El tan prometido plan contra el crimen organizado es un punto de partida importante, pero que aún no vemos.
La política nacional está en búsqueda de acuerdos, especialmente por seguridad. Pero solo llegar a un punto común no basta. Se requiere dimensionar la problemática, entender sus múltiples aristas y definir cuáles son los mínimos que necesitamos para avanzar en ese tan mencionado acuerdo transversal.
Esta semana la ministra del Interior explicó que se ha reunido con actores locales y políticos y que las conversaciones seguirán la semana que viene. También habló de un convenio con ONU Mujeres. Todo en el marco de los compromisos por seguridad. No hay llave mágica, dijo. Bueno, si la hubiera no estaríamos teniendo estas conversaciones. Sin embargo, hay algo que se le olvida a la ministra y que es fundamental para avanzar en el diálogo: los lineamientos que fije el gobierno como conductor de la seguridad pública del país.
Entonces, ¿qué vamos a acordar?, ¿sobre qué base? El tan prometido plan contra el crimen organizado es un punto de partida importante, pero que aún no vemos. El aumento presupuestario en materias de seguridad algo indica, pero tampoco es suficiente, pues lo que todos queremos saber es cuál será la guía que propondrá el gobierno para impulsar esos acuerdos. Los convenios y aumentos de fondos tendrán sentido una vez que conozcamos esas guías. Sólo así podremos visualizar las prioridades, pero no sin antes despejar las dudas que puedan surgir, como por ejemplo la del convenio con ONU Mujeres.
El memorándum de entendimiento firmado con ese ente internacional tiene como foco, explicó la ministra Tohá, el “apoyo a la inclusión y la transversalización de la perspectiva de género en las fuerzas policiales chilenas a nivel interno y operativo”, algo curioso si pensamos que Carabineros incorporó a la mujer en 1962 y en las postulaciones a la PDI prácticamente hay paridad. No hay duda de que la perspectiva de género debe incluirse en materias de seguridad, sobre todo cuando la percepción de inseguridad es mayor en mujeres que hombres, pero a nivel operativo e interno es otra cosa.
No hay que confundir las múltiples aristas; la claridad en eso es fundamental para diseñar la planificación. Nuestro escenario de seguridad está marcado por delitos violentos que empujan los índices de homicidios y la percepción de inseguridad. La llegada del crimen organizado cambió nuestro contexto y dejó en evidencia que las respuestas que estábamos acostumbrados a aplicar de nada sirven cuando enfrentamos una amenaza de este tipo. Tampoco sirve la ideología. Pareciera que estamos entrampados en un momento donde los árboles no nos dejan ver el bosque.
Llevamos ocho meses conversando, los representantes de Interior se han reunido con alcaldes y llevan tiempo preparando el diagnóstico; es hora de que aclaren sus prioridades, lideren la estrategia de seguridad pública y definan hasta dónde llega su voluntad política para hacer frente a los desafíos. Combatir el crimen tiene costos y, mientras no se asuman o no estén dispuestos a hacerlo, será difícil alcanzar los acuerdos. Pues, no sabremos cuál es el piso del gobierno. Lo que sí es claro es que esas definiciones son el mínimo para empezar a conversar.
Pilar Lizana
Investigadora AthenaLab
Fuente: El Líbero
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