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COLUMNA | Las emergencias climáticas, la izquierda y el Rey Felipe VI
El Rey Felipe VI y su estoica actuación el domingo cuando visitaba la localidad de Paiporta, son un ejemplo de lo que se espera de un líder.
El manejo y prevención de emergencias o desastres no es el fuerte del gobierno chileno, como tampoco lo es del español. El evento climático conocido como depresión aislada en niveles altos (DANA), que el 29 de octubre de 2024 causó más de 200 muertos y múltiples estragos materiales, principalmente en Valencia, España, es un ejemplo de mal manejo por parte tanto del gobierno central en Madrid, como de las autoridades regionales, en forma similar a lo que ocurrió con los incendios de Viña del Mar del verano recién pasado, en donde ambas instancias, autoridades centrales como locales, fallaron estrepitosamente y demostrando un actuar muy decepcionante.
Tanto la DANA española, como el incendio de Viña del Mar, o los fuertes vientos que afectaron a Chile a comienzos de agosto no eran eventos climáticos evitables, pero sí eran eventos en que la acción preventiva y la organización previa podían reducir el impacto. En el caso de Valencia, la construcción desorganizada y no autorizada en sectores inundables, en Viña del Mar la falta de planes de emergencia bien desarrollados a nivel municipal como también la ausencia de entrenamiento en manejos de emergencias, y en el caso de los vientos extremos que afectaron a buena parte de Chile en agosto, el cableado eléctrico afectado por árboles que hicieron que ambos cayeran juntos, dejando sin electricidad durante varios días a la capital y ciudades del sur.
Los tres eventos antes descritos también se caracterizan por un mal manejo de la emergencia en sí misma. Las reacciones son tardías e insuficientes, con descoordinaciones entre los niveles centrales y regionales -locales, y mucho énfasis en tratar de encontrar culpables o cabezas de turco que permitan desligarles de las responsabilidades y consecuencias del mal manejo.
En Chile la alcaldesa de Viña del Mar se las sacaba con el jefe regional de emergencias, en Santiago los alcaldes y gobierno central le asignaban todas las culpas a la empresa de distribución eléctrica, y en España, se sacaban los ojos entre el gobierno izquierdista de Sánchez y los del Partido Popular que manejan Valencia.
En Chile son las Fuerzas Armadas las que terminan arreglando los problemas y las ineficiencias de los políticos, algo que también podría haber ocurrido en España si el Ejecutivo las hubiera usado con todas sus capacidades polivalentes desde un comienzo, pero quien sabe dónde se enredaron los del PSOE y sus socios, que lo hicieron todo mal, tan mal como nuestro gobierno cuando se trata de actuar en emergencias o contra la delincuencia.
Donde los españoles sí nos dan lecciones es en liderazgo de su Jefe de Estado. El Rey Felipe VI y su estoica actuación el domingo cuando visitaba la localidad de Paiporta, son un ejemplo de lo que se espera de un líder. Junto a la reina fue al lugar de los hechos a poner la cara, acompañar a sus súbditos y ver cómo estaban las cosas. El jefe de Gobierno se agregó a la visita, pero a los primeros abucheos, piedrazos y lanzamiento de barro, huyó del lugar, dejando solos a los monarcas, quienes tuvieron que lidiar con la frustración y rabia de las personas afectadas.
Por más que Sánchez trate de rescribir la historia a través de los medios oficiales, la imagen que queda, y que no es la que todos los medios chilenos representaron, es la de los reyes que están junto al pueblo, algo que estoy seguro será recordado por los españoles, incluso por los que están a favor de la república y los antimonárquicos.
Si el rey hubiera arrancado junto a Pedro Sánchez quizás hubiera sido el fin de la monarquía española, pero no lo hizo. Su entrenamiento militar, su vocación de servicio al pueblo del cual es rey, y el hecho de ser un hombre íntegro y preocupado por su gente es algo que mientras exista, asegura la sobrevivencia de la monarquía en una España, que, de no haberla, me refiero a la monarquía, se desintegraría en una serie de reinos menores y autonomías, volviendo a ser lo que era hace aproximadamente 600 años, antes de la llegada de Isabel de Castilla y León, y de Fernando de Aragón.
Espero que Felipe VI siga aguantando los embates de la izquierda que lo quiere reducir a una mera figura ornamental. Su existencia le hace bien a España y es un ejemplo de lo que se espera de un Jefe de Estado, algo para lo cual se está entrenando militarmente a la princesa de Asturias, ya que jefaturas de Estado y Fuerzas Armadas son dos cosas que van unidas, muy unidas.
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