Foto Presidencia Argentina
Diario Financiero, miércoles 30 de octubre 2019
JUAN PABLO TORO V.
Lo extraño de las últimas elecciones argentinas no es que hayan ganado Alberto y Cristina Fernández, la Presidencia y Vicepresidencia. Sólo bastaba que se unieran los peronistas que, como decía Jorge Luis Borges, son “incorregibles” por naturaleza.
Quizás lo más sorprendente es que Mauricio Macri lograra el 40% de los sufragios y sus fuerzas conquistaran casi la mitad del Congreso, pese a que era evidente que el líder de centroderecha no pudo cumplir su meta de levantar la economía. Con una inflación que ronda el 50%, un 35% de pobreza y un PIB en caída (-3,1% en 2019, según el FMI), muy poco o nada podía ofrecer. A la falta de resultados macroeconómicos se sumaba un discurso de “volver a poner la cultura del trabajo por delante” y “del esfuerzo personal” en contra de los subsidios del Estado, algo que chocaba con una tradición populista arraigada por décadas.
Aun aceptando su mediocre desempeño, Macri pasará a la historia como el primer Presidente de centroderecha y el primer gobernante no peronista en concluir su mandato. Esto último puede ser lógico para muchos países acostumbrados a la alternancia, pero no para Argentina. Por eso, quizás la clave para entender lo que significó Macri está en su legado político. En un gesto que no tuvo Cristina con él hace cuatro años, este Presidente-candidato invitó a su contrincante a la Casa Rosada por la puerta grande, donde comprometió sus esfuerzos para una transición ordenada. Formas republicanas normales en muchos países, pero no comunes en Argentina.
La coalición “Cambiemos” queda, además, con 119 escaños en la Cámara Baja, frente a 120 del Partido Justicialista/Kirchnerismo, un nuevo bipartidismo en la práctica. Lo que es una garantía para que el futuro gobierno y, en especial, Cristina, no pueda volver a intentar arrasar las instituciones como hizo ella con el Poder Judicial, las Fuerzas Armadas, la prensa, etc. Revivir un sistema de pesos y contrapesos es todo un mérito, si se piensa que Cambiemos es un proyecto de poder que se construyó deliberadamente y sin la espontaneidad que marca la política trasandina.
Aunque el 48% le dijo al gobierno actual que no está para experimentos, Fernández y Fernández tendrán las manos muy amarradas también para intentar levantar la economía repitiendo fórmulas K de gasto fiscal desatado y concesiones discrecionales de obras públicas.
Una deuda con el Fondo Monetario Internacional de US$ 57.000 millones, un Brasil dudoso de continuar en el Mercosur, una guerra comercial entre EEUU y China, una Venezuela sin petrodólares para compartir y reservas internacionales menguantes, deberían imponer su cuota de realismo. Aunque en Argentina tienen una variedad de recursos para lidiar con las cifras cuando no dan —como eliminar el índice de inflación, control de cambios, apropiarse de las pensiones y fijar tarifas—, su resultado ya es sabido.
Otro freno al gobierno de Fernández y Fernández tiene que ver con los casos de corrupción que enfrenta Cristina. Los avances en los múltiples procesos y las evidencias que sigan emergiendo van a significar una tensión constante para el gobierno y dentro de él.
“Argentina es un país que está en una evolución, tal vez como nunca antes en su historia”, me dijo Macri en una de las pocas entrevistas que dio a un medio chileno como Presidente. Tiene razón. No pudo retener el gobierno, pero quedó en claro que hay un 40% de los argentinos que rechaza fantasías populistas (algo inexistente hasta hace poco) y que tiene líderes que se mantendrán expectantes (como el alcalde bonaerense Horacio Larreta) ejerciendo los controles democráticos a la espera de regresar al poder. Peronistas no son todos.
Juan Pablo Toro
Director Ejecutivo AthenaLab
Fuente: Diario Financiero
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