El Indo-Pacífico, como una idea y un lugar donde muchos quieren estar, sigue tomando fuerza, incluso despertando el interés de países que históricamente han tenido escasa presencia en esta región. Es el caso de Alemania, una de las principales economías del mundo, que acaba de publicar el 1 de septiembre sus “Directrices de política sobre la región del Indo-Pacífico”.
Como explica el ministro de Relaciones Exteriores, Heiko Maas, en la introducción del documento, la pandemia del Covid-19 ha intensificado muchas tendencias que venían manifestándose, como la importancia política-económica de Asia y el endurecimiento de la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China. Por lo mismo, resulta más claro que nunca que el orden mundial del mañana se va a decidir en el Indo-Pacífico.(Leitlinien zum Indo-Pazifik).
A grandes rasgos, en el texto el gobierno federal se propone como meta diversificar y profundizar sus relaciones con los países de esta inmensa área no bien definida, sobre la base de asociaciones fiables, asumiendo que existen tantas oportunidades conjuntas (comercio y desarrollo), como amenazas a la estabilidad (potencias nucleares y fronteras disputadas).
Muy interesante resultan las continuas referencias a la importancia de sumarse a las redes políticas, económicas y de seguridad que ya existen en el Indo-Pacífico (como la ASEAN), para evitar así generar “dependencias unilaterales”, ya que sería esta aproximación multilateral el medio para preservar “la capacidad de actuar y la soberanía”.
Con este documento, Alemania se convierte junto a Francia y el Reino Unido en el tercer país europeo en desarrollar un posicionamiento hacia el Indo-Pacífico, asumiendo que lo que ahí ocurra afectará su destino.
Por lo demás, Berlín se encuentra presidiendo la Unión Europea (UE), con lo cual el timming para dar a conocer sus directrices hacia región cobra un significado especial.
Se puede asumir también, que Alemania está reconociendo que algunos socios del Indo-Pacífico pueden ser clave para contener o lidiar con el avance global de China, que con su iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda se ha ido acercando a los países de la periferia de la UE, tomando el control de puertos como el Pireo, Grecia, a través de sus empresas.
En particular para Berlín, que tiene a Estados Unidos como principal destino de sus exportaciones y a China como el tercero — el resto son europeos–, existe la oportunidad de profundizar su presencia en mercados como India, Indonesia y Vietnam, que presentan un enorme dinamismo.
Aunque la duda surge en materia de seguridad, la otra cara del Indo-Pacífico, donde Berlín expresa su interés en que se mantengan abiertas las líneas marítimas, siguiendo las normativas de la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, como marco de cooperación y reglamentación.
Francia y Reino Unido, que producto de su amplia experiencia colonial tiene un profundo conocimiento de la región, han enviado buques para hacer presencia y reforzar misiones de libertad de navegación. Eso contando que ambos países tienen todavía posesiones en el Pacífico.
Alemania, en cambio, tuvo una presencia muy breve y escasa en el área en el pasado, como en el puerto de Tsingdao (hoy Qingdao, China), en Nueva Guinea y otras islas que se convirtieron en protectorados. El Tratado de Versalles puso fin a esta situación en 1919. Como “potencia pacífica” por vocación, sería menos probable ver un compromiso material con la seguridad de la región. Aunque su marina participa en misiones contra la piratería en el Golfo de Adén (donde comienza el Indo-Pacífico), saltar a una región con disputas territoriales abiertas tiene otra complejidad.
Con todo, resulta interesante y novedoso el giro al Indo-Pacífico de Alemania. Hay que esperar ver cómo se concreta.
Juan Pablo Toro V.
