¿Por qué un país reconocido por su neutralidad, sede de numerosos organismos internacionales, como Naciones Unidas y la Cruz Roja, y que está rodeado de inofensivos socios europeos se dota del caza de combate más avanzado del momento?
La razón es que incluso el Estado más pacífico del mundo debe estar preparado para el día en que ciertos actores traten de afectar su soberanía y la seguridad de sus ciudadanos. En consecuencia, la certidumbre para que eso no ocurra se construye sobre la promesa de una respuesta contundente y decisiva. En otras palabras, adhiere fuertemente al concepto estratégico de una efectiva disuasión, aun estando ubicado en una zona libre de conflictos.
A inicios de este mes se anunció que Suiza decidió adquirir 36 aviones de combate F35-A Lightning II de Lockheed Martin por un monto cercano a los US$6.500 millones, con el propósito de reemplazar la flota de viejos F-18. Junto a lo anterior, se comprarán también cinco baterías de misiles de defensa antiaérea Patriot.
Suiza es conocida globalmente por poseer un sistema de defensa basado, mayoritariamente, en la movilización del ciudadano en armas y en un equipamiento de primer nivel para un país de 41.290 Km2 y casi 9 millones de habitantes. Es un estado profundamente pacifista, pero con un fuerte acento en la defensa de su soberanía, pese a no haber tenido conflictos bélicos desde hace un par de siglos. Su reputación de neutralidad le ha permitido ser sede de cumbres de alto nivel, la última en junio entre los presidentes de Estados Unidos, Joe Biden, y de Rusia, Vladimir Putin, respectivamente.
De este modo, Suiza demuestra una concepción de seguridad que asume los costos de mantener la paz, ya que su sobrevivencia —como Estado— dependerá siempre en última instancia de ellos mismos y de sus propias capacidades estratégicas.
John Griffiths Spielman
Jefe de Estudios en Seguridad y Defensa
