El Líbero, 14 de febrero 2024
Independiente de los errores que cometió, mi evaluación general del ex Presidente es positiva, más aún cuando se compara con los resultados que están obteniendo los que le hicieron la vida imposible, hasta en pandemia.
Mi columna anterior se fue a la editora horas antes de que falleciera trágicamente Sebastián Piñera Echenique. Mis sinceras condolencias a su viuda, hijos, nietos y familiares. Junto con la entrevista que di ese día en este medio, ambas trataban del tema de la seguridad pública, crimen organizado en las principales ciudades de Chile, incendios forestales de verano como el ocurrido en la V Región, inmigración ilegal desde el Perú y Bolivia acompañada del ingreso de delincuentes y criminales al territorio nacional, e insurgencia en la Macrozona Sur. Todos temas que existen principalmente por la ausencia de una estrategia, arquitectura y sistema de seguridad nacional y que han acompañado tanto a Boric, como al último gobierno de Piñera y Bachelet en su segundo periodo presidencial.
A Sebastián Piñera los temas anteriores le preocupaban. Algunos más y otros menos. En el 2018 presentó proyectos de ley que buscaban atacar temas que ya en esa época eran importantes para los chilenos. Me refiero a la modernización de las policías, el sistema de inteligencia del Estado, control de armas, y el fortalecimiento del rol de las municipalidades y de la ciudadanía en el tema de seguridad. Estos proyectos lamentablemente no prosperaron producto de que no tenían mayoría parlamentaria y, principalmente, porque la izquierda le negó la sal y el agua a todo lo que venía de su gobierno independiente de la calidad y lógica de las ideas presentadas, algo que el mismo presidente Boric reconoció cuando despidió a su antecesor en la sede capitalina del Congreso Nacional.
Todos sabemos que llegado el estallido social y el posterior Covid-19 las prioridades cambiaron. Piñera entró en modo Jefe de Estado y se dedicó a administrar el país. No fue popular, salvó la democracia, tuvo éxito en el manejo de la pandemia y logró terminar dignamente su segundo periodo presidencial. La mejora en la percepción de su segundo gobierno se debe en gran medida a la falta de buen gobierno demostrado por su sucesor, algo similar a lo ocurrido con Bachelet 2, que permitió a Piñera una repetición entre el 2018 y 2022, confirmando algo que ya es sabido: la narrativa de eficiencia de la derecha no asegura elecciones, sino más bien son los malos gobiernos de la izquierda los que llevan a personas como Piñera o eventualmente Evelyn Matthei a la Presidencia.
Habiendo dejado claro algunos aspectos contextuales, el propósito de esta columna es entender a la derecha respecto de su relación con las relaciones internacionales, seguridad y defensa nacional. Para ello un buen comienzo es la encuesta Cadem Plaza Publica publicada el domingo 11 de febrero de 2024, en la que se indica que un 77% de los encuestados están de acuerdo en que los gobiernos de Sebastián Piñera generaron una buena imagen internacional, lo que no necesariamente significa que el interés nacional de Chile haya sido bien protegido o resguardado como para dar esa calificación al manejo de las relaciones exteriores de Chile.
Una cosa es tener una buena imagen país, participar de lo que ocurre en el mundo y de las instituciones multilaterales, apoyar iniciativas como la COP, y otra es proteger nuestro interés nacional, el territorio, mares, espacios aéreos y espaciales. En ese sentido, bajo el gobierno del Presidente Piñera perdimos mar chileno en La Haya en el 2014, algo que sus ministros trataron de vestir como de poca importancia debido a que en esa porción de mar la actividad pesquera no era relevante.
Posteriormente, en su segundo gobierno concedió apoyos a Argentina en la visita de enero del 2021 de Alberto Fernández que en nada protegían el interés nacional. Más aún este apoyo es poco después de que la Argentina publica su plataforma continental extendida en que pasan a llevar buena parte del interés chileno austral.
Piñera, que puede haber caído en personalismos, pero no siguió políticas exteriores del tipo turquesa o feministas, antes de terminar su gobierno corrige el error de su Cancillería y con el apoyo de la Difrol y la Subsecretaría de Defensa, en una jugada magistral, publican la carta náutica N°8 en la que deja claro los límites marítimos chilenos, a la vez que apura los estudios para presentar las plataformas continentales extendidas a las que tiene derecho Chile. Esto en mi opinión es lo mejor que hizo en términos de relaciones exteriores.
En general Piñera tuvo buenos embajadores, más aún cuando se comparan con algunas de las actuales designaciones políticas, y en lo que se refiere a cancilleres destaco a Teodoro Ribera que, junto a su director general de planificación estratégica, colocaron en buen rumbo a la Cancillería y el interés nacional nunca estuvo mejor servido. Lamentablemente nunca vamos a entender la salida de Ribera y su reemplazo por Allamand, movimiento que parece más bien servir intereses partidarios que el interés de Chile, como tampoco su interés por ir a Cúcuta y los riesgos de meterse en la política venezolana.
Donde Piñera nunca se sintió muy cómodo fue con el mundo militar, algo que no ocurrió ni en su primer gobierno como tampoco en el segundo. Algunos dicen que era una relación que no venía bien de tiempos anteriores, pero en concreto algunas acciones como mandar a los edecanes al subsuelo de La Moneda en su primera administración, o descabezar el alto mando del Ejército de Chile a fines del 2018 por el caso pasajes, un caso que 5 años después no tiene condenados, no se entienden y asumo que fue mal asesorado, ya que claramente no se midieron las consecuencias de las decisión de sacar a muchos buenos generales, afectando seriamente la seguridad nacional.
Las personas tienden a olvidar las cosas buenas realizadas y se concentran en destacar las negativas, como el cierre del Penal Cordillera. Debido al paso de los años algunos se olvidan de que Piñera 1 fue la reconstrucción del Chile del tsunami y terremoto del 27 de febrero de 2010. En ese sentido todas las capacidades de la Base Naval de Talcahuano afectadas fueron recuperadas o mejoradas. Piñera apoyó decididamente los planes de la Armada, los financió y se realizaron antes del término de su primer mandato.
He meditado mucho sobre la relación del Presidente Piñera con el mundo de las fuerzas armadas. Puedo estar equivocado, pero producto de su naturaleza, unos se mueven en términos de eficacia y el Presidente pensaba en términos de eficiencia, algo que el subsecretario de Defensa de su segundo gobierno entendió perfectamente. El subsecretario era el equivalente militar al presidente en lo que, a inteligencia, forma de pensar y fundamentar se refiere, y es por ello por lo que se saca la primera política de defensa, se aprueban adquisiciones y construcciones navales relevantes, se ordena la industria de defensa nacional y se saca la ya mencionada carta náutica N°8. La sintonía que lograron ambos fue clave y es lo que aún permite que la Defensa Nacional, dos años después, estar aún entregando resultados en materias claves de modernizaciones y equipamiento de las tres instituciones.
Lo que aún está por verse es qué va a pasar con la ley de financiamiento de capacidades estratégicas que reemplaza la ley del cobre. En el ejercicio presupuestario del 2024 ya falló por primera vez y los temores de muchos se podrían hacer realidad si es que el gobierno no cumple con su promesa de rellenar la alcancía durante este año. La lógica de la idea de Piñera y Espina, muy celebrada en su minuto y aprobada por todos los políticos depende de la voluntad de Hacienda de financiar lo acordado, y de que los políticos no olviden su compromiso. Sin un financiamiento estable no hay desarrollo de capacidades estratégicas.
La administracion de Piñera al igual que la actual terminó dando un uso intenso a las fuerzas armadas en estados de excepción constitucional, buscó el apoyo de los institutos armados en las fronteras con Perú y Bolivia por la vía del decreto 265, y no entendió que lo que teníamos en la Macrozona Sur era insurgencia y no delincuencia. Su estrategia era presentar querellas hasta un minuto en que no le quedó otra que establecer un estado de emergencia y pasarles la chiflota al Ejército y Armada de Chile.
Quizás esto no es lo que partidarios de Sebastian Piñera quieren escuchar, pero es la realidad. Dicho eso, e independiente de los errores que cometió, mi evaluación general del ex Presidente es positiva, más aún cuando se compara con los resultados que están obteniendo los que le hicieron la vida imposible, incluso, hasta en pandemia; que decían tener superioridad moral, y que nunca van a estar a la altura de quien los antecedió.
La gran lección a observar de los gobiernos de Piñera en términos de relaciones exteriores, seguridad y defensa nacional, es que se puede perder el rumbo si no se tiene claro el interés nacional y no se cuenta con una estrategia, arquitectura y sistema de seguridad nacional que asegure que el timonel así lo haga.
Sebastián Piñera Echenique, descansa en paz.
Richard Kouyoumdjian
Vicepresidente AthenaLab
Fuente: El Líbero
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