presionó para que el cable de fibra óptica que conectará al país con Asia no fuese tendido por una empresa china y menos considerara como punto de conexión a esa nación[3]. Hoy Google es la empresa seleccionada para levantar esa infraestructura crítica, que tendrá su primera terminal en Australia.
Aunque pasen desapercibidas, todo el tiempo se están realizando maniobras en tierra entre las grandes potencias para alcanzar la supremacía en el espacio, ya se trate de edificar instalaciones, conseguir acceso a las existentes, o bien bloquear futuros proyectos. Justamente, luego de que la Agencia Sueca de Investigación de Defensa advirtiera que los servicios satelitales prestados a China podrían servir para la recopilación de inteligencia militar, la Corporación Espacial Sueca puso fin en 2020[4] a sus contratos con ese país para ocupar sus antenas y equipos en el norte sueco, Australia y Chile, incluida la Estación Satelital de Santiago. Este año debería finalizar la prestación de servicios a los clientes chinos en las dependencias de Peldehue.

Dominio competitivo
Desde su inicio, con la puesta en órbita del satélite Sputnik por la Unión Soviética en 1957, la carrera espacial ha sido parte integral de la competencia estratégica entre potencias. Estar presente en ese dominio es indispensable para fines científicos, militares, comerciales y de prestigio nacional inclusive.
Si bien hubo momentos en la Guerra Fría (1946-1991) en los que primó una aproximación más integral, como cuando el astronauta estadounidense Neil Armstrong calificó su caminata lunar como un “pequeño paso para el hombre y un gran salto para la humanidad”, lo cierto es que en ese período los satélites y las estaciones terrestres de monitoreo fueron herramientas clave para detectar el posible empleo de misiles balísticos nucleares por parte de los rivales, así como para vigilar los desplazamientos de flotas, bombarderos y tropas.
De esa época también data el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre de Naciones Unidas (1967), que establece el empleo del espacio para fines pacíficos, prohíbe la apropiación soberana de objetos celestes, veta la instalación de armas de destrucción masiva —incluidas las nucleares— y responsabiliza a los Estados por los objetos que envíen[5]. Su inspiración en el Tratado Antártico resulta evidente.
En los años que siguieron a la Guerra Fría, la cooperación entre Estados Unidos y Rusia (heredera del programa soviético) quedó de manifiesto en el ensamblaje de la Estación Internacional Especial con módulos de ambos países y con el hecho de que los astronautas occidentales empezaron a viajar en cohetes rusos. En las primeras dos décadas del siglo XXI, también China, Japón, Corea del Sur, India, Israel, Irán, Emiratos Árabes Unidos y otros aceleraron sus programas espaciales para posicionarse de forma ventajosa alrededor de la Tierra y explorar nuevos límites.
Mientras el espacio se volvía más multipolar y el sector privado irrumpía como una fuerza innovadora gracias a empresas como Space X, Blue Origin y Virgin Galatic, acciones específicas de potencias revisionistas terminaron por revivir la competencia estratégica en el espacio, haciendo imposible compartir recursos y cooperar en proyectos. La invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, el 24 de febrero de 2022, por ejemplo, fue precedida por el hackeo de infraestructura satelital terrestre, lo que provocó un corte del servicio de internet sobre el país agredido[6]. Producto de lo anterior, estadounidenses y europeos comenzaron a rescindir todos los convenios y contratos de uso de servicios con sus pares rusos, generando un gran problema económico y técnico para estos últimos[7].
Dado que es uno de los cinco dominios de la guerra, las grandes potencias tienden a maximizar su poder espacial, lo que en el campo naciente de la “astropolítica” se entiende por el conjunto de diferentes actividades y tecnologías que pueden ser desplegadas por un Estado en el espacio para propósitos de guerra, desarrollo y prestigio[8]. Forman parte de ese poder espacial las constelaciones de satélites, las infraestructuras terrestres que actúan como soporte (antenas y plataformas de lanzamiento) y también las aplicaciones prácticas que permiten estas tecnologías.
La tendencia actual muestra un aumento de los presupuestos nacionales dedicados a los programas espaciales, los que en 2024 sumaron US$ 135.000 millones, 10% más que en 2023 y dentro de una tendencia creciente, según la firma especializada Novaspace[9]. Del total, US$ 73.000 correspondieron al plano militar (54%) y US$ 62.000 al plano civil, en otra tendencia clara desde 2022, donde prima el gasto con fines de defensa.

Fuente: Universidad Católica del Norte
En el caso de la República Popular de China, uno de los “tres grandes” en cuanto a poderío espacial, se estima que habría invertido US$ 19.886 millones el año pasado, muy por debajo de Estados Unidos, con US$ 79.679 millones. Ahora bien, en cumplimiento del propósito manifiesto del presidente Xi Jinping de convertir a su país “en una potencia espacial”[10], Beijing viene multiplicando el número de satélites que pone en órbita, habilitando estaciones espaciales y lanzando misiones de exploración no tripuladas a la Luna y Marte. Asimismo, ha probado su capacidad para destruir satélites desde tierra con misiles balísticos, generando una enorme cantidad de basura espacial[11]. Si bien, la estrategia militar del país asiático promueve el empleo “pacífico” de este dominio, también promete defender sus activos ante amenazas y desafíos a la seguridad[12].
Una de las áreas específicas donde este país quiere tener mayor presencia se refiere a las órbitas de baja altitud (LEO, por sus siglas en inglés), que son empleadas mayormente para comunicaciones, tareas de inteligencia, vigilancia y reconocimiento (ISR) y viajes espaciales tripulados. Se estima que su control militar otorga significativas ventajas sobre la superficie terrestre[13], de ahí su importancia.
“China se centra en desarrollar su capacidad de presencia espacial en LEO. Ello incluye la construcción en el 2030 de una constelación nacional de satélites llamados Guowang, formada por unas 12.992 unidades, la cual sirva de apoyo a internet y considerada como una ‘nueva infraestructura’; el lanzamiento y funcionamiento de 250 militares que aumenten las capacidades de vigilancia y reconocimiento de China; y el sistema independiente BeiDou de 35 satélites de apoyo a la navegación, el seguimiento de misiles, los lanzamientos y las comunicaciones, así como la navegación”, sostiene Namrata Goswani, académica de Seguridad Espacial de la Universidad John Hopkins[14].
Para monitorear y obtener información de estos satélites, se necesitan estaciones terrestres que tienen que ser ubicadas en coordenadas específicas. En cuanto a las órbitas de baja altura, estas confluyen sobre los polos, lo cual se refleja en la densidad del tráfico que ahí se registra, situación que permite realizar una analogía con los puntos de asfixia (chokepoints) del tráfico marítimo, que representan los estrechos naturales, como Ormuz, o canales artificiales, como Suez. Dadas las trayectorias predecibles de los aparatos desplegados en el espacio, se producen conos de vulnerabilidad donde es más factible destruir estos ingenios con empleo de medidas cinéticas (hard kill) o inutilizarlos/interferirlos a través de medidas electrónicas (soft kill). Por ejemplo, Beijing no tiene capacidad para monitorear los satélites de sus rivales cuando orbitan sobre América y tiene que esperar a que pasen sobre la Antártica para realizarlo.
Entonces adquiere sentido la explicación de Bowen (2020), en cuanto a que “los países en latitudes extremas pueden tener un mayor potencial para mantener en riesgo los puntos de estrangulamiento polares en las LEO a medida que las líneas de comunicación celestes convergen en sus respectivos polos”[15]. Es la condición austral y antártica de Chile lo que vuelve atractivo para observar objetos cercanos a la Tierra.
Si bien nuestro país no tiene intenciones ofensivas en el espacio ni menos capacidades militares para lo mismo, ya que además es signatario del tratado de 1967, eso no parece ser impedimento para que terceros manifiesten su interés en desarrollar proyectos astronómicos cuyo empleo, en principio, se promueva para fines pacíficos, pero que termine siendo usado para propósitos militares; en particular, en la recopilación de inteligencia para identificar posibles blancos y activos de rivales. Esto se vuelve especialmente preocupante cuando quien se instala en Chile no cree en la separación de los ámbitos civil y militar, sino que promueve su fusión como parte de una estrategia integral para dominar las tecnologías de punta. Al respecto, la aclaración proviene del mismo líder chino, Xi Jinping:
“Áreas como la oceanología, el espacio exterior, internet, la biología y las nuevas energías comparten la característica de servir tanto a lo militar como lo civil, por lo que es preciso aplicar los conceptos y requisitos de la integración civil-militar en todo el transcurso del diseño y el planteamiento, la organización y la implementación de los logros, y resolver cuánto antes los problemas prominentes, con el fin de crear con celeridad la configuración para desarrollar a fondo la integración militar-civil en los sectores emergentes con posibilidades de unificación multidimensional, promoción coordinada y desarrollo a pasos agigantados”[16].
Consideraciones estratégicas
En cuanto a una aceleración del uso militar del espacio, o una carrera armamentista desatada en ese dominio, dependerá de las potencias que tengan capacidades para emplearlo ponerse de acuerdo sobre lo que seráconsiderado competencia estratégica o confrontación. Pero no cabe duda de que un mundo donde el orden internacional basado en reglas ya está siendo desafiado con acciones en tierra, mar y aire, se registren medidas similares alrededor del planeta. El Tratado de Espacio Ultraterrestre, por ejemplo, es producto de una época donde apenas dos actores estatales tenían acceso a realizar actividades ahí. Además, en ese acuerdo no se precisa lo que significa “uso pacífico” y tampoco contempla la posibilidad de que sean individuos quienes a través de empresas privadas asuman el liderazgo en este ámbito; como SpaceX, de Elon Musk, con los cohetes reutilizables. Lo que sí sabemos, como sostiene Dodds (2021), es que se producirán luchas competitivas para asegurar el acceso a las órbitas terrestres, obtener recursos minerales y mantener la ventaja geopolítica a la hora de comandar y controlar las comunicaciones, y realizar una vigilancia global[17].
Las características propias de Chile, como los prístinos cielos del Norte Grande y su posición geográfica que facilita la observación del espacio profundo y las LEO, explica que hoy el país albergue telescopios de 30 países de América del Norte, Sudamérica, Europa y Asia. Se trata de instalaciones únicas y de las más avanzadas en su tipo, que buscan entender mejor el universo y su relación con la Tierra. Según proyecciones de la Sociedad Chilena de Astronomía, el país concentrará cerca del 55% de la capacidad astronómica mundial a 2030[18].
No obstante, esta condición especial, en un contexto de competencia estratégica o de retorno de la geopolítica, debe ser administrada de tal manera que no empodere involuntariamente a potencias revisionistas que en el corto, mediano o largo plazo puedan actuar en contra de los intereses de Chile o de sus socios en materia de seguridad.
Según Grey Dynamics, compañía privada de inteligencia ubicada en Londres, “el observatorio será el quinto nodo en el extranjero de la red global de vigilancia del cielo de China, diseñada para ‘escanear por completo’ todo el cielo de los hemisferios sur y norte cada media hora, en consonancia con las ‘necesidades estratégicas nacionales’ de China”[19].
Con el proyecto de cerro Ventarrones, una vez más, queda en evidencia que la ausencia de una arquitectura de seguridad del Estado en Chile permite que actores particulares, como una universidad, pueda incubar de forma involuntaria un problema diplomático, porque no se tuvo en consideración las consecuencias asociadas de firmar un acuerdo con una agencia astronómica de un país abocado a la fusión civil-militar.
La revisión de este tipo de proyectos debiera estar sujeta a consideraciones estratégicas de un Consejo de Seguridad Nacional, hoy inexistente, o al menos a un análisis del Ministerio de Defensa antes de su aprobación. Hoy altas autoridades chilenas están al tanto del observatorio, ya en marcha, y sus potenciales efectos. Si se va un paso más allá, la distribución eléctrica, el futuro observatorio y un posible tercer cable de fibra óptica que uniría al país con la potencia asiática pueden terminar siendo parte de la infraestructura crítica que quedaría en manos chinas, lo cual amerita tener una mirada en su conjunto.
Con todo, resulta fundamental que, si se materializa el complejo de la Universidad Católica del Norte y el Observatorio Nacional Astronómico de China —la ruta de acceso ya empezó a construirse—, se deba contar con una total transparencia y libertad garantizada de acceso para los investigadores chilenos (según Newsweek, tendrían dos noches de observación al mes), ya que de otro modo se estaría ante una vulneración de la soberanía y se tendrá que lidiar, además, de forma permanente con las presiones de Washington. Son los usuarios chilenos quienes deben dictar los términos de empleo y evitar que se configure un “nuevo Neuquén”, por la Estación de Espacio Lejano que hoy opera en Argentina como territorio soberano chino[20] y que representa un dolor de cabeza para el gobierno del presidente Javier Milei.
Equipo AthenaLab
6 de marzo de 2025
[1] Newsweek (18/3/2024). “China’s Quest for Supremacy Moves into Space”, por Didi Kirsten Tatlow. Disponible en: https://www.newsweek.com/2025/01/17/china-space-infrastructure-us-latin-america-chile-argentina-1999644.html
[2] Noticias UCN al día (9/1/2023). NAOC de China y la UCN dieron el vamos a proyecto astronómico conjunto en cerro Ventarrones.Disponible en: https://www.noticias.ucn.cl/noticias/estudiantes/naoc-de-china-y-la-ucn-dieron-el-vamos-a-proyecto-astronomico-conjunto-en-cerro-ventarrones/
[3] Diario Financiero (18/1/2024). “China, Japón, Trump y la intervención de Francia: Los que quedaron en el camino del cable submarino adjudicado a Google”. Disponible en: https://dfmas.df.cl/df-mas/coffee-break/china-japon-trump-y-la-intervencion-de-francia-los-que-quedaron-en-el
[4] Reuters (21/9/202). “Exclusive: Swedish space company halts new business helping China operate satellites”. Disponible en: https://www.reuters.com/article/world/exclusive-swedish-space-company-halts-new-business-helping-china-operate-satell-idUSKCN26C1ZS/
[5] “Treaty on Principles Governing the Activities of States in the Exploration and Use of Outer Space, including the Moon and Other Celestial Bodies”. En: https://www.unoosa.org/oosa/en/ourwork/spacelaw/treaties/outerspacetreaty.html
[6] Wired (23/3/2022). “A Mysterious Satellite Hack Has Victims Far Beyond Ukraine”, Matt Burges,
[7] Luzin, P. “La posición de rusia, cooperación y declive en el espacio exterior”, en Vanguardia Dossier N.° 88, julio/septiembre de 2023, pp. 45 y 46.
[8] Bowen, B. (2020). War in Space. Strategy, spacepower, geopolitics. Edinburgh: Edinburgh University Press, p. 22.
[9] Novaspace Report (2024). “Government Space Programs: A comprehensive overview of government space strategies, activities, and budgets until 2033”. 24th Edition. Factsheet. 2024. Disponible en: https://digital-platform.euroconsult-ec.com/wp-content/uploads/2025/01/Extract_Gov-Space-Progs-2024.pdf?t=678689c4c10ca
[10] The State Council of the People’s Republic of China (enero de 2022). “China’s Space Program: A 2021 Perspective”. Disponible en: https://www.cnsa.gov.cn/english/n6465684/n6760328/n6760333/c6813193/content.html
[11] U.S. Defense Intelligence Agency (2022). “Challenges to security in Space. Space Reliance in an Era of Competition and Expansion”, p. 8. Disponible en: https://www.dia.mil/Portals/110/Documents/News/Military_Power_Publications/Challenges_Security_Space_2022.pdf
[12] Ministerio Nacional de Defensa de China (2015). China’s Military Strategy. Disponible en: http://eng.mod.gov.cn/xb/Publications/WhitePapers/4887928.html
[13] Marshall, T (2021). The power of geography. Ten maps that reveal the future of our world. London: Eliot & Thompson, 342.
[14] Goswami, N. “China: de la cara oculta de la Luna a la conquista de Marte”, en Vanguardia Dossier N.° 88 julio/septiembre 2023, p. 55.
[15] Bowen, op. cit. p. 90.
[16] Xi Jinping (2018). La gobernación y administración de China Vol. II. Beijing: Ediciones en Lengua Extranjera, pp. 519 y 520.
[17] Dodds, K. (2021). Border wars. The conflict that will define our future. London: Penguin Random House, p. 203.
[18] Marca Chile (30/1/2024). “Chile y sus cielos, a la vanguardia en el estudio del universo”. Disponible en: https://www.marcachile.cl/chile-y-sus-cielos-a-la-vanguardia-en-el-estudio-del-universo/#:~:text=Actualmente%2C%20Chile%20es%20base%20de,capacidad%20astron%C3%B3mica%20mundial%20a%202030.
[19] Grey Dynamics (1/1/2025).” China’s Chilean Observatory: Science or Subterfuge?” Justin Markland. En: https://greydynamics.com/chinas-chilean-observatory-science-or-subterfuge/
[20] https://www.infobae.com/politica/2019/01/07/argentina-revelo-algunos-de-los-misterios-que-esconde-la-estacion-espacial-de-china-en-neuquen/
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