El Mostrador, 12 de octubre 2023
Israel no tiene profundidad estratégica, es decir, tiene a sus enemigos cerca, muy encima, lo que no le da mucho tiempo de reacción y es la base sobre la cual organiza su estrategia de defensa, la cual tiene que ser sólida a objeto de poder disuadir o, bien, actuar en forma abrumadora cuando se requiere.
Esta columna se escribe durante la mañana del miércoles 11 de octubre de 2023. Israel aún no lanza su ofensiva terrestre y quién sabe si lo hará, ya que depende de qué pase en otros lugares y, por ende, de las necesidades que puedan tener. Por ahora han usado misiles, cohetes y su fuerza aérea para eliminar a los terroristas, su organización y logística. Recién se está terminando de conocer la magnitud y características del ataque de Hamás, el cual, al más puro estilo de los antiguos bárbaros, mató, violó y secuestró violentamente a seres humanos, los que en su mayoría eran civiles judíos, incluyendo ancianos y niños.
Hamás tiene como propósito real el eliminar al Estado de Israel y a los judíos. Cualquier otra cosa que se diga no es verdad, pero también se debe decir claramente que, si bien es cierto que los integrantes de Hamás son palestinos, no todos los palestinos los apoyan en su actividad terrorista y está por verse esa lealtad, si los siguen usando de escudos ante los ataques de la fuerza aérea.
Israel está ubicado en un barrio complicado y, por de pronto, no puede dar por segura ninguna de sus fronteras, ni siquiera las que tiene con Egipto o Jordania, países que en un abrir y cerrar de ojos se pueden cambiar de bando. Gaza y Cisjordania ya sabemos dónde están parados respecto de ellos y, por el norte, tiene a Hezbollah en el Líbano y a los sirios en los Altos del Golán. Irán es su gran oponente, el que financia y equipa a todos sus rivales.
Israel no tiene profundidad estratégica, es decir, tiene a sus enemigos cerca, muy encima, lo que no le da mucho tiempo de reacción y es la base sobre la cual organiza su estrategia de defensa, la cual tiene que ser sólida a objeto de poder disuadir o, bien, actuar en forma abrumadora cuando se requiere, como es la situación en la que está ahora.
Los enemigos de Israel atacan principalmente con cohetes o misiles y, de vez en cuando, con incursiones como las del sábado pasado. En simple, a Israel le bastarían un escudo protector con una efectividad del 100% (el actual tiene del 90%), una logística que mantenga al escudo funcionando (el que depende de su relación con EE.UU.), cercos o rejas con sistemas de vigilancia y alerta mejorados de la versión que fue penetrada, así como ciberseguridad e inteligencia de última generación.
Suena fácil, pero no lo es, ya sea porque las cosas fallan o las dirigen humanos, que también fallan, y es por eso que, junto a lo anterior, necesita de fuerzas terrestres, navales y aéreas para resetear las condiciones cada vez que sea necesario. Por reset me refiero a eliminar o neutralizar las bases desde las cuales los atacan, y es lo que están haciendo en este minuto con Hamás en Gaza. El reset no es fácil, dado que sus enemigos operan en centros urbanos altamente poblados, algo que hacen a propósito para limitar el accionar israelí.
Dicen que las guerras son la continuidad de la política por otros medios, y eso es correcto. Las deciden los políticos de turno si cuentan con la legitimidad y apoyo popular, algo que al parecer Hamás logró con su ataque barbárico, ya que consiguió que Israel se una detrás de un gobierno de unidad nacional para vengar las muertes de sus niños y ancianos, los secuestros de su gente y las violaciones de sus mujeres.
El instrumento militar será el que ejecute las órdenes del gobierno, las que no existirían si no fuera porque el pueblo lo pide. Las órdenes muy probablemente serán hacer un reset completo de todo el barrio en que viven y eliminar toda amenaza, sea real o potencial, ya que la experiencia más reciente fue algo que les despertó los miedos y recuerdos más profundos.
Richard Kouyoumdjian
Vicepresidente AthenaLab
Fuente: El Mostrador
Las opiniones expresadas en este artículo son las del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de AthenaLab.
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