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COMENTARIO | Presencia militar de Rusia: Latinoamérica en el tablero de Putin

25 de Enero de 2022
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COMENTARIO | Presencia militar de Rusia: Latinoamérica en el tablero de Putin

Como parte de la escalada de tensiones entre Rusia y Ucrania, el vicecanciller ruso Serguéi Riabkov aseveró que no se podía descartar un despliegue militar de su país en Cuba y Venezuela, en una evidente respuesta a la presión que está ejerciendo Estados Unidos para intentar aplacar cualquier intención hostil de Moscú. Si bien este tipo de declaraciones podría enmarcarse dentro de la competencia estratégica entre potencias y la delimitación de sus respectivas esferas de influencia, todo es parte de un clásico “dilema de seguridad”[1]. Por eso, resulta pertinente revisar la factibilidad de un eventual aumento de la presencia rusa en Latinoamérica y sus efectos, en caso de concretarse.

Factibilidad de despliegue militar

La posibilidad de un despliegue de medios militares rusos en Latinoamérica (personal y plataformas) es real, pero muy limitada. De hecho, se han dado desde hace décadas, incluidos estos últimos años. Durante el desarrollo de la Guerra Fría, la entonces Unión Soviética (URSS) utilizó el hemisferio occidental para amenazar a Estados Unidos, constituyendo el hecho de mayor gravedad “la crisis de los misiles” en Cuba, en 1962. También hubo apoyo con armamento y asesores al régimen sandinista y guerrillas afines en la década de 1980. Después de la desaparición de la URSS en 1991, Rusia asumió su presencia en la zona a través de la venta de armas, intercambios comerciales, lazos políticos y, más recientemente, con el suministro de vacunas contra el COVID-19.

En particular, la relación de la industria militar rusa con Latinoamérica se remonta a la época de la Guerra Fría, cuando la entonces URSS entregó y vendió armas a varios de los países de la región. Dicha práctica ha continuado en las últimas décadas; sin embargo, nunca ha alcanzado la envergadura de los contratos que Estados Unidos y algunos países europeos (Alemania, Francia y Reino Unido) tienen como proveedores en esta parte del mundo, excepto entre los períodos de 2005-2008 y 2011-2014, impulsados por las adquisiciones venezolanas que alcanzaron alrededor de US$ 11.000 millones de dólares.

Según el registro del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), organización que, entre otras cosas, mantiene datos sobre transferencia de armas, indica que durante la era soviética las exportaciones de armas se concentraron en Cuba, Nicaragua y Perú. Cuba representó el socio más relevante y, por ende, el receptor de una enorme cantidad de material, que incluyó cientos de tanques, artillería, armas antiaéreas, buques de guerra y un número relevante de aviones de combate y helicópteros, junto a otros pertrechos. En el caso de Nicaragua, el material recibido se concentró en aviones de combate, helicópteros, vehículos blindados, artillería y armas antiaéreas. Por su parte, Perú adquirió un número desequilibrante de tanques, helicópteros y aviones de ataque y de transporte, material de artillería y armas antiaéreas.

Después de un período de ocaso de la influencia rusa en Latinoamérica, producto del colapso soviético, a mediados de la primera década del 2000 se reanuda un proceso de inserción en la región. En esta nueva etapa, el principal socio pasó a ser Venezuela con el advenimiento del régimen de Hugo Chávez, lo que significó la incorporación de 24 aviones Sukhoi Su-30, 92 tanques T-72, 10 helicópteros de ataque Mi-35, dentro de otros sistemas de armas. Otros países de la región que han invertido en armas rusas durante las últimas tres décadas son Argentina (dos helicópteros de transporte), Brasil (12 helicópteros de combate Mi-35, misiles antitanques y antiaéreos portátiles), Colombia (25 helicópteros de transporte), Ecuador (12 helicópteros de transporte y sistemas de armas antiaéreas portátiles), México (63 helicópteros de transporte y sistemas de armas antiaéreos portátiles), Nicaragua (50 tanques T-72, 86 vehículos blindados, dos helicópteros de transporte) y Perú (dos helicópteros de ataque Mi-35, 40 helicópteros de transporte, tres MIG-29, cuatro aviones de transporte An-32 y misiles antitanque portátiles). Salvo el caso venezolano, la inversión en armas rusas de países de la región no supera la efectuada en equipos estadounidenses, la que, al mismo tiempo, se ha visto afectada por la irrupción de material bélico chino.

Imagen: France Presse. El ministro de Defensa de Venezuela, Vladimir Padrino (2-L), después de la llegada de dos bombarderos supersónicos estratégicos Tupolev Tu-160 al Aeropuerto Internacional de Maiquetía, justo al norte de Caracas, el 10 de diciembre de 2018.

Pero la presencia militar de Rusia en Latinoamérica no se limita solo a la venta de armas. Moscú intenta mantener también algún tipo de presencia de medios recurrentemente en la región, particularmente desde 2008 en adelante.  Ese año, dos bombarderos estratégicos rusos Tu-160 Black Jack con capacidad nuclear llegaron a Venezuela, visita que se repitió luego en 2013 y, nuevamente, en 2018. También una nave diseñada para inteligencia electrónica arribó a La Habana en 2014. Un año después, cuatro buques de la Armada rusa se desplazaron hacia aguas venezolanas, incluyendo el crucero insignia “Pedro El Grande”. Finalmente, en 2019 uno de los medios navales más avanzados rusos, la fragata “Almirante Gorshkov”, amarró en La Habana junto a un buque logístico y un remolcador de rescate.

En el caso de Venezuela, es necesario agregar que las relaciones e intercambios con Rusia incluyen técnicos en sistemas de armas e inteligencia, los que podrían participar en la instalación y operación de radares móviles de reconocimiento, como los radares P-18 desplegados en la frontera con Colombia, según lo expuesto por Joseph M. Humire, del Center for a Secure Free Society, en un reporte difundido la semana recién pasada (ver informe https://www.youtube.com/watch?v=offZJ8o_vG0).

También de forma reciente, Manuel Cristopher Figuera, exdirector del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional, aseguró que Rusia tiene dos bases militares en Venezuela[2]. Una de ellas estaría dentro de la 41a Brigada en Valencia, Carabobo, mientras que la otra se emplazaría en Manzanares, estado de Miranda, donde opera la Base Militar Rusa de Exploración de Comunicaciones e Inteligencia. El exfuncionario chavista, que desertó en 2019 y hoy colabora con las autoridades de Washington, aseguró en un comunicado que el objetivo de esas instalaciones es “amenazar la seguridad nacional de Estados Unidos”.

Se debe recordar además que, en abril de 2021, dos aviones Kfir de la Fuerza Aérea Colombiana interceptaron un avión ruso con capacidades de inteligencia, mientras sobrevolaba su territorio, por una ruta no autorizada. Aquí, vale la pena destacar la condición de Colombia como socio global de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y que es el país más cercano a Estados Unidos en la región en materia de seguridad.

Otro ámbito empleado por los rusos para reforzar sus relaciones militares con la región ha sido el académico. Más allá de los tradicionales lazos con Cuba, Nicaragua y Venezuela, Perú suscribió un convenio para permitir la admisión de personal militar en centros de docencia militar rusos en 2011. Luego, en diciembre de 2021, el gobierno peruano oficializó el acuerdo con la Federación de Rusia sobre la protección mutua de la información clasificada en el ámbito de la cooperación técnico-militar[3]. De la misma manera, en 2021 Argentina firmó un convenio para formar oficiales y suboficiales en instituciones educacionales militares rusas[4].

Crisis externas, llegan visitas

Todo lo anterior podría parecer anecdótico si no se relacionan los despliegues militares con el contexto internacional del momento. En 2008, cuando se recibió la primera visita de bombarderos estratégicos rusos en la región, se encontraba en desarrollo un conflicto entre las fuerzas militares de Georgia y separatistas apoyados por Rusia, ante lo cual Moscú recibió claras presiones occidentales. Incluso se mencionaba la posibilidad de que Tiflis se integrara a la OTAN. Posteriormente, cuando entre 2013 y 2014 estalla la crisis de Ucrania por los acercamientos de este país a la Unión Europea y Estados Unidos en oposición a los deseos de Rusia, también se enviaron medios a Latinoamérica, abriendo otro frente ante la presión diplomática contra Moscú en Occidente.

Tampoco es un misterio que determinados regímenes latinoamericanos con una postura antiestadounidense aprovechan coyunturas para manifestar o hacer pública su simpatía hacia Rusia en busca de un contrapeso. Los casos más característicos son los de Cuba, Venezuela y Nicaragua; por otro lado, pero en menor medida, también Bolivia, Argentina y Perú, situación que ha variado conforme a los cambios de gobierno. Del mismo modo, Brasil, potencia regional, mantuvo buenos lazos con Rusia cuando la iniciativa BRICS, que unía a estos dos países en un bloque con China, India y Sudáfrica, se mantuvo vigente.

Es posible que el actual predominio de gobiernos de izquierda en la región, particularmente en Sudamérica, ofrezca un ambiente más favorable para los intereses globales del presidente Vladimir Putin. Por ejemplo, en medio de la actual crisis de Ucrania, el mandatario argentino, Alberto Fernández, tiene previsto visitar a Putin los primeros días de febrero[5]. Igualmente, el gobernante brasileño, Jair Bolsonaro, planea hacer lo mismo[6].

A su vez, existen casos de la presencia de políticos rusos de alto nivel en la región, tales como las visitas entre 2008 y 2009 del entonces presidente ruso, Dmitry Medvedev, a Venezuela, Bolivia, Nicaragua y Ecuador, todos países con regímenes afines en esos momentos. Posteriormente, el mismo Putin viajó a Cuba, Argentina, Brasil y Nicaragua en 2014, mientras que su ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, hizo lo propio en 2015, concurriendo a La Habana y Managua con la intención de visualizar potenciales puertos y pistas aéreas para las fuerzas rusas. Por último, no se puede olvidar el respaldo político de Bolivia, Cuba, Nicaragua y Venezuela en 2014, cuando votaron en contra de la resolución de Naciones Unidas que condenaba las acciones rusas que condujeron a la anexión de Crimea.

En cuanto a las relaciones comerciales, debemos tener presente que para ningún Estado latinoamericano Rusia representa un socio relevante de la talla de Estados Unidos o China, y viceversa. Su economía es la undécima del mundo en cuanto PIB nacional y equivale a menos de un décimo de la norteamericana. En términos generales, las principales actividades comerciales, además de la venta y mantenimiento de sistemas de armas, se relacionan con la compra por parte de Rusia de materias primas agrícolas a Argentina, Brasil y Paraguay. También se cuenta la incursión de Rosatom, empresa rusa de la industria nuclear, en la construcción de un reactor nuclear de investigación en Bolivia, así como su intención de construir dos centrales nucleares en Argentina. Hoy GLONASS, versión rusa del GPS, está siendo utilizada en Latinoamérica. Por último, en el sector petrolero existen inversiones de compañías como Rosneft y Gazprom, principalmente en Venezuela y, en menor medida, Bolivia, Ecuador y Colombia.

Imagen: France Presse. Buques de la Armada de la Federación Rusa arriban al puerto de La Habana, el 24 de junio de 2019.

En cuanto a la capacidad real de un incremento masivo de la presencia militar rusa en la región, existen serias dudas al respecto. A diferencia de Estados Unidos, que desde la Primera Guerra Mundial ha debido cruzar océanos para proyectar sus fuerzas en diversos conflictos, la experiencia muestra que las capacidades logísticas de Rusia le permiten despliegues a gran escala en sus fronteras o países cercanos, pero no a grandes distancias en ultramar. Ejemplos como el reciente despliegue militar ruso en el conflicto de Siria, dan cuenta de una fuerza que participó fundamentalmente con medios aéreos, navales, fuerzas especiales y algunas plataformas de misiles, pero con un limitado esfuerzo terrestre. Revisando la historia, no se dispone de ejemplos de desembarcos rusos de proporciones, reconociendo que la doctrina marítima rusa está orientada a la defensa de las costas y la protección de sus mares interiores, pero no existe una mayor vocación expedicionaria. Además de la distancia a Siria, así como la importancia que tiene para los rusos el empleo del puerto de Tartus en el Mediterráneo, no son asimilables a Latinoamérica.

En resumen, la presencia y despliegues rusos en Latinoamérica no son nuevos y es perfectamente factible que persistan. Sin embargo, la envergadura de dicha presencia se estima será limitada en medios materiales, continuando con las experiencias observadas en los últimos años. Si la crisis que se está desarrollando en Europa continúa, las posibilidades de que Moscú incremente su presencia en la región, como parte del juego geopolítico en curso, podría derivar en tres cursos de acción.

El primero, consiste en repetir lo que ha realizado hasta la fecha con el envío de bombarderos y buques de guerra, que cumplen un rol más bien simbólico para demostrar el alcance de plataformas modernas y letales. El segundo, apuntaría a operaciones de información y acciones en el ámbito del ciberespacio, donde la seguridad de los países latinoamericanos, especialmente cercanos a Estados Unidos, está muy retrasada. En este sentido, más que resaltar la posición rusa, estas operaciones se orientarían a explotar los medios de comunicación y redes sociales para causar inestabilidad en países no afines a Rusia e incentivar el sentimiento antiestadounidense que prevalece en algunos sectores de la región. Tercero, y quizás el más probable, una combinación de ambos, pues cuenta con la capacidad y su implementación es comparativamente de bajo costo.

Aunque no crucial, Latinoamérica no es insignificante para Rusia, pues representa una región geográfica que históricamente ha estado en la esfera de influencia de Estados Unidos. Debemos tener en consideración que medios de comunicación rusos cuentan con señales en español para la región desde hace ya algunos años, como es el caso de RT (desde 2009 por cable y con oficinas permanentes en varios países) y de Sputnik (desde 2014). Experiencias sobre la intromisión rusa en política interna de países occidentales son múltiples y alcanzan incluso a Estados Unidos.

CONCLUSIONES

  • Rusia se encuentra en una encrucijada geopolítica, en la cual busca mejorar su posición para negociar frente a Estados Unidos y mantener un espacio de seguridad hacia el oeste de su territorio. Si bien Moscú tiene aspiraciones globales y su comportamiento intenta asimilarse a una potencia de ese nivel, la realidad es que sus limitaciones económicas lo encuadran como una potencia de alcance más bien regional.
  • Rusia ha tenido lazos políticos y militares con la región latinoamericana desde hace décadas, principalmente caracterizada por la venta de armas a algunos países, pero no supera a Estados Unidos en lo global, salvo en el caso de los contratos venezolanos.
  • La presencia de medios militares rusos en la región no es nueva y se espera que se comporte de forma similar a los últimos años. Cuando Moscú está inmerso en un conflicto envía naves o aeronaves a exhibir la bandera a la región.
  • Rusia ahora podría sumar sus capacidades en operaciones de información y ciberespacio para afectar la estabilidad de países no afines y para mermar la posición de Estados Unidos, incentivando el sentimiento antinorteamericano que persiste en algunos países de la región, particularmente en un momento de un giro a la izquierda en varios de los Estados latinoamericanos.
  • Estados Unidos se ha ido desatendiendo de esta área geográfica, a pesar de la relevancia inmediata que tiene.

MARCELO MASALLERAS*
25 de enero 2022


*Marcelo Masalleras es investigador en AthenaLab. Exoficial del Ejército de Chile, Licenciado en Ciencias Militares. Magíster en Ciencias Militares de la ACAGUE. M.A. en Seguridad Internacional de la Universidad de Georgetown. Ha desempeñado actividades docentes en la Academia de Guerra del Ejército y en la Fuerza Aérea de Chile, así como en la Academia Militar de West Point, Estados Unidos.


[1] Este concepto, acuñado por John Hertz en 1950, establece que, si un país mejora sus condiciones estratégicas a través de un potenciamiento de la fuerza militar, lo que desencadena es una escalada armamentista por la percepción de inseguridad del actor afectado. Ver John Hertz en “Idealist Internationalism and the Security Dilemma”. World Politics. Vol. Nº2. 1950, p. 157-180.

[2] Infobae: “Dónde está la base militar rusa en Venezuela, según la denuncia de un ex jefe de inteligencia chavista”, en https://www.infobae.com/america/venezuela/2022/01/20/donde-esta-la-base-militar-rusa-en-venezuela-segun-la-denuncia-de-un-ex-jefe-de-inteligencia-chavista/

[3]Andina: “Normas Legales: oficializan acuerdo entre Perú y Rusia de cooperación militar”, en https://andina.pe/agencia/noticia-normas-legales-oficializan-acuerdo-entre-peru-y-rusia-cooperacion-militar-874354.aspx

[4] Gobierno de Argentina: “Los Ministerios de Defensa de Argentina y Rusia firmaron convenio para la formación de militares argentinos en ese país”, en https://www.argentina.gob.ar/noticias/los-ministerios-de-defensa-de-argentina-y-rusia-firmaron-convenio-para-la-formacion-de

[5] La Nación: “La inexplicable reunión entre Vladimir Putin y Alberto Fernández”, en https://www.lanacion.com.ar/politica/la-inexplicable-reunion-entre-vladimir-putin-y-alberto-fernandez-nid21012022/

[6]Clarín, “En campaña por su reelección, Jair Bolsonaro viaja a Rusia y refuerza su lazo con Vladimir Putin”, en https://www.clarin.com/mundo/campana-reeleccion-jair-bolsonaro-viaja-rusia-refuerza-lazo-vladimir-putin_0_GCNeI2KjOn.html

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