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COMENTARIO | ¿Cuánto aporta Chile a la seguridad internacional?

16 de junio de 2022
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COMENTARIO | ¿Cuánto aporta Chile a la seguridad internacional?

Entre las muchas cosas que ha dejado meridianamente claro la guerra de Rusia y Ucrania, es que la seguridad y la economía son interdependientes en un mundo globalizado. Si el sistema internacional pierde estabilidad por agresiones militares, las cadenas de suministros se verán afectadas. La escasez coyuntural de un producto, ya sea porque no se puede producir o distribuir (sanciones y problemas logísticos), incidirá en el aumento de su valor.

Es decir, la seguridad de un país depende hoy de la seguridad de otros. Los intereses nacionales se entrecruzan necesariamente con los intereses nacionales de otros. Este argumento sería suficiente para justificar la cooperación militar entre países afines sobre bases materiales. Pero también se pueden agregar consideraciones de tipo humanitario.

Dicho lo anterior, la pregunta que surge apunta a la actual contribución de Chile a la seguridad global, un país que depende de poder comerciar con el mundo para crecer. La respuesta indicaría que se encuentra en los menores niveles de participación en tres décadas. Al menos, en lo que respecta a misiones de paz.

En un reciente artículo[1], a propósito de que el Centro Conjunto de Operaciones de Paz de Chile se apresta a cumplir 20 años, se precisó que hoy solo 24 militares están desplegados en misiones de paz: siete en Colombia; cinco en Bosnia y Herzegovina; seis en Chipre; tres en la misión de Chile en la ONU y tres en la UNTSO (la misión de Jordania, Líbano, Siria y Egipto). Es decir, no suman un pelotón. Nada comparable a las participaciones masivas que se tuvieron en Camboya, Timor del Este, Irak y Haití, donde se concretó el mayor despliegue de tropas chilenas en tiempos de paz. En algunos casos se trató de centenares y decenas de soldados e infantes de marina, en otros, de escuadrones de helicópteros de la Aviación del Ejército, en Timor del Este, así como de la Fuerza Aérea, en Irak.

Es cierto que las misiones de paz de Naciones Unidas se han vuelto menos populares que antaño. La duración en el tiempo de algunas es, quizás, el mejor argumento para pensar que a veces más bien tienden a perpetuar situaciones, que a resolverlas. Lo anterior debido a que el principal objetivo de las operaciones de paz es generar estabilidad y contener el conflicto, no emprender procesos de reconstrucción estatal. El fin de la presencia militar chilena de Haití, por donde pasaron 12.000 tropas a lo largo de 13 años, tuvo mucho de agotamiento y una cuota mayor de frustración. Hoy la nación caribeña sufre una nueva ola de violencia de la mano de pandillas fuertemente armadas y su presidente fue asesinado en medio de una intriga que incluyó mercenarios colombianos.

En la actualidad, existen más de 63 operaciones de paz multilaterales en 38 países y territorios, donde 20 están bajo el alero de Naciones Unidas, según el Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI)[2]. Estos números se mantienen relativamente estables desde 2012. No así la participación de tropas en estos despliegues que ha ido cayendo sostenidamente. Por lo tanto, que Chile tenga menos presencia en estas misiones se enmarca en una tendencia generalizada. A lo que se suma el hecho de que, en cuanto a las misiones de la ONU, gran parte se concentran en África, donde prácticamente no existen intereses nacionales en juego. Entonces, ¿son muchos o pocos los militares chilenos hoy en misiones de paz? Básicamente, pocos comparados con el pasado, pero quizás suficientes dado la realidad de un mundo que vuelve a ser testigo de la competencia estratégica entre potencias, donde se trazan esferas de influencia y se empiezan a generar o reforzar alineamientos entre países afines. Lo cual, nos lleva más bien a privilegiar los ejercicios militares combinados para optimizar la interoperabilidad y entrenamiento multinacional.

En estos momentos, la fragata “Lynch” de la Armada de Chile está en aguas estadounidenses para concretar su participación en Rimpac, el ejercicio naval más grande del mundo. A bordo, van más de un centenar de marinos. Entre julio y agosto, ellos podrán interoperar con algunas de las armadas más modernas y poderosas del mundo en prácticas que incluyen desde la guerra en el mar a operaciones de seguridad marítima. Todo esto ocurrirá en el Pacífico, por donde fluye el grueso del comercio exterior de Chile y cuya estabilidad es fundamental por lo mismo.

También en agosto se desarrollará el ejercicio Panamax, que se concentra en la protección de la ruta interoceánica, de la cual Chile es el cuarto usuario en el mundo. La novedad, es que el segundo comandante será un general de brigada del Ejército de Chile, lo cual sin duda habla del profesionalismo de esta fuerza y lo que a la vez le permitirá comprender mejor el peso de la realidad marítima de nuestro país. La interacción con siete países de la región se realizará en Estados Unidos.   

Por último, la Fuerza Aérea de Chile se prepara a reeditar el ejercicio Salitre en el segundo semestre y para el cual se ha invitado a Australia, Argentina, Brasil, Canadá, Colombia, España, Estados Unidos, Francia y Uruguay. Se esperan que lleguen aeronaves y personal de esos países, además de observadores.

Todos estos ejercicios permiten, en el fondo, mejorar la coordinación entre las fuerzas involucradas, compartiendo experiencias y procedimientos, a la vez que se construyen confianzas. Y si llega el peor de los escenarios, podrán trabajar en conjunto para hacer frente a amenazas comunes.

Cuando los militares se despliegan en el norte y el sur bajo estados de emergencia, es lógico que no se hablé mucho sobre la actual contribución de Chile a la seguridad global. Pero la cooperación internacional y el apoyo a la política exterior son una de las áreas de misión de las fuerzas armadas. Cómo cumplirla de la mejor forma, ya sea participando en operaciones, ejercicios o en ambos, debiera surgir de una definición de las autoridades. Identificando la magnitud del compromiso en función de los intereses y recursos involucrados, así como de los beneficios prácticos en el terreno. El multilateralismo no se agota con la firma del Acuerdo de Escazú. Por el tamaño, capacidad y preparación de sus fuerzas armadas, el país no solo puede pretender beneficiarse de la estabilidad del sistema internacional, sino también tiene que contribuir con lo propio a su buen funcionamiento.      

Juan Pablo Toro

16 de junio de 2022


[1] El Mercurio, “Bosnia, Colombia, Chipre y el Medio Oriente: los lugares donde 24 chilenos trabajan manteniendo la paz”, 12 de junio de 2022, página C4.

[2] SIPRI, Multilateral peace operations in 2021: Developments and trends. Disponible en: https://www.sipri.org/commentary/topical-backgrounder/2022/multilateral-peace-operations-2021-developments-and-trends

 

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