América del Sur: fuerzas motrices estratégicas e intereses de Gran Bretaña
James Rogers¸ editor en jefe de The British Interest y director del Programa Global Britain de la Henry Jackson Society de Londres.
A pesar de dominar la década de 1980 —debido a la invasión no provocada por Argentina de las Islas Falkland—, América del Sur ha sido prácticamente invisible para los estrategas y tomadores de decisión británicos en los últimos veinte años. Casi todas las demás regiones, Europa, Medio Oriente e incluso la zona del Indo-Pacífico, han atraído una mayor atención británica, sobre todo debido a los ataques terroristas islamistas en Estados Unidos en 2001 y la posterior Guerra contra el Terrorismo. Sin embargo, desde que el Reino Unido puso mayor atención en América del Sur, su interés ha estado impulsado principalmente por la amenaza que supone el narcotráfico (en países a lo largo de la costa norte del continente) para sus territorios de ultramar en el Caribe, así como las Islas Británicas en el Atlántico Norte.
Hasta cierto punto, la falta de interés de Gran Bretaña en América del Sur ha sido consecuencia del hecho de que la situación geopolítica en el continente estaba mejorando. Durante las décadas de 1980 y 1990, la democratización se extendió por la región y para el año 2000 ya no quedaban regímenes autoritarios. A pesar de la profunda depresión económica en Argentina a principios de siglo, el crecimiento económico estaba alimentando el surgimiento de una nueva clase media de consumidores en muchos países sudamericanos. Y aunque se mantuvieron importantes áreas de caos –en un momento aproximadamente el 40% de Colombia estaba bajo el control de los revolucionarios de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC)– la conducta general parecía positiva.
Aprovechando estos avances, el gobierno de coalición que llegó al poder en 2010 trató de reenfocar la atención de Gran Bretaña en América del Sur con la llamada Canning Agenda, denominada así por Canning House, un instituto con sede en Londres cuyo objetivo ha sido durante mucho tiempo mejorar los lazos entre el Reino Unido y América del Sur. Lord Hague, el entonces Secretario de Relaciones Exteriores, en una conferencia en Canning House describió este nuevo enfoque de la siguiente forma:
Vamos a detener el declive de la presencia diplomática de Gran Bretaña en América Latina. Y les digo muy claramente, como Secretario de Relaciones Exteriores, la retirada de Gran Bretaña de la región ha terminado y es hora de fomentar un avance en las relaciones.
El sentido de la Canning Agenda fue impulsar los vínculos económicos entre el Reino Unido y América del Sur —un enfoque que probablemente solo crecerá en importancia, sin considerar la posible retirada de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE). Sin embargo, en 2010, el resurgimiento de la geopolítica en América del Sur fue en gran medida imprevisto; de hecho, Lord Hague incluso lo descartó.
Tendencias estratégicas en América del Sur
En los últimos meses, las violentas protestas en Chile han captado la atención internacional, sobre todo porque este país era considerado como uno de los más exitosos y con mayor gobernabilidad de América del Sur: desde 1990, el ingreso nacional ha aumentado en un 524% y la democracia liberal se ha consolidado a lo largo del territorio, mientras que el oscuro régimen de Augusto Pinochet se ha desvanecido en la historia. Incluso en términos de desigualdad, Chile ha progresado significativamente desde 1990 y presenta un buen desempeño en relación con la mayoría de sus pares regionales. Además, los medios de comunicación globales tenían su interés puesto en Chile dado que sería país anfitrión de la Cumbre Anual de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) en Santiago en noviembre de 2019.
Sin embargo, a pesar de la atención de los medios globales sobre Chile, una serie de fuerzas estratégicas más amplias, más generalizadas y más preocupantes están comenzando a remodelar la política y la economía de América del Sur. Éstas incluyen:
- Estados fallidos, particularmente Venezuela bajo el régimen ilegítimo de Nicolás Maduro;
- El resurgimiento de figuras autoritarias fuertes, como lo son (en diferentes grados) Andrés Manuel López Obrador en México y Jair Bolsonaro en Brasil;
- El inicio de —en palabras de la 2018 National Security Capability Review —- “una competencia estatal más amplia”, dado que la República Popular China (RPC) y Rusia están desafiando las reglas establecidas del sistema internacional; y,
- Deforestación y desertificación, especialmente en el contexto de la selva amazónica, lo que probablemente contribuirá al cambio climático, tanto regional como globalmente.
Si estas fuerzas motrices estratégicos se fortalecen, ¿cómo será América del Sur en año 2030? Basado en las tendencias contemporáneas, tres futuros parecen posibles:
- Zonas de caos: la mayoría de los países de América del Sur continúan deteriorándose, ambiental, política y económicamente. Los vestigios de la democracia liberal se ven desplazados a medida que los regímenes autoritarios se fortalecen —tal vez incluso con un par de golpes militares al estilo de la década de 1970 — mientras que el colapso total de un país (como Venezuela) ocupa el ancho de banda regional. Sin una gobernanza efectiva y una debida cooperación regional, se intensifica la degradación ambiental principalmente por la tala acelerada de la selva amazónica y la desertificación resultante, contribuyendo global y regionalmente al cambio climático, lo que aumenta la migración hacia el norte de cientos de miles —incluso millones — de personas desesperadas por huir hacia el Caribe y América del Norte en búsqueda de una vida mejor.
- El paraíso de los depredadores: América del Sur no solo se convierte en una zona de caos, sino también en un campo de juego geopolítico —incluso en un campo de batalla— para que las principales potencias compitan entre sí. De hecho, el caos doméstico puede crear vacíos que absorberán esas potencias, creando un círculo vicioso de destrucción, no muy diferente a lo ocurrido en el pasado cuando Alemania y la Unión Soviética intentaron atrapar a Estados Unidos en su propio hemisferio. En este futuro, a medida que se intensifique la competencia estatal, las potencias revisionistas como la RPC y Rusia buscarán expandir su influencia. De manera similar a su influencia en Ucrania y Siria, Rusia podría tratar de desestabilizar deliberadamente a los países sudamericanos para desviar las consecuencias hacia el norte, específicamente hacia Estados Unidos (para generar discordia política interna y sentimiento aislacionista). Mientras tanto, a través de incentivos económicos, la RPC busca “capturar” a las élites sudamericanas, con la esperanza de que puedan realinear sus naciones ideológicamente contra la democracia y geopolíticamente contra EE. UU., así como contra países europeos como el Reino Unido y Francia.
- Islas de orden: aunque las zonas de caos continúan existiendo, un puñado de países siguen siendo lo suficientemente coherentes como para actuar como “centinelas que ponen orden” en todo el continente. Estos países restringen el caos entre sus vecinos y mantienen alejados a los actores extranjeros maliciosos, con la expectativa de crear zonas de prosperidad que rodeen a sus propios países de origen. Estos centinelas podrían incluir a aquellos países que cuentan con los mayores recursos y capacidad gubernamental para desempeñar un rol significativo en América del Sur, como Chile, Colombia, México y Brasil.
Sin embargo, incluso si las fuerzas motrices estratégicas existentes son conocidas, no está claro hasta qué punto se unirán en América del Sur para generar cualquiera de los tres futuros (zonas de caos, geopolítica intensificada y/o islas de orden). También pueden interactuar entre sí de maneras impredecibles. Por ejemplo, mientras las zonas de caos en Colombia se han cerrado en los últimos años con el desmantelamiento de las FARC, otras se han abierto en Venezuela.
Implicancias para el Reino Unido
Aunque el Océano Atlántico aislará al Reino Unido de los peores excesos de caos y desorden futuros en el continente, esto no significa que los estrategas británicos y los tomadores de decisiones deban seguir ignorando a Sudamérica, como lo han hecho en los últimos años (a pesar de la Canning Agenda). En primer lugar, América del Sur está adyacente a una serie de territorios de ultramar de Gran Bretaña, tanto al norte en el Caribe como al este, que se extienden desde la Isla Ascensión hasta el Territorio Antártico Británico. La isla Ascensión es residencia de una estación aérea británica que opera como punto de entrada al Atlántico Sur y a África; Santa Elena es territorio de un nuevo aeropuerto internacional; Tristán de Cuhna es ampliamente equidistante entre África y América del Sur; y las Islas Falkland —sede de la base militar más grande del Hemisferio Sur que se cierne sobre el Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos — junto con las islas Georgias del Sur y el archipiélago Sandwich del Sur, son una “puerta estratégica de acceso” a la Antártica.
En este contexto, la importancia de América del Sur puede aumentar a medida que África se levante en las próximas décadas, sobre todo porque se prevé que la mayor parte del crecimiento de la población de África se produzca en los países que rodean el Golfo de Guinea, especialmente en Nigeria. Según la División de Población de las Naciones Unidas, se proyecta que la población de África Occidental aumentará en un 103% en las próximas tres décadas, de 391,4 millones hoy a 796.5 millones en 2050, un aumento comparable a la población actual de la UE (sin el Reino Unido) Impulsados por la rápida urbanización en los países que rodean el Golfo de Guinea y la extensión de las conexiones económicas a través del Atlántico Sur, es probable que los dos lados del Atlántico Sur, América del Sur y África, se unan como nunca antes, con el Reino Unido en el centro.
Igualmente, América del Sur tiene una importancia geoestratégica vital para el aliado más cercano y poderoso de Gran Bretaña, Estados Unidos, con quien comparte intereses similares. Desde que el presidente James Monroe señalará en 1823 que el Hemisferio Occidental estaría cerrado a la intromisión europea, fue el Reino Unido el que usó su dominio naval para hacer cumplir la llamada “Doctrina Monroe”. En el siglo XXI, reducir el impacto de las fuerzas externas hostiles y maliciosas en América del Sur cobrará importancia. Aquí, es probable que Rusia y la RPC intenten alejar a los EE. UU. de sus propios barrios —Europa del Este y Asia Oriental, respectivamente— inmovilizándolo en su propio hemisferio. Del mismo modo, podrían intentar debilitar la actividad militar del Reino Unido en el Báltico, el Mediterráneo y el este de Suez apelando al sentimiento antibritánico en países sudamericanos como Argentina, obligando a Londres a redirigir los activos militares hacia el Atlántico Sur.
Finalmente, y quizás lo más importante, el aumento de políticas autoritarias en América del Sur puede dificultar la protección y promoción de los valores liberales y los principios democráticos que el Reino Unido aprecia. A medida que los países caen bajo el control de líderes autoritarios, es menos probable que apoyen las reglas establecidas en el sistema internacional, particularmente en relación con las iniciativas diseñadas para mitigar la aceleración del cambio climático. Este problema se amplifica dado que América del Sur es el hogar de la selva amazónica, que extrae una cantidad significativa de dióxido de carbono de la atmósfera, enfriando el planeta como un “gran aire acondicionado”. Si la deforestación y la desertificación no se controlan en Brasil, Perú y Colombia, se acelerará el ritmo al que el mundo se dirige hacia el llamado “punto de no retorno”, donde el catastrófico cambio climático ya no es evitable.
¿Cómo debería responder Gran Bretaña?
América del Sur enfrenta muchos problemas, que probablemente crecerán en los próximos años a medida que el aumento de la competencia estatal y el cambio climático tengan su efecto. Pero el continente también tiene algunos casos de éxito. Como potencia global con intereses en el Atlántico Sur y el Caribe, Gran Bretaña está bien posicionada para ayudar a garantizar que América del Sur no descienda más al caos ni se desintegre bajo la intriga geopolítica. En un mundo ideal, a medida que el Reino Unido busque construir sobre la Canning Agenda y expandir su presencia global —comúnmente descrita como Global Britain—, extenderá su mano a todas las naciones sudamericanas que buscan fomentar un continente más liberal, democrático y ordenado. Trabajando con dichos países, el Reino Unido podría ser un apoyo —incluso en el caso de existir una oposición significativa — para crear islas circundantes de estabilidad.
Mapa 1: Hacia un nuevo enfoque geoestratégico británico en América del Sur
Sin embargo, debido a las fuerzas estratégicas que están remodelando América del Sur, es probable que dichos países sean cada vez más escasos. Como muestra el Mapa 1, el Reino Unido debería enfocar geográficamente sus esfuerzos, mejorando las relaciones con aquellos países que se extienden por la columna vertebral del continente: México en el norte, anclado a Estados Unidos; seguido por Colombia y Brasil en el medio, con sus grandes poblaciones y recursos; seguido por un próspero y bien gobernado (pero relativamente pequeño en términos de población) Chile al sur. Con un paquete diseñado a medida para cada uno, enfatizando la importancia de la democracia liberal y la protección del medio ambiente, Gran Bretaña podría tratar de apoyar a cada socio a fomentar un “barrio circundante de prosperidad”, en la medida en que los cuatro vecindarios comiencen a superponerse. Este enfoque de orientación geográfica tiene sentido también en términos de los recursos —más limitados — que el Reino Unido probablemente quiera invertir en América del Sur. Al centrar su atención de esta manera, Gran Bretaña podría ayudar a reducir el efecto de las fuerzas negativas, convirtiéndose así en una de las partes externas interesadas más confiables de América del Sur.
*Este artículo fue originalmente publicado en The British Interest como South America: Strategic drivers and Britain’s interests
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