El Líbero, 5 de febrero 2022
El próximo gobierno deberá construir una respuesta que asegure a quienes llegan a Chile de manera legal que el Estado tiene la capacidad de recibirlos, y además combatir el crimen que, usando a la migración, busca instalarse en el país.
Si bien la violencia en La Araucanía requiere de toda nuestra dedicación y esfuerzo, la situación en el norte no deja de ser urgente. La migración irregular colapsa Colchane. Hace tres semanas, el alcalde de esa localidad estimaba que diariamente entraban al país entre 400 y 500 personas de manera ilegal. Si somos conservadores, hablamos de 400 ingresos diarios, 2.800 a la semana, 12.000 al mes y 146.000 al año por un solo cruce de frontera. La Macrozona Norte tiene ocho habilitados, pero hay más de 100 lugares irregulares por donde se puede pasar a pie. La situación plantea una problemática que tiene impacto directo en el bienestar y seguridad de la población.
Gracias a los avances tecnológicos, de transporte y comunicaciones, el desierto y la cordillera ya no son obstáculo; las fronteras se han transformado en zona de encuentro entre quienes transitan por ellas y quienes utilizan su porosidad como una oportunidad para el crimen. Así, delincuencia organizada y migrantes conviven en una zona donde el control es difícil y a veces, escaso.
Motivos para migrar hay muchos y no hay problema en recibir a quienes quieran vivir en nuestro país mientras su llegada sea de manera regulada y el Estado cuente con las capacidades de proveerlos de los bienes básicos para su desarrollo. El tema es otro: el aprovechamiento que el crimen organizado latinoamericano hace de esta problemática para lucrar con los migrantes o infiltrarse en ellos para escapar de ajustes de cuentas o exportar el negocio a otras latitudes.
A inicios de siglo la frontera EE.UU.–México era de las más porosas del continente; hoy, la del norte de Chile le compite de cerca. Las localidades cercanas a ella argumentan aumento de violencia, exceso de migrantes que superaron las capacidades del estado y una migración irregular sin precedentes que se transforma en el vehículo que el crimen organizado utiliza para sus fines. “Pasan como Pedro por su casa”, dijo el alcalde de Colchane. A su parecer, el descontrol migratorio se ve reflejado en el aumento de la delincuencia. Y si bien la migración no es la causa del delito, sí constituye un canal mediante el cual éste se desplaza.
Nuestro país se está viendo enfrentado a fenómenos que hace 10 años sólo pasaban en el norte del continente. El progreso que hemos alcanzado durante los últimos 30 años ha construido un país de oportunidades para chilenos y extranjeros. País que debemos cuidar y oportunidades que tenemos que fomentar.
El próximo 11 de marzo nuevas autoridades llegarán al gobierno y, junto al terrorismo en La Araucanía, deberán hacerse cargo del fenómeno migratorio en su conjunto. Por un lado, deben construir una respuesta que asegure a quienes llegan de manera legal que el Estado tiene la capacidad de recibirlos, y por otro, combatir el crimen que, usando a la migración, busca instalarse en el país. El componente transnacional del fenómeno es innegable, por lo que la estrategia migratoria no puede separarse de la problemática de seguridad latinoamericana. ¡La Macrozona Norte es la otra gran prueba para Boric!
Pilar Lizana
Investigadora AthenaLab
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