El Mostrador, jueves 21 de mayo 2020
El mar de Chile es el que nos conecta comercialmente con el mundo. De nuestros puertos y por nuestras aguas salen las exportaciones y llegan los bienes que importamos. Nuestra geografía y las características de nuestra economía abierta al mundo y en especial a las profundidades del Pacífico, significa que un 95% de nuestro comercio exterior fluya por mar. Esto nos hace muy distintos a otros países, nos confirma nuestra condición de país isleño y, como tales, nos debemos asegurar que esto funcione y no pare, ya que de lo contrario nos podríamos ver en serios aprietos.
Estamos en mayo, un mes en el cual desde hace varios años se celebra el Mes del Mar, celebramos las glorias navales de Chile, pero por sobre todo celebramos la gesta heroica de Arturo Prat y la tripulación de la Esmeralda, la astucia y audacia de Condell y la dotación de la Covadonga.
Las celebraciones de este año son menos visibles, pero no por ello menos importantes. La marina completa está en modo 24/7 desde que se declaró el Estado de Catástrofe. No solo están apoyando a los chilenos en esta contingencia, sino además realizando los trabajos propios que le corresponden en el ámbito marítimo, fluvial y lacustre; asegurar que el comercio exterior desde y hacia Chile siga fluyendo; no dejar desatendidos a los chilenos que viven en zonas extremas y los territorios insulares y, estar preparados para defender la soberanía e intereses de Chile donde sea que estén ubicados. Que mejor homenaje para los tripulantes de la Esmeralda que estar dedicados a servir a Chile en un momento tan complejo como el que estamos viviendo.
Donde sí estamos cortos y no celebramos adecuadamente, es en lo que se refiere al mar de Chile. Los chilenos, a pesar de vivir en un país que es largo y angosto, tendemos a concentrarnos más al interior mirando a nuestra bella Cordillera de los Andes y no al tremendo océano que tenemos por delante. Chile posee una extensa línea de costa de más de 4.300 kilómetros y una zona económica exclusiva que casi llega a cinco veces su territorio. Tenemos por delante una gran extensión de mar que nos hace vecinos con Australia, Nueva Zelanda, la Polinesia Francesa y la Antártida.
El mar de Chile es el que nos conecta comercialmente con el mundo. De nuestros puertos y por nuestras aguas salen las exportaciones y llegan los bienes que importamos. Nuestra geografía y las características de nuestra economía abierta al mundo y en especial a las profundidades del Pacífico, significa que un 95% de nuestro comercio exterior fluya por mar. Esto nos hace muy distintos a otros países, nos confirma nuestra condición de país isleño y, como tales, nos debemos asegurar que esto funcione y no pare, ya que de lo contrario nos podríamos ver en serios aprietos.
Ese mar que tranquilo nos baña, nos provee de una abundante pesca y recursos marinos. Es un mar que debemos cuidar, conocer e investigar y, ese mar de Chile quizás sea a futuro nuestra salvación para las sequías que cada año se hacen más frecuentes.
Por eso, es más que razonable tener una política oceánica como la que impulsó Heraldo Muñoz cuando fue canciller y que ahora, le están dando forma Teodoro Ribera y su equipo. No sacamos nada con todos los años celebrar el Mes del Mar, si a nivel de políticas públicas no se le da la debida importancia. Por eso, no debemos bajar la guardia y seguir avanzando en darle forma a las iniciativas que nos podrán ayudar a que el mar de Chile sea el que le asegure un futuro esplendor a Chile.
Tan importante como lo anterior, es acercar a los chilenos al mar y que a nivel educacional todo lo que se refiera al mar sea algo normal y no extraordinario, que todos entiendan que de cara al Pacifico tenemos una inmensidad oceánica que podemos desarrollar y que nos puede ayudar en nuestro desarrollo futuro.
En lo inmediato, debemos darle los presupuestos que necesitan aquellos que cuidan e investigan nuestro mar, nuestro activo nacional más preciado, que no siempre recibe los fondos que le deberían corresponder por su importancia estratégica.
También en lo inmediato deberíamos abordar en forma más intensa la construcción naval, el turismo basado en los potenciales de la costa y los mares de Chile y, todo aquello que haga que nuestros puertos sean más eficientes y eficaces. Todas estas ideas nos llevarán de ser un país marítimo, que ya somos, a ser la potencia marítima del Pacifico Sur Oriental. No se me ocurre un mejor homenaje a los héroes navales y marítimos de Chile, que tomarnos las cosas en serio y ser una potencia marítima.
Richard Kouyoumndjian
Vicepresidente AthenaLab
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