Enhorabuena, el Gobierno Federal de Alemania[1] ha publicado esta semana su primera Estrategia de Seguridad Nacional (ESN), intentando corregir una “anomalía”[2] que se había hecho insostenible en el nuevo contexto de la guerra ruso-ucraniana: Ser una potencia asertiva en el económico y abstinente en lo militar.
De hecho, el texto es claro en calificar a Rusia como la “más significativa amenaza a la paz y seguridad del área Euro-Atlántica” y propone, finalmente, potenciar a las fuerzas armadas a través de fondos especiales y de un gasto militar equivalente al 2% o más del PIB, cifra que nace del compromiso adquirido con la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En una era que es definida como “multipolar” y marcada por la “rivalidad sistémica”, donde potencias revisionistas buscan reconstituir esferas de influencia, Alemania buscará alcanzar una seguridad integral que nazca de una sociedad robusta, resiliente y abocada a un desarrollo sostenible.
Entre los mea culpa que se presentan en el documento, se reconoce que no fue una buena idea depender energéticamente de Rusia, en lo cual se avanzó pese a todas las advertencias de países aliados. Ahora no solo se ratifica la voluntad de desconexión, sino la decisión de pagar un costo más alto del gas con tal de ganar mayor seguridad.
La ESN se enfoca, sobre todo, en amenazas externas y destaca la importancia de las sociedades que se tienen con países como Estados Unidos y Francia en procura de la estabilidad de Europa y del sistema internacional basado en reglas.
También menciona a la región de Indo-Pacífico como prioritaria para Alemania, lo cual ya se han manifestado a través de un documento específico publicado en 2021 y por medio de distintos despliegues navales y aéreos en la zona. Especial mención reciben India y Japón, al respecto.
Por supuesto, la ESN se abre a temas de seguridad amplios, como los relacionados con el impacto del cambio climático y aquellos ligados con las cadenas de suministros, en especial de materias críticas (desde semiconductores hasta minerales). Pero no ahonda en temas como la competencia geopolítica por las regiones polares o la importancia del dominio espacial.
Más allá del mérito del texto de ser un esfuerzo inédito, igual esconde ciertos aspectos que dan cuenta de la ambigüedad que ha tenido Alemania para reconocer el instrumento militar como una herramienta propia del poder estatal.
La ESN, aparte de llevar la firma del Canciller Olaf Scholz, incluye también la de la ministra de Relaciones Exteriores, Annalena Baerbock, pese a que es planteada como una “estrategia integral”, es decir, que contempla al conjunto de actores que concurren en la provisión de seguridad interna y externa. Por lo mismo, cabría plantearse la interrogante de que no aparezca la rúbrica del ministro de Defensa, en particular, cuando se afirma que se buscará hacer de las alemanas unas de las fuerzas convencionales más poderosas de Europa.
Asimismo, se comete el sinsentido de hablar de “disuasión creíble”, lo cual es redundante. La disuasión, que básicamente trabaja en la mente del adversario, o es creíble o no es disuasión. Y por lo visto, la falta de músculo militar de Alemania y su condición de “importador neto de seguridad” durante décadas, ha contribuido a que hoy no sea percibido como un actor capaz de asumir responsabilidades en el empleo de la fuerza para defender los valores y el orden liberal europeo que le permitieron levantarse desde las cenizas de la Segunda Guerra Mundial.
De hecho, Polonia aparece mucha mejor aspectada a convertirse en la verdadera potencia militar terrestre en la OTAN con la adquisición de numerosos equipos militares y con la proyectada expansión de sus fuerzas militares hasta 300.000 soldados.
Si de confusiones se trata, a China se la menciona como “socio, competidor y rival sistémico” al mismo tiempo, siguiendo la línea de la Brújula Estratégica de la Unión Europea. Sin embargo, este posicionamiento se ha ido modificando, como anunció de forma reciente la presidenta del Consejo Europeo, Ursula von der Leyen, quien sostuvo se debe buscar “reducir riesgos” ante la exposición comercial que se tiene con Beijing, puesto que su régimen ha entrado en una nueva “era de seguridad y control”.
De todas maneras, una idea muy interesante que atraviesa todo el documento tiene que ver con el planteamiento de que la libertad de un país solo se puede obtener si se reducen dependencias, que en el fondo le permitan actuar de manera soberana y no condicionada. Es lo que hoy se empieza a incluir dentro de la llamada seguridad económica.
Si la ESN logra cambiar o más bien crear una nueva “mentalidad estratégica”[3] en los tomadores de decisiones en Alemania está verse y también surge la duda sobre la instancia que llevará a cargo su implementación, al no existir un consejo de seguridad nacional. Por eso, se trata solo de un primer paso. Aunque tuvo que ocurrir la guerra ruso-ucraniana en el corazón de Europa para que este país entendiera que no se puede ser una potencia económica, sin tener un correlato de fuerza correspondiente. Y si bien el pasado histórico puede ser una explicación a la hora de frenar cualquier atisbo de militarismo germano, también existe una responsabilidad —hasta ahora no atendida— de no buscar el apaciguamiento de los dictadores bajo la convicción de que el comercio es un desincentivo suficiente a sus ambiciones.
Juan Pablo Toro, director ejecutivo de AthenaLab
15 de junio de 2023
[1] Gobierno Federal de Alemania (2023). “Integrated Security for Germany: National Security Strategy”. Disponible en: https://www.nationalesicherheitsstrategie.de/en.html
[2] Kundnani, H. (2016). La paradoja de poder alemán. Galaxia Gutenberg: Barcelona.
[3] Giegerich B. y Terhalle M. (2021). The responsibility to defend. London: IISS-Routledge.
