La guerra en Ucrania está por completar nueve meses de duración. Si bien el conflicto se ha desarrollado en los cinco dominios de las operaciones —tierra, mar, aire, espacio y ciber—, un aspecto que ha llamado poderosamente la atención es el poco protagonismo que ha tenido el ámbito aéreo, principalmente desde el punto de vista ruso.
En un reciente documento publicado por el Royal United Services Institute (RUSI) de Londres titulado “The Russian Air War and Ukrainian Requirements for Air Defence” (La Guerra Aérea Rusa y los requerimientos para la Defensa Aérea Ucraniana, disponible en: https://static.rusi.org/SR-Russian-Air-War-Ukraine-web-final.pdf), Justin Bronk, junto a otros dos investigadores, presentan los resultados de su trabajo, el que incluye entrevistas a oficiales de la fuerza aérea ucraniana, miembros de la comunidad de inteligencia, centros de estrategia y visitas en terreno. A continuación, algunas ideas para entender un poco más lo que ha sucedido hasta la fecha.
LAS OPERACIONES AÉREAS
La ofensiva rusa en febrero pasado se inició con operaciones electrónicas, así como con ataques de misiles a posiciones del sistema de defensa aérea ucraniana. Dichos ataques, sumados a problemas de integración y coordinación de las defensas de Kiev, otorgaron a las Fuerzas Aeroespaciales Rusas (conocidas como VKS, por sus siglas en idioma ruso) libertad de acción para operar sobre territorio de Ucrania, lo cual fue visible y efectivo durante las primeras horas. Sin embargo, ya sea por la capacidad de reponerse e integrarse de los medios de defensa ucranianos, tanto medios aéreos como de defensa basados en tierra, así como limitaciones aparentes rusas, el éxito inicial no se proyectó en el tiempo.
Si bien las patrullas aéreas de combate de Rusia han sido y siguen siendo muy eficientes a la hora de detectar y derribar aviones ucranianos que se acerquen a las posiciones rusas, los medios para ejecutar ataques a objetivos terrestres, en gran medida, han sido neutralizados. Tanto aviones como helicópteros de ataque Ka-52 y Mi-24 continúan ejecutando incursiones, no obstante, estas se realizan prácticamente sin sobrepasar el frente de batalla, desde territorio controlado por fuerzas amigas, con la finalidad de evitar ser derribados por la defensa antiaérea, particularmente con la incorporación masiva de misiles tierra-aire portátiles (MANPADS), como el Stinger.
Un hecho indiscutible es que, salvo los primeros días de la guerra, el poder aéreo ruso no ha sido capaz de obtener un grado de control del aire que le otorgue cierta libertad de acción desde inicios de marzo pasado. Lo anterior, especialmente considerando la superioridad rusa, tanto en términos numéricos (aviones de combate, helicópteros, misiles, radares, etc.), como en capacidad tecnológica (aviones más modernos, sistemas de detección terrestre y aerotransportados de mayor alcance; misiles aire-aire, aire-tierra y tierra-aire más modernos y de mayor alcance). El no contar con superioridad aérea tiene repercusiones importantes en la guerra. Por un lado, impide que las fuerzas terrestres dispongan del gravitante apoyo desde aeronaves, en particular para batir objetivos hacia la profundidad de las fuerzas de Kiev, hasta donde su artillería no tiene alcance, sin someter a sus aviones o helicópteros de combate a riesgos y pérdidas significativamente altas. Por otra parte, significa que los medios aéreos del adversario continúan con capacidad de operar y causar daños a las propias fuerzas. Del mismo modo, ante la necesidad de batir blancos estratégicos a largas distancias, el no poder emplear aeronaves obliga a Moscú a descansar en su arsenal de misiles de alto costo y, más últimamente, en vehículos aéreos no tripulados de ataque, como los drones Shaheg-136, de origen iraní.
Dentro de las posibilidades descritas como motivo de una capacidad limitada del poder aéreo ruso, además de lo ya planteado, se podría relacionar con el entrenamiento de pilotos de combate. Según se plantea el mismo Justin Bronk en otro artículo de su autoría,[1] un piloto de avión de combate de las potencias occidentales requiere, como mínimo para mantener su capacidad, entre 180 a 250 horas de vuelo al año, además de acceder a modernos simuladores y de disponer de cabinas mucho más avanzadas que las de las aeronaves MiG o Sukhoi. En contraposición, los pilotos rusos vuelan, en el mejor de los casos, hasta 120 horas al año, siendo el promedio general del orden de 100 horas al año o menos. Asimismo, si bien estos últimos cuentan con cierta experiencia en situaciones de guerra, como ha sido el apoyo a Siria en su conflicto interno, las actividades de entrenamiento rusas se han concentrado en acciones más simples, de dos o cuatro aviones, relacionadas con navegación y apoyo a entrenamiento de defensa antiaérea terrestre. Por último, los pilotos rusos no tienen la oportunidad de entrenarse con pares extranjeros de la misma forma en que lo hacen las fuerzas aéreas occidentales, como son ejercicios tales como “Red Flag” o “Blue Flag”.
Por otra parte, en el caso de la defensa aérea de Ucrania, a pesar de los serios problemas y desgaste enfrentados en las primeras horas de la guerra, la efectividad de su defensa ha estado centrada en la capacidad de integrar y explotar distintos componentes los que, no son ni más numerosos ni más modernos que los rusos, si no muy por el contrario. La dispersión de sus medios de detección, así como de las posiciones de tiro de los misiles de mayor alcance (especialmente de sistemas S-300 y SA-11), le han otorgado mayores posibilidades de supervivencia, en especial, frente a ataques rusos con misiles antiradiación. Las aeronaves empleadas para la defensa aérea han sido menos efectivas frente a las rusas, las que cuentan con más y mejores plataformas de detección y misiles de mayor alcance. Nota aparte para los sistemas de defensa antiaérea de corto alcance que Occidente ha entregado a Ucrania. La disponibilidad de estas armas, diseminadas en gran parte de las unidades terrestres, ha limitado fuertemente el uso de tácticas de ataque a baja altura, tanto por aviones como por helicópteros de combate, particularmente en zonas que presentan una gran concentración de estos sistemas.
No obstante, el éxito obtenido al mantener a las VKS fuera de territorio propio, la defensa aérea ucraniana ha presentado un alto desgaste y consumo de misiles tierra-aire en los últimos dos meses, para hacer frente e intentar derribar los múltiples ataques de misiles y UAV rusos. Con el ritmo de consumo de misiles, así como la necesidad de operar exponiendo sus sistemas a la detección e interdicción rusa, hace imprescindible mantener el apoyo occidental para poder sostener las operaciones, expresado tanto en la provisión de misiles para reemplazar el consumo, armas de mayor alcance, cañones antiaéreos controlados por radar (hacer frente a UAV, con un menor costo de operación que misiles), sistema de detección a mayor distancia, así como evaluar la entrega de aeronaves de combate. De no cumplir con esta tarea, seguramente significará que la defensa de Ucrania se debilitará, otorgando la posibilidad a Rusia de imponer una superioridad aérea que le otorgue ventajas que, hasta el momento, solo se vieron al inicio de la guerra y que podrán ser determinantes en el desarrollo y conclusión del conflicto.
En cuanto a pérdidas materiales, según lo que se desprende del informe publicado por Stijn Mitzer (disponible en https://www.oryxspioenkop.com/2022/03/list-of-aircraft-losses-during-2022.html), las pérdidas confirmadas de material aéreo de combate ruso —podrían ser superiores— en lo que va del conflicto, se pueden resumir en: 62 aviones de combate (principalmente con configuración para ataque a objetivos de superficie), 67 helicópteros de distinto tipo (mayor parte Ka-52 con 27 derribos), 4 UAVs(vehículos aéreos no tripulados) de ataque y 145 UAV de reconocimiento. Por su parte, Kiev ha perdido, al menos, 51 aviones de combate (mayormente MiG-29 y Su-25), 22 helicópteros (de transporte en su mayoría), 17 UAV de ataque y 34 UAV de reconocimiento. Si bien es cierto que las pérdidas confirmadas son relativamente similares en el caso de los aviones de combate, la disponibilidad de material de Rusia es inmensamente mayor a lo disponible en el inventario ucraniano, por lo que la atrición o desgaste juega a favor de Moscú.
ALGUNAS CONSIDERACIONES
Marcelo Masalleras, investigador AthenaLab
17 de noviembre de 2022
[1] Justin Bronk, “Developments in Russian Combat Air Spending and Likely Operational Implications”, en Pentti Forsström (ed.), “Russian Concept of War, Management and Use of Military Power” (Helsinki: Finnish National Defence University, 2022), 100-101.