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Pérdida del crucero “Moskva”: ¿Cadena de errores rusos o acierto ucraniano?

22 de abril de 2022
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Pérdida del crucero “Moskva”: ¿Cadena de errores rusos o  acierto ucraniano?

¿Cómo perder un crucero de 12.500 toneladas en una guerra esencialmente terrestre y a manos de un país sin Armada? Es la pregunta que muchos navalistas se estaban haciendo tras el hundimiento del “Moskva”, buque insignia de la Flota Rusa del Mar Negro, impactado por un misil “Neptuno” lanzado desde la costa, de acuerdo con la versión ucraniana, o por un incendio a bordo, según Moscú.

Aunque imágenes que circulan en redes e información meteorológica disponible del momento han ido desbaratando la idea de un accidente y reforzando la tesis de un certero ataque con misiles antibuque en el contexto de la guerra ruso-ucraniana, aún quedan interrogantes por resolver.

¿Qué causó el fuego y la explosión a bordo?; ¿Dónde quedó el control de averías?; ¿Por qué el buque ruso no fue capaz de detectar los misiles disparados y su puso a su alcance?; ¿Existió la distracción de radares y sensores por el uso de drones de origen truco TB2, por parte de Ucrania, en forma previa al ataque?

Respecto de la primera interrogante, ¿Qué causó el fuego: un incendio o una explosión? A la fecha existen dos versiones. La primera, respecto de Ucrania que explicita que el buque fue hundido por el accionar de misiles “Neptuno” (una versión mejorada del ruso Kh-35) disparados desde la costa. La segunda versión, la oficial rusa, indica que el “Moskva” se hundió como resultado de un incendio a bordo provocado por una explosión y zozobró en circunstancias que era remolcado a la base de Sebastopol en malas condiciones atmosféricas.

Al ser contrastada la opinión rusa con experiencias similares, no existe precedente de explosión de munición al interior de un crucero —de esta clase “Slava”— que cause la destrucción evidenciada, abarcando gran parte del buque. Adicionalmente, los reportes meteorológicos mientras la nave era remolcada indican que la altura de las olas no superaba 1 metro y la velocidad del viento no excedía los 14 nudos, lo que no representa una circunstancia adversa o compleja para la operación de remolcamiento. Más aún, la versión del incendio a bordo fue posterior a la divulgación del impacto con misiles del mencionado buque.

Por su parte, en diciembre de 2021, el Ministerio de Defensa ucraniano había anunciado que los misiles “Neptuno” estarían disponibles en abril de este año. Las operaciones rusas cerca de costa desde el inicio de las hostilidades parecían confirmar que, precisamente, no se contaba con dicha capacidad operacional, que de haberla ejecutado tempranamente habría significado una importante herramienta en el antiacceso y negación de área (A2/AD) para las fuerzas ucranianas en contra de las rusas. El hecho de no haber usado esta capacidad en los primeros 45 días de guerra indica que, probablemente, se aceleró su desarrollo al inicio del conflicto, para ser ocupada como sorpresa operacional, en el momento más indicado, tomando en cuenta el efecto sorpresa, en la fricción o neblina propia de la guerra.

En relación con la segunda interrogante, ¿Por qué el buque ruso no fue capaz de detectar los misiles disparados, pese a contar con toda clase de sensores?; ¿Existió la distracción de radares y sensores por el uso de drones TB2, por parte de Ucrania, en forma previa al ataque?

Por fuentes abiertas y de prensa internacional han circulado versiones del uso por parte de Ucrania de drones del tipo TB2, o “Bayraktar”, los que supuestamente habrían distraído los radares del “Moskva”, posibilitando el impacto de los misiles “Neptuno”. Dichas afirmaciones desconocen la realidad de las capacidades antiaéreas del crucero ruso, que le permiten detectar, seguir y repeler múltiples contactos. Al final del día, dicha capacidad es la propia de cualquier crucero de este tipo, la que no puede quedar paralizada por el ataque de un par de drones, ya que cuenta con sistemas de armas para su neutralización.

Adicionalmente, este tipo de buques posee radares de búsqueda para detectar contactos aéreos y en caso de identificar una amenaza el contacto se traspasa a un radar de seguimiento para iluminar el objetivo y posibilitar su batimiento. La distribución de radares en la estructura del buque posibilita que se cubran todos los espacios de detección sin dejar áreas ciegas a la observación y detección. En este particular caso, un crucero tipo “Slava” posee más de un radar (Top Dome, 2xPop Group, 3xBass Tilt, Kite Screech como radar de control de fuego). A mayor abundamiento, los cruceros clase “Slava”, están equipados con un sistema de apoyo electrónico, denominado 4xRum Tub, el cual puede detectar radar de búsqueda de los misiles “Neptuno”. Después de una detección de este tipo de amenaza, el buque tiene cerca de dos minutos para defenderse del misil. Para ello el “Moskva” estaba además equipado con un sistema de armas cercano del tipo 6x30mm/AK630, que poseen su propio radar y deberían ser capaces de detectar y neutralizar los misiles “Neptuno” en vuelo hacia su objetivo.

En concreto, el crucero “Moskva” estaba equipado con sensores y armas para lidiar con misiles antibuques y tener una reacción adecuada estas amenazas. Lo que cualquier juicio —respecto del incidente— podría desconocer es el grado de preparación y entrenamiento de la tripulación del buque, tanto para lidiar con la detección de misiles, como posteriormente en el control de daños y averías; así como el grado de mantenimiento y estado operacional de los sistemas de detección y armas de respuesta.

Por otra parte, la inteligencia rusa tendrá que aclarar por qué durante más de un mes la flota operó cerca de costa sin que se advirtiera la posibilidad de ser afectados por este misil que requiere de instalaciones que no son fáciles de ocultar o mimetizar.

El hundimiento del “Moskva” también tiene un alto simbolismo, por muchas razones. Se trataba del buque insignia de la Flota del Mar Negro, una de las cinco de la Armada Rusa y la cual ha recibido más atención en materia de modernización de armamento, junto con las unidades en el Caspio. 

Si bien la proyección de poder en el mar juega un rol en el proyecto político del presidente Vladimir Putin de hacer de su país una potencia militar mundial, la doctrina naval rusa tradicional siempre ha priorizado el control de mares interiores, como el Negro, por sobre grandes espacios oceánicos, cuando se trata de la flota de superficie[1].

Respecto de esta última se ha optado por la modernización de los misiles de antiguas y grandes unidades construidas en la época soviética, como el “Moskva” de principios de 1980, y por la fabricación de naves pequeñas –fragatas y corbetas–, con alto poder de fuego[2].

Por lo mismo, el hundimiento del crucero puede poner en entredicho tanto la capacidad de la Armada rusa para controlar un mar interior, una de sus misiones esenciales, como la efectividad de su plan de modernización basado en actualizar viejas plataformas. También cabe recordar, que la Armada ucraniana prácticamente desapareció del Mar Negro desde que Rusia anexó la península de Crimea en 2014, incluida la base de naval Sebastopol, con todas sus naves, aviones y astilleros.  

Hace cuatro décadas que un crucero no era hundido en un contexto de hostilidades. Ocurrió durante la Guerra de las Malvinas/Falklands en 1982 cuando el buque argentino “Belgrano” fue atacado por el submarino británico “HMS Conqueror”. En este mismo escenario bélico, el “HMS Glamorgan” fue impactado por un misil Exocet SM-38 lanzado desde las islas en una maniobra que al parecer han replicado los ucranianos.

Por todo lo anterior, el hundimiento del “Moskva” parece ser un revés más en la guerra de Putin contra Ucrania y un acontecimiento naval que permite sacar muchas lecciones, en especial cuando ejércitos como el estadounidense y el japonés están dedicando a mejorar su capacidad para contribuir a la defensa costera con la operación de misiles antibuques, como una herramienta efectiva de negación de área en complemento y coordinación con sus armadas.

John Griffiths y Juan Pablo Toro


[1] Delanoë, Igor, “Russian Naval Strategy”, en Études Marines, N°17, January 2020, p.34. 

[2] Waters, Conrad, “Europe and Russia”, en World Naval Review 2020, Seaforth, Yorkshire, p.63

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