En la actual edición de la Feria Internacional del Aire y el Espacio (Fidae) que organiza la Fuerza de Aérea de Chile, las principales atracciones del evento ya no parecen ser los aviones de combate, cada vez más escasos, sino los drones que inundan las salas de exhibición. Desde los que se pueden armar para lanzar ataques selectivos hasta aquellos que sirven para observar fronteras.
La amplitud de la muestra permite apreciar aeronaves no tripuladas (UAV, por sus siglas en inglés) de empresas de muy diverso origen y escala, donde la delantera la lleva un MQ-9 Reaper, de General Atomics, de cuya letalidad en manos de la Fuerza Aérea estadounidense podría hablar mejor el Estado Islámico en Siria u otros grupos yihadistas que lo han padecido.
Norinco, empresa china, exhibe entre otros modelos el Sky Saker, cuya similitud con el Reaper es apabullante, desde su tren de aterrizaje hasta su cola en forma de “V” —todo plagio es una forma de homenaje, dirían los bien pensados—. Como explica uno de los representantes, tiene hasta 36 horas de autonomía de vuelo. Algo que sería suficiente para ir y volver desde la costa de China continental a Taiwán varias veces.
Compañías militares de países emergentes —grandes beneficiarios del desplome de las ventas de armas rusas, por las sanciones occidentales y su pobre desempeño demostrado en el campo de batalla en Ucrania— también tienen lo propio.
Mientras la brasileña Advanced Technologies está presente con el dron HARPIA, que ya ha sido utilizado por el Ejército de ese país en conjunto con artillería de cohetes, la turca Baykar ha traído maquetas del Bayraktar TB2, que en manos de las fuerzas ucranianas y armado con bombas ha permitido contrarrestar a un enemigo que se supone superior.
Algunos países, como Colombia y Chile, cuentan ya con los modelos Hermes 450 y 900 de fabricación israelí, mientras Venezuela posee el Mohajer-6, de origen iraní, y Bolivia firmó el año pasado un acuerdo con Teherán para comprarles UAV de tipo no especificado, pero que serían empleados para combatir el narcotráfico y reforzar la vigilancia fronteriza, según las autoridades de La Paz.
Sin embargo, quienes han dado noticia recientemente con el empleo de drones para atacar sus enemigos han sido los grupos criminales mexicanos y colombianos, que ahora empiezan a incursionar en el aire y no solo para transportar droga.
En México, La Familia Michoacana y el Cártel Jalisco Nueva Generación han empleado UAV de uso comercial, ya sea para lanzar explosivos o hacerlos estallar en modalidad suicida, teniendo como blanco a bandas rivales y soldados.
El comandante de las Fuerzas Militares de Colombia, general Helder Giraldo Bonilla, les advirtió recientemente a sus tropas que deben prepararse para enfrentar el empleo de drones por parte “de las estructuras criminales”, ya que a través de un video al cual accedieron pudieron observar a las disidencias de las FARC entrenándose en el manejo de UAV comerciales, que luego convierten en armas.
Si bien las fuerzas militares de América Latina ya están incursionando en el mundo de los drones, hasta ahora lo han hecho de manera tímida y limitada al campo de los UAV de observación y no de ataque, por lo que sabemos ahora.
No obstante, en un escenario de reducción de presupuestos y multiplicación de tareas esta tendencia podría cambiar. Si un MQ-9 Reaper, como el que se aprecia en la Fidae, puede costar unos US$ 55 millones con sus sensores, estaciones de control y link satelital, el solitario caza F-22, que realiza toda clase de maniobras, supera los US$ 140 millones. Ambos son inasequibles hoy para las fuerzas aéreas de la región; pero no así la bandada de drones que llenan los pabellones de la feria más importante de la región en su tipo y, claro, también los “rifles” que se exhiben para derribarlos, en especial, los de los innovadores grupos criminales.
Juan Pablo Toro, director ejecutivo de AthenaLab
11 de abril de 2024
