El Líbero, 24 de marzo 2023
Nuestros puertos, carreteras y hasta acuerdos internacionales son utilizados por los grupos del narcotráfico transnacional.
La demolición de la narco-casa en La Florida y el narco-funeral en Valparaíso nos han llevado a una mirada local del fenómeno del narcotráfico en Chile. Una perspectiva que sin duda es la que más preocupa a los chilenos, pero desde la cual no podremos enfrentar el problema en su conjunto.
Cooperación internacional, las palabras mágicas que no podemos olvidar, pues, la demolición de casas y la protección de la población de un narco-funeral no tendrán el efecto deseado si es que no se combate el ingreso de droga por el norte y su salida por puertos tan importantes como el de San Antonio.
La posición de Chile en el Pacífico aparece como un activo fundamental para nuestro comercio internacional legal, más del 90% de éste se mueve por vía marítima, pero también para aquel ilegal que usa nuestra infraestructura crítica para sus negocios.
La ubicación en ese mar que tranquilo nos baña es la puerta al mundo, a uno en el cual estamos plenamente integrados, aspecto que hemos profundizado con los más de 30 acuerdos comerciales vigentes. Pero, a esa puerta de salida al mundo, hay que agregar una de entrada: nuestra frontera norte. Una gran mampara de cristal delgado que junto a una debilitada y difícil fiscalización se transforma en el punto de acceso para la droga a Chile.
Los más de 100 pasos no habilitados que recorren nuestro límite con Perú y Bolivia son aprovechados por los grupos criminales para expandir el contrabando y el tráfico. La llegada de nuevas bandas a regiones como Tarapacá que han aumentado la competencia por las rutas de distribución, disparan los índices de violencia -de acuerdo con el Ministerio del Interior esa región posee la tasa de homicidios más alta del país. Además, los grupos narcos que operan en la zona se han beneficiado del tránsito lícito de bienes que es regulado por el Tratado de Paz y Amistad de 1904.
Nuestros puertos, carreteras y hasta acuerdos internacionales son utilizados por los grupos del narcotráfico transnacional. Colombia, Perú y Bolivia son los tres productores de coca en el mundo y Europa central y occidental junto con Norteamérica concentran más de la mitad de la demanda de esa droga. A medio camino entre la oferta y la demanda está Chile, distribuyendo el producto hacia México, Estados Unidos y Europa.
Con un rol tan importante en el comercio global de coca, va a ser difícil que las acciones locales puedan frenar la entrada de la droga. El negocio es demasiado lucrativo y la infraestructura chilena una tremenda oportunidad.
El desafío, evitar que el narco se siga aprovechando de nuestro territorio. La forma, con medidas que apunten a un mejor control territorial derivado de sinergias que generen los trabajos complementarios de agencias como las policías y aduanas, al mismo tiempo que se elabora una arquitectura de seguridad pública que permite generar políticas aplicables a los desafíos locales que consideren el entorno internacional del tráfico de drogas.
El estado final deseado, un contexto de paz para el desarrollo de los chilenos y un ambiente seguro para nuestra infraestructura y comercio internacional.
Pilar Lizana
Investigadora AthenaLab
Fuente: El Líbero
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