ANÁLISIS | La emergencia del Indo-Pacífico: Nuevas narrativas para la competencia estratégica

Aunque el Pacífico y el Índico siempre han estado conectados para los navegantes —recordemos la ruta que hicieron Hernando Magallanes y Sebastián Elcano hace 500 años—, fue en una conversación entre el entonces primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y su colega indio, Narenda Modi, a bordo de un Shinkansen en noviembre de 2016, cuando empezó a tomar forma esta nueva realidad.

Parafraseando al periodista Robert D. Kaplan, no es que la geografía haya cambiado en ese encuentro, sino que fue la manera en la que se concibe desde entonces. En este sentido, se puede afirmar que las nuevas concepciones no dependen tanto del marco geográfico subyacente, sino más bien de los intereses geopolíticos que hay detrás.

Términos ampliamente usados y que hoy no requieren mayor explicación, como Medio Oriente o América Latina, por ejemplo, fueron creados en distintas circunstancias históricas para dar cuenta de relaciones de poder específicas. Mientras el primero es de origen británico y fue popularizado por el estratega naval estadounidense Alfred Thayer Mahan para destacar la importancia de la región entre la península arábiga y la India, al segundo se le atribuye su nacimiento a la intención de Francia de acercarse a los territorios americanos destacando un origen lingüístico común. Esto prueba que los mapas, en el fondo, siempre son sobre el poder.

“La forma en que los líderes definen las regiones puede afectar su asignación de recursos y atención; el ranking de amigos y enemigos; quién está invitado y quién se pasa por alto o es olvidado”, sostiene Rory Medcalf en su libro “Indo-Pacific Empire” (2020).

El término Indo-Pacífico en cuestión ya figura en varios documentos oficiales de distintos países y ha sido empleado por altas autoridades de América, Asia e inclusive Europa, ya sea para potenciarlo como visión o para criticarlo, como es el caso de China, que lo ve como una maniobra más para diluir o contener su emergencia como actor global.  

Sin embargo, existen justificaciones reales para su empleo si se concibe el Indo-Pacífico tanto como un lugar como una idea, siguiendo el argumento de Medcalf.

Como lugar, el concepto se explica por la existencia de dos océanos que están conectados a través de una serie de estrechos (Malacca, Sunda, Lombok) y que son complementarios para relacionar a Europa, Medio Oriente y Asia. De esta situación se origina un sistema marítimo interconectado (comercio, diplomacia e infraestructura), donde lo que pasa en un parte afecta a otra.

El tamaño del Indo-Pacífico es variable, depende de quién trace el mapa. Sin embargo, está fuera de discusión que dentro de esta zona caben el país más poblado del mundo (China), la mayor democracia del mundo (India), el país con más musulmanes (Indonesia), y más de la mitad de las personas que habitan la Tierra.

En el campo comercial, en sus orillas se cuentan 10 de los puertos de mayor movimiento de carga y 60% del comercio mundial transita por rutas marítimas asiáticas.

Su importancia en materia de seguridad se explica por el hecho de contar con 7 de las 10 mayores fuerzas armadas del mundo (China, India, Rusia, Estados Unidos, Japón, Pakistán e Indonesia) y seis países poseen armas nucleares (China, India, Pakistán, Rusia, Estados Unidos y Corea del Norte). Desde el punto de vista del campo de batalla, es un entorno predominantemente aeronaval y espacial.

Por todo lo anterior, su estabilidad es crucial: cualquier crisis o conflicto crearía disrupciones a nivel global.

Como idea, el Indo-Pacífico por su tamaño relativo no está hecho para la hegemonía, sino para la multipolaridad. En la zona coexisten dos gigantes asiáticos creciendo juntos y de manera simultánea (no siempre amistosa), gracias a las condiciones de estabilidad creadas por la Pax Americana tras el fin de la Segunda Guerra Mundial.

Dado que la emergencia de China como potencia capaz de proyectarse al Índico cambió el statu quo, Beijing desarrolló su propia versión de un Indo-Pacífico con características chinas, lo que se expresa en la versión marítima de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (conocida popularmente como la Nueva Ruta de la Seda), que considera inversiones en una serie de puertos de países afines (Hambantota, en Sri Lanka, y Gwadar, en Pakistán) y bases (Djibouti).

Si bien la macrorregión está en una etapa temprana de configuración, grupos como el “Quad” (Australia, Estados Unidos, India y Japón), ya empiezan a realizar ejercicios navales combinados y buscan coordinaciones diplomáticas respecto de asuntos regionales puntuales. Este de tipo de iniciativas flexibles y enfocadas podría ser la tónica del futuro.

Como país marítimo y con su comercio exterior vinculado mayormente a Asia, resulta pertinente para Chile plantearse la forma que adoptará su inserción al ahora Indo-Pacífico, ya que es una realidad que llegó para quedarse. Si se maneja de manera adecuada, puede ser una alternativa para navegar entre un Estados Unidos que se ha vuelto más impredecible (por la disfuncionalidad de su política interna) y una China cada vez más autoritaria (por la reconcentración del poder). El ministro de Relaciones Exteriores, Andrés Allamand, ya ha empleado públicamente el término para enfatizar su interés en profundizar los lazos de Chile en la zona, en especial con países como Australia e India¹.

A continuación, una breve revisión de documentos oficiales y declaraciones de autoridades (en caso de no existir textos que fijen una visión) sobre el Indo-Pacífico y los vínculos donde encontrarlos: