Por John Griffiths
22 de diciembre 2020
Agradezco al Sr. Eduardo Santos su referencia en la columna de opinión. En ella manifiesta con claridad que sus fundamentos para plantear una estructura de fuerzas y un número específico de personal para las Fuerzas Armadas del siglo XXI, no son argumentos válidos fundados en razones, sino solo una forma de justificar recortes presupuestarios. Era evidente que su motivación y única fundamentación era el presupuesto, ante una propuesta cuyo contenido no pasa ninguna prueba, ni resiste ningún análisis. Ya no importan las doctrinas, ni las tecnologías, ni las metodologías, ni los desafíos a futuro. Así como tampoco interesan el entorno estratégico, los desafíos del Estado ni la seguridad de los chilenos, solo los pesos.
Como lo mencioné en mi primera intervención ante la columna del Sr. Santos titulada “Cañones o mantequilla”, la aproximación estilo “patrón de fundo” que él propone es válida, es uno de los nueve métodos internacionalmente aceptados para el desarrollo de fuerzas. Para establecerlo solo hay que asumir los costos políticos de hacerlo y ser valientes y claros para decir que esas capacidades estratégicas no obedecen a ningún diseño racional, a ningún estudio validado, simplemente es lo que hay. Digámoslo fuerte y claro, fin del tema.
Comparto con el ingeniero Santos su preocupación por el futuro de la economía, no tanto por la pandemia, que es un fenómeno de base sanitaria y no económica ni financiera, como sí los potenciales efectos que de ella se derivan. Lo realmente preocupante es que en los últimos diez años la conducción política del país ha logrado bajar el PIB tendencial a un valor cercano al 1,9%, con una tasa de crecimiento demográfico cercana al 1,5%. Como sociedad nos hemos dado el lujo de pedir al Estado una serie de prestaciones mucho más allá de lo que somos capaces de pagar y la capacidad de endeudamiento, que ya nos hipotecó el futuro, llegó a su tope. Al igual que en Codelco, el que no dispusieran de un solo peso, normalmente es el resultado de una mala gestión económica y no de un factor puntual.
En estas circunstancias, efectivamente, no hay peor ciego que aquel que no quiere ver. Tratemos de evitar a tiempo el desastre para el país de plantear expectativas desmedidas y desvinculadas de las capacidades o medios disponibles, definición clásica de una estrategia mal concebida. El juramento de servicio a la Patria que los uniformados hacemos va más allá de su sola protección. Adicionalmente, la defensa nacional no quiebra, así como tampoco su seguridad y desarrollo. Son funciones básicas del Estado, como forma de organización política. Ahora, la conducción política de la defensa nacional es responsabilidad de las autoridades democráticamente elegidas. Esa conducción política incluye la responsabilidad de financiar el grado de seguridad que necesita el país. No son los líderes militares los que tienen que abrir aún más los ojos. Una vez más, son los líderes políticos los que tienen que asumir su responsabilidad de cara al país. El peso de la prueba no recae en los líderes militares, que no se mandan solos, sino en el poder político.
Finalmente, Sr. Santos, en el escenario que usted tan gráficamente describe y teniendo en cuenta que el 80% de los accionistas quieren vivir una sociedad más justa, humana y fraterna, aspiración que evidentemente comparto, me pregunto si esa condición ¿no requiere de algún grado de seguridad, que lo permita, o es de generación espontánea?
Mantequilla o cañones y el 25-O
Por Eduardo Santos
20 de diciembre 2020
Estamos de acuerdo con el señor John Griffiths en que el presupuesto de defensa debe ser el adecuado para financiar las capacidades estratégicas necesarias para la defensa nacional, según lo determinen las autoridades políticas (el directorio).
Para ello es ineludible considerar que el pasado 25 de octubre de 2020 el 80% de los chilenos (los accionistas) decidieron que quieren vivir en una sociedad más justa, humana y fraterna y en ese escenario, los sumos sacerdotes de la economía serán implacables para hacer cumplir el dogma de fe de los equilibrios macroeconómicos.
Citando la famosa frase del expresidente ejecutivo de Codelco “No hay plata, viejo. Entiéndeme no hay un puto peso” podemos graficar las restricciones presupuestarias inferidas por la pandemia del covid-19 y las inmensas demandas sociales que surgen de los millones de personas con sueldos bajo 400 mil pesos mensuales o que se han quedado sin fondos de jubilación en sus AFP, que ya están generando una monstruosa deuda pública para financiarlas.
En estas circunstancias no hay peor ciego que aquel que no quiere ver y mis opiniones solo pretenden evitar a tiempo la quiebra anunciada de la defensa nacional, para lo cual reitero el llamado a nuestros líderes militares (los gerentes) para que abran sus ojos en favor de la patria que juraron defender.
¿Quién es Kodak?
Por John Griffiths
10 de diciembre, 2020
Una democracia sólida requiere la mejor integración de civiles y militares, unos en la decisión política, los otros en la mejor asesoría profesional. El dilema entre cañones y mantequilla está resuelto hace mucho tiempo y no es un dilema para las FF.AA., es uno político que requiere conocimiento y voluntad para expresar con claridad qué se quiere y para dónde vamos. La sintonía entre lo político y lo estratégico existe y se basa en la buena voluntad y el patriotismo de gente que busca lo mejor para el país, como lo demuestra este intercambio de opiniones. Lo que tenemos que fortalecer son las capacidades de liderazgo del directorio para que no nos pase lo que le pasó a Kodak.
Celebro esta oportunidad que nos brinda El Mostrador para debatir con buenos argumentos sobre un tema de la más alta significación para el futuro del país, como es la seguridad nacional.
Don Eduardo Santos nos sorprende en su apertura al señalar que: “Gracias a El Mostrador tenemos la oportunidad para que civiles y militares podamos debatir sobre temas profesionales, tales como la imperiosa necesidad de rediseñar nuestras Fuerzas Armadas para enfrentar la ineludible reducción del gasto de defensa, como respuesta al dramático impacto de la pandemia del COVID-19 y a redestinar nuevos recursos permanentes a las prioritarias demandas”. De buenas a primera nos plantea que, de las nueve aproximaciones internacionalmente aceptadas para planificar el desarrollo de fuerzas, es “ineludible” e “imperioso” que apliquemos aquella que se centra en el presupuesto y que se conoce como “budget driven”. Esta idea preconcebida de conducir, por presupuesto, siendo válida y legítima, le ha hecho un daño muy grande al liderazgo político de la defensa a través del tiempo, pues se caracteriza más por estilo patronal de conducción versus el estilo racional y analítico, que demandan nuestros tiempos. La libertad y soberanía de un Estado aún siguen dependiendo de una adecuada seguridad.
Cuando las autoridades políticas nacionales y las Fuerzas Armadas de Chile abandonaron el modelo de planificación para el desarrollo de fuerzas basado en las hipótesis de conflicto vecinales, hace casi dos décadas, adoptaron un modelo de desarrollo por capacidades. Adaptado a la realidad nacional, eso sí. Es decir, el liderazgo civil que requiere ese modelo de desarrollo es inexcusable e ineludible y tiene que manifestarse en documentos específicos que reflejen el mando y conducción política de las autoridades elegidas, sobre las FF.AA.
Estos documentos imprescindibles son una Estrategia de Seguridad estatal, que articule todos los instrumentos del poder nacional y los haga converger sobre objetivos políticos claros y definidos, que satisfagan el interés nacional. Políticas de RR.EE., Defensa y Presupuestaria que sean subsidiarias de la anterior, plasmadas como políticas de Estado y consensuadas con las respectivas comisiones del Senado. Esto no ha sido posible de conseguir en Chile. El intento más claro, aunque tímido, fue la Estrategia Nacional de Seguridad y Defensa (ENSYD), que desde 2014 descansa en algún cajón en el Senado de la República esperando que alguien la considere, evidentemente con la debida actualización y separación conceptual entre lo político (seguridad) y lo estratégico (defensa nacional).
Sobre la base de estos argumentos podemos plenamente concordar con el ingeniero Santos que el gran problema de nuestra defensa ha sido la falta de liderazgo político para hacer explícitas las responsabilidades de conducción y mando que la Constitución Política de la República hace caer sobre las autoridades elegidas del país.
No puedo estar más de acuerdo con el Sr. Santos en su afirmación de que en los escenarios del siglo XXI ya no existen certezas. Así se trabaja desde hace mucho tiempo y los procesos de actualización y desarrollo de las FF.AA. nos han puesto en un pie de interconectividad e interoperabilidad, que nos da flexibilidad de respuesta sobre la base de capacidades estratégicas, que a su vez son polivalentes, puesto que permiten cubrir el espectro de las áreas de misión asignadas a las FF.AA. de Chile por su mando político.
El ingeniero Santos nos propone que nos enfoquemos en una metodología de desarrollo de fuerzas por capacidades, que es lo que se viene haciendo en la defensa nacional hace bastante tiempo y que se contradice con su afirmación de apertura, donde nos plantea que debemos enfrentar un desarrollo de fuerzas por presupuesto. Distinto es señalar que el país y sus autoridades políticas deban resolver qué presupuesto será el adecuado para no afectar las señaladas capacidades estratégicas.
Nuestro Ejército está bastante más cercano doctrinariamente a Grey, Lykee y Echavarría que al Afrika Korps de Rommel. Mientras que nuestra Armada, que tradicionalmente ha sido bastante más cercana a Corbett que a Mahan, hoy está mucho más cerca de Vego y Till. La misión Körner fue una misión encargada para modernizar al Ejército. Parece bastante obsoleta la idea de “traer” una misión militar para modernizar a una fuerza conjunta del siglo XXI, como son las Fuerzas Armadas de Chile hoy. Nuestras FF.AA. han desarrollado talentos y formado en Chile y el extranjero un cuerpo de oficiales y suboficiales de excelencia, en los más altos estándares internacionales y están disponibles para hacer su trabajo profesional.
Tal vez sea más necesaria una misión especial que fortalezca nuestros conocimientos como país en liderazgo y conducción política de la defensa y fortalezca la preparación profesional y actualización de aquellos civiles que, en buena hora, deseen especializarse en estos temas.
La mención que hace el ingeniero Santos a la empresa Kodak es muy apropiada. La pregunta ahora es: ¿quién representa a Kodak en esta analogía, las FF.AA. o la conducción política de la defensa?
Coincidiendo con Eduardo Santos, creo que llegó la hora de que enfrentemos el debate muy en serio. Hace mucho tiempo que el país necesita de un núcleo duro de gente especializada y actualizada en temas de defensa, para que contribuya con sus opiniones a generar los liderazgos políticos necesarios para que esta función imprescindible para el desarrollo del país se pueda desarrollar en buena forma. La defensa nacional es una política pública de la mayor relevancia, sin embargo, las escuelas de gobierno de nuestras universidades no le han dado la importancia ni el espacio que se requiere.
Las FF.AA. son obedientes y no deliberantes, pero son profesionales, capacitadas, altamente tecnologizadas y con altísimos estándares de desarrollo humano intelectual. Esto plantea un desafío de conducción y liderazgo que sobrepasa la mera obediencia. Una democracia sólida, requiere la mejor integración de civiles y militares, unos en la decisión política, los otros en la mejor asesoría profesional.
El dilema entre cañones y mantequilla está resuelto hace mucho tiempo y no es un dilema para las FF.AA., es uno político que requiere conocimiento y voluntad para expresar con claridad qué se quiere y para dónde vamos. La sintonía entre lo político y lo estratégico existe y se basa en la buena voluntad y el patriotismo de gente que busca lo mejor para el país, como lo demuestra este intercambio de opiniones. Lo que tenemos que fortalecer son las capacidades de liderazgo del directorio para que no nos pase lo que le pasó a Kodak.
John Griffiths
Jefe de Estudios de Seguridad y Defensa AthenaLab
Mantequilla o cañones y Kodak
por Eduardo Santos
Gracias a El Mostrador tenemos la oportunidad para que civiles y militares podamos debatir sobre temas profesionales tales como la imperiosa necesidad de rediseñar nuestras Fuerzas Armadas para enfrentar la ineludible reducción del gasto de defensa, como respuesta al dramático impacto de la pandemia del COVID-19 y a redestinar nuevos recursos permanentes a las prioritarias demandas sociales. En este contexto, agradezco los comentarios del general (r) señor John Griffiths a mi artículo anterior.
En los escenarios estratégicos del siglo XXI ya no son válidas las certezas que se desprendían de nuestras tradicionales hipótesis vecinales de conflicto, sino otras formas difusas de riesgos que deben ser enfrentadas de manera diferente a la simple proyección de nuestra historia. Para ello resulta necesario aplicar una nueva metodología probabilística de Demanda-Capacidad, que tiene asociada una magnitud y una probabilidad de ocurrencia, las que en conjunto permite determinar el Potencial de Daño a que nos enfrentaremos.
De acuerdo a ello, deberemos diferenciar el Conflicto Máximo Posible, utilizado históricamente para el diseño de la Defensa, del Conflicto Máximo Probable, que debiera ser empleado en el futuro para precisar las Capacidades necesarias de la Defensa. Por consiguiente, este procedimiento es diferente al antiguo diseño por Amenaza, que identificaba eventos determinísticos para los cuales se diseñaba una respuesta específica, como por ejemplo, nuestro AfrikaKorp desplegado en la frontera norte para volver a Lima y la doctrina de la Batalla Decisiva de Mahan aplicada por nuestra Armada, que hoy resultan obsoletas.
El éxito del pasado es el origen de la derrota del futuro, como lo muestra la historia de la empresa Kodak, una vez líder de la industria fotográfica y que después de 120 años entró en proceso de quiebra por no haber sido capaz de evolucionar oportunamente al mercado de las cámaras digitales.
Por esta razón, deberemos desarrollar una Revisión Militar que fortalezca el liderazgo civil y facilite una reingeniería conjunta diseñada con la participación de una nueva Misión Körner que, tal como en 1885 nos condujo al siglo XX, esta vez nos impulse al siglo XXI, llevándonos de la disuasión a la cooperación y la legítima defensa, para resolver armónicamente el dilema entre mantequilla o cañones en favor de una nueva sintonía político-estratégica.
5 de diciembre, 2020
Sobre mantequilla o cañones: una respuesta a Eduardo Santos
por John Griffiths
El Mostrador, 5 de diciembre 2020
Quisiera partir por concordar con Eduardo Santos en un aspecto de su diagnóstico. Nos afirma que “para entender esta situación es necesario recordar que en las últimas décadas nuestras Fuerzas Armadas han seguido aplicando una obsoleta doctrina del siglo XIX, para operar en el siglo XXI, con tecnología del siglo XX, intimidando a los países vecinos mediante capacidades militares inconsistentes con las políticas exterior, de defensa y presupuestaria y, de esta forma, prescindiendo de los dividendos de la Paz”. Esta afirmación contiene una sola gran verdad y una componente que él debe demostrar, ya que no es para nada evidente. Adicionalmente, queda fuera de la ecuación la variable más relevante: la preparación y capacidad profesional de la fuerza. Más que la tecnología, es la preparación del personal lo relevante y el arma más poderosa sigue siendo su valor e intelecto.
El Mostrador se ha transformado en un medio imprescindible para debatir sobre temas de seguridad y defensa, fomentando el diálogo y el intercambio de ideas en un tema que es relevante para nuestro país. Más aún, ad portas de una asamblea constitucional, cuya principal labor será dirimir los contrapesos y balances de poder en la conducción política de la República y nadie puede negar que el poder de las armas es un poder considerable que tiene que ser discutido y establecido con meridiana claridad.
Don Eduardo Santos hace un valioso aporte a la discusión, pues nos plantea una metodología para llegar a conclusiones de diseño y estructura de fuerzas que hace parecer simple y de una lógica cartesiana efectuar cálculos numéricos de cómputo, y listo, los problemas de seguridad y defensa de Chile quedan resueltos. Lamentablemente, resolver problemas políticos o estratégicos no es tan fácil como resolver una ecuación, pues son problemas no estructurables.
John Griffiths Spielman
Jefe de Estudios de Seguridad y Defensa AthenaLab
4 de diciembre, 2020
Mantequilla o cañones
Quisiera partir por concordar con Eduardo Santos en un aspecto de su diagnóstico. Nos afirma que “para entender esta situación es necesario recordar que en las últimas décadas nuestras Fuerzas Armadas han seguido aplicando una obsoleta doctrina del siglo XIX, para operar en el siglo XXI, con tecnología del siglo XX, intimidando a los países vecinos mediante capacidades militares inconsistentes con las políticas exterior, de defensa y presupuestaria y, de esta forma, prescindiendo de los dividendos de la Paz”. Esta afirmación contiene una sola gran verdad y una componente que él debe demostrar, ya que no es para nada evidente. Adicionalmente, queda fuera de la ecuación la variable más relevante: la preparación y capacidad profesional de la fuerza. Más que la tecnología, es la preparación del personal lo relevante y el arma más poderosa sigue siendo su valor e intelecto.
La gran verdad es que llevamos varias décadas desarrollando capacidades militares inconsistentes con las políticas exterior, de defensa y presupuestaria, porque esas políticas que materializan el mando político civil sobre las FF.AA. han sido intentos sectoriales de buena voluntad, no están coordinadas y alineadas en una estructura y política de seguridad, que visualice los desafíos de Chile, al menos en un lapso de cuatro años. No ha existido voluntad política para asumir esa responsabilidad. El mando y el control político civil se ejercen y se manifiestan mediante las misiones, objetivos y recursos asignados. ¿Dónde están las políticas de Exterior y de Defensa del Estado de Chile? Ambas, políticas subsidiarias de la Política de Seguridad Nacional. ¿Dónde están las estrategias de exterior y de defensa subsidiarias de las políticas antes nombradas?
Pareciera que, en las últimas décadas, a la conducción política nacional le resultaba cómodo resolver el dilema de cañones o mantequilla que titula el artículo en comento con la Ley del Cobre para la adquisición de material y los pisos legales del presupuesto de defensa referenciado al presupuesto de 1989, que igual fueron incumplidos por la vía de la autorización de ejecución presupuestaria.
Esta solución no obligaba a asumir el costo político de decidir temas impopulares pero necesarios e incluso vitales. Llama la atención la afirmación de que las FF.AA. de Chile emplean doctrina del siglo XIX para operar tecnología del siglo XX en el siglo XXI. El peso de la prueba recae en el ingeniero para que demuestre su afirmación que la doctrina de las FFAA de Chile es del siglo XIX. No podríamos estar, hoy, interactuando militarmente con potencias del primer mundo, con doctrinas del siglo XIX, si permanentemente se reciben mayores requerimientos y elogios de países amigos y de la región para compartir nuestra experiencia.
Lo más notable del artículo del Sr. Santos es su metodología matemática para llegar a conclusiones estratégicas. Aplica la metodología de cálculo de cómputo de potenciales que se emplea en los procesos de planificación militar, normalmente en el nivel operacional, para efectuar pruebas de factibilidad y aceptabilidad en el desarrollo de diseños operacionales y cursos de acción específicos, es decir, en presencia de tareas dadas, en un teatro de operaciones, ante un adversario específico en un horizonte de tiempo determinado.
Eso es un profundo error y muy peligroso. Las capacidades militares se estructuran en función de la defensa de los intereses nacionales y de los posibles escenarios, en una visualización de probables campos de batalla futuros, en los que resulta clave definir el carácter del potencial próximo conflicto (¿tradicional, asimétrico o hibrido?). El cómputo de potenciales es una herramienta metodológica más adecuada a lo primero, es decir, el uso de la fuerza tradicional, siempre y cuando mida lo tangible y aprecie lo intangible (valor, fuerza moral, disciplina, cohesión de la fuerza, etc.). Lo mismo que el Sr. Santos critica respecto de la ausencia de orientación y liderazgo político para articular las políticas de Relaciones Exteriores, Defensa y presupuestaria, lo aplica en su metodología. ¿Cuál política de Relaciones Exteriores y de Defensa utilizó el Sr. Santos para dimensionar el material del inventario y la dotación de personal de las Fuerzas Armadas de Chile?
Si no partimos desde el principio, desde el liderazgo político que conduce y articula los instrumentos de poder y capacidades del Estado, no llegaremos a ningún resultado válido. Ojalá en el debate constituyente que se nos aproxima implementemos la obligación constitucional del Presidente de la República de promulgar su Política de Seguridad Nacional para su período y que los ministros de RR.EE. y Defensa, obligatoriamente también, promulguen sus respectivas políticas con acuerdo de las respectivas comisiones del Senado. Recién entonces, con un liderazgo político claro en su orientación, llega el tiempo de los especialistas de formular y optimizar las soluciones en cuanto a las capacidades militares que se requieren para satisfacer las órdenes de la conducción política civil a las FF.AA. La última etapa del proceso es ponerle números y optimizar el presupuesto.
Finalmente, el Sr. Santos nos plantea una idea de mucha fuerza, cual es la de los “dividendos de la paz”. Me permito recordarle que solo tienen derecho a recibir dividendos los accionistas. Si no invierte en defensa, no tendrá dividendo alguno. Adicionalmente, vale preguntarse si no hemos disfrutado los dividendos de la paz, al tener una capacidad militar adecuada, que ha inhibido a otros a afectar nuestros intereses.
Con todo, creo que el valor de estas opiniones nos obliga a rearticular nuestra comunidad de defensa, para conversar y discutir sobre lo relevante de estos temas, para encontrar la mejor solución que el país requiere, a través de un trabajo consensuado y robusto. Chile se lo merece.
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