Columnas
COLUMNA | Carabineros de Chile en su aniversario 98
No podemos seguir haciendo como que todo está bien, que no hay problemas con Carabineros, seguir pretendiendo que más de lo mismo resuelve el problema, o que el Ministerio de Seguridad Pública es la bala de plata que todo lo resuelve.

A fines de esta semana, Carabineros de Chile cumplirá 98 años. La institución fue creada un 27 de abril de 1927, por el entonces coronel Carlos Ibáñez del Campo, al reunir las policías fiscales y comunales junto a los Carabineros del Ejército de Chile, una unidad que estaba a su mando y que lo siguió estando hasta que asumió como Presidente de la República el 27 de julio de ese año.
Por un tiempo incluyó lo que hoy se conoce como Gendarmería y la Policía de Investigaciones (PDI), que al poco andar tomaron vida propia e independencia respecto de Carabineros, que era la fuerza policial principal.
Durante los años, y producto del profesionalismo que fueron demostrando, se les agregaron funciones adicionales que a la larga les fueron quitando tiempo respecto de lo principal, la capacidad de cumplir con su misión constitucional, que no es más que garantizar el orden y la seguridad en el territorio de la República de Chile, quedando lejos los tiempos en que se cumplía lo que dice su himno: “Duerme tranquila, niña inocente, sin preocuparte del bandolero, que por tu sueño dulce y sonriente, vela tu amante carabinero”.
Noventa y ocho años después de su creación, nos encontramos con una realidad preocupante que va más allá de que no están siendo capaces de cumplir con su rol constitucional, algo que las estadísticas del crimen nos recuerdan a diario.
Medios de prensa reportan altos niveles de ausentismo laboral, que varían entre un 26 y 19%, dependiendo del tamaño de las unidades operativas y, por otro lado, casi todos los alcaldes de la RM –por no decir todos– reclaman por la falta de carabineros, operando muchas comunas bajo los 2/5 de las dotaciones autorizadas, lo que se hace incluso más complejo cuando se incorpora la escasez de vehículos disponibles y la ausencia de voluntad política y soporte legal al uso de la fuerza policial. Así, no es de extrañar el cómo estamos en seguridad.
Ante el escenario recién descrito, es decir, ante el escenario de que hay pocos carabineros disponibles y los que sí están no cuentan con la tranquilidad de poder actuar con firmeza, los chilenos que disponen de medios económicos han decidido privatizar su seguridad, y si además tienen la suerte de vivir en comunas con recursos, encargarle a la seguridad ciudadana lo que antes hacía Carabineros, cosa que evidentemente no está disponible para los más pobres y para los que viven en comunas sin recursos, los que siguen dependiendo de los pocos carabineros disponibles.
Aparte del alto ausentismo laboral que, a diferencia del pasado, es menos de lesiones físicas y más de enfermedades mentales, ¿cuáles son las razones para que exista la sensación de que hay pocos carabineros?
Difícil respuesta, ya que Carabineros no ayuda mucho con su hermetismo, al no transparentar los números de funcionarios y medios disponibles, escudándose en normas de la justicia militar, lo que sumado a la realidad de que se les pide estar en todas, incluyendo ahora volver a los estadios para proteger a los chilenos de otros chilenos delincuentes que dicen ser hinchas de sus respectivos equipos, hace difícil tener un claro diagnóstico de por qué Carabineros de Chile está fallando y no está siendo capaz de cumplir con lo que indica el artículo 1 de su Ley Orgánica Constitucional, que dice:
“Carabineros de Chile es una institución policial técnica y de carácter militar, que integra la fuerza pública y existe para dar eficacia al derecho; su finalidad es garantizar y mantener el orden público y la seguridad pública interior en todo el territorio de la República y cumplir las demás funciones que le encomiendan la Constitución y la ley”.
Por eso, cuesta entender la estrategia de este y previos gobiernos de focalizarse más en la creación de un Ministerio de Seguridad Pública, que solo trae más burocracia, o de refundar a Carabineros con el fin de que deje de ser una policía de carácter militar, versus aumentar su dotación efectiva y darles el equipamiento que necesitan para realizar sus obligaciones constitucionales.
Claramente, con los alumnos que salen de sus escuelas al servicio cada año, Carabineros no está siendo capaz de aumentar la dotación efectiva sino, con suerte, reemplazar a los que salen o piden el retiro.
Esto es algo que lleva muchos años y cuesta entender que tanto los gobiernos más recientes como los altos mandos institucionales no hayan solucionado el problema. Sin carabineros en las calles, en los campos y en las fronteras, el combate a la delincuencia está perdido. Se necesitan policías y no solo soluciones tecnológicas como proponen algunos. Es hora de entender y ser claros.
Si alguien pretende resultados muy distintos a los que se están logrando actualmente contra el crimen organizado y los delincuentes sin más carabineros, detectives y fiscales del Ministerio Público, parece que está viviendo en otro Chile. El dilema político actual principal es darle más presupuesto al sistema de seguridad nacional, que incluye el subsistema de Seguridad Pública, el de Defensa Nacional e Inteligencia (ANI, más las inteligencias institucionales), al que incluyo producto de la casi ya permanente participación de las Fuerzas Armadas en labores de seguridad interior, en soporte a Carabineros, producto de la falta de recursos de estos últimos, falta que también se está manifestando en las instituciones de la Defensa, las que han sido afectadas en sus capacidades operativas producto de los últimos recortes realizados por Hacienda en enero de 2025.
La seguridad cuesta dinero y eso es algo que al parecer es difícil de entender o que no queremos entender. Si la Hacienda Pública está apretada y no hay capacidad para aumentar el gasto fiscal, deberemos recortar gastos del Estado en ministerios y programas que no sean del ámbito de la seguridad nacional, dado que los niveles de inseguridad han llegado a niveles críticos, colocando en riesgo nuestro diario vivir.
Todo indica que tendremos que ajustar programas sociales y cosas a las que nos habíamos acostumbrado, pero sin carabineros no hay seguridad y sin seguridad no hay libertad. Es hora de pensar qué es más importante: seguridad o bienestar.
Partamos por sincerar los números efectivos de carabineros dedicados a funciones operativas. Toda estrategia requiere de claridad no solo del diagnóstico del problema a resolver, sino también de los medios disponibles. Es muy distinta una estrategia con carabineros en números razonables, que una donde son pocos.
Ya estamos viendo el impacto que significa tener pocos carabineros en las comunas y las responsabilidades que han ido tomando las seguridades municipales, o los pocos disponibles en la golpeada macrozona sur, o los insuficientes disponibles para la frontera noreste, ambos casos suplidos por recursos militares.
No podemos seguir haciendo como que todo está bien, que no hay problemas con Carabineros, seguir pretendiendo que más de lo mismo resuelve el problema, o que el Ministerio de Seguridad Pública es la bala de plata que todo lo resuelve.
Sobre el autor
Vicepresidente AthenaLab


No te pierdas ninguna actualización
Suscríbete a nuestro newsletter de forma gratuita para mantenerte informado de nuestros lanzamientos y actividades.
Suscribirse