Un ámbito en el que sin duda la pandemia de covid-19 también causará impacto es en el entorno marítimo, muy significativo para un país como Chile, que se relaciona comercialmente con el mundo a través del Pacífico, es uno de los principales usuarios del canal de Panamá y tiene presencia en tres continentes.
De partida, hay que precisar que las fuentes de inestabilidad en el mar son de dos tipos: estatales -que se refieren a disputas territoriales y reclamaciones soberanas, como las que vemos en el Mar del Sur de China- y no estatales, que competen a actividades ilegales, irregulares y no reportadas, que son las que se manifiestan, por ejemplo, en el Caribe, el Mediterráneo y el golfo de Adén. Ahí caben el contrabando de drogas, la pesca sin permiso, el tráfico de personas y la piratería.
En un mundo menos cooperativo y más competitivo, como el que emerge estos días, la pandemia está llevando a algunos países a replantearse la extensión de sus cadenas de suministros y la conveniencia de hacerlas menos globales y más regionales, de modo de tener mayor control sobre ellas ante disrupciones como la causada por el coronavirus o por las que pueden traer las intensificadas disputas soberanas (sobre todo en Asia).
The Wall Street Journal hace poco daba cuenta de cómo la industria naviera está optando por emplear cargueros más pequeños, no solo por la contracción comercial en marcha, sino también bajo la previsión de que el tráfico de bienes se hará en trayectos más cortos y entre puertos más pequeños, si progresa la desglobalización.
Por otra parte, inquieta el curso que puedan adoptar las actividades ilegales. Si el refuerzo de los límites terrestres con fines de salud continúa -lo más probable-, la presión se dirigirá a las fronteras marítimas. Sería una vía lógica para los narcotraficantes que quieran movilizar grandes volúmenes de droga acumulados durante estos meses. Al abordar la situación del Sudeste Asiático, The Diplomat afirmó que la pandemia de covid-19 puede generar un incremento de la piratería y los robos en el mar, debido a que las personas recurren a estas prácticas cuando las oportunidades económicas son escasas y las empresas marítimas reducen su personal y medidas de seguridad para ahorrar costos, haciendo sus naves más vulnerables.
Si efectivamente se densifica el tráfico regional y proliferan las actividades criminales, así como aumenta la inestabilidad en algunos litorales producto de la crisis económica, se requerirán medios para hacer frente a esta situación. En tal sentido, las armadas y los servicios marítimos tendrán una labor aún más desafiante para mantener el comercio fluyendo y contener al mismo tiempo las amenazas. Y en la región, no todos los países tienen marinas con capacidades para imponer el buen orden en el mar.
Lo positivo es que de alguna forma los chilenos son conscientes de la importancia del control de los mares y la defensa de los intereses marítimos, como demostró una reciente encuesta de Ipsos para AthenaLab. Este mes, cuando resaltamos el pasado al recordar la gesta del capitán Arturo Prat, es bueno que eso sirva también para reflexionar sobre los desafíos del mundo post covid-19, que se manifiestan cada vez más rápido. Y el mar no será la excepción.
Juan Pablo Toro V.
Director ejecutivo de AthenaLab
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