En un mundo donde los grandes liderazgos parecen estar ausentes, el nuevo libro de Henry Kissinger (Fürth, 1923) resulta iluminador en la medida que a través de seis casos tomados de figuras del siglo XX expone las condiciones de quienes lograron moldear su entorno nacional e internacional superando condiciones adversas.
El ex secretario de Estado norteamericano parte identificando dos epítomes del liderazgo: el estadista y el profeta. El primero, asume que una de sus tareas principales es preservar la esencia de la sociedad que dirige manejando las circunstancias y no ser sobrepasado por ellas. Aunque abraza el cambio y el progreso, es consciente de sus límites. En cambio, el segundo es un individuo que invoca una visión trascendente desde donde cree derivar su superioridad moral y ante lo cual no hay espacio para el gradualismo, puesto que sería una concesión al tiempo. Su virtud es hacer parecer posible lo imposible.
Aunque es cierto que el día a día suele consumir a los líderes y pocas veces encontramos los dos arquetipos anteriores en estado puro, durante los períodos de crisis intentar manejar el statu quo se vuelve más riesgoso y de ahí que se necesite a alguien que emerja para sentar las bases de una transformación positiva.
El autor de los imprescindibles libros “China” y “Orden Mundial”, escoge a los siguientes líderes para exponer sus virtudes transformacionales:
- Konrad Adenauer, canciller de Alemania: La estrategia de la humildad.
- Charles de Gaulle, presidente de Francia: La estrategia de la voluntad.
- Richard Nixon, presidente de Estados Unidos: La estrategia del equilibrio.
- Anwar Sadat, presidente de Egipto: La estrategia de la transcendencia.
- Lee Kuan Yew, primer ministro de Singapur: La estrategia de la excelencia.
- Margaret Thatcher, primera ministra de Gran Bretaña: La estrategia de la convicción.
Según Kissinger, todos ellos comparten el hecho de haber transcendido las circunstancias que heredaron, tras lo cual lograron llevar a sus sociedades a las fronteras de lo posible.
De Adenauer, por ejemplo, destaca su aceptación incondicional de la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial, como prerrequisito para reconstruir una democracia funcional dentro de nuevas estructuras de integración europeas. Eso supuso ganarse la confianza de los vencedores y de su sociedad al mismo tiempo, para lo cual requirió “humildad”.
El caso de De Gaulle es emblemático, porque si bien definía sus objetivos de manera profética (una Francia libre), los obtenía ejecutando decisiones como un estadista. Su legado se encuentra en la promoción del interés nacional galo a toda costa, aunque el ex asesor de seguridad nacional de Estados Unidos no vislumbra muchas lecciones en términos de políticas públicas. Aparte de tener una intuición excepcional para adelantarse a los hechos, el general francés lograba inspirar con el ejemplo, no necesariamente con recetas escritas de lo que debía, o no, hacerse.
Dando cuenta de su infinita lealtad con su exjefe, Kissinger aborda también la figura de Richard Nixon, de quien afirma que era muy respetado a nivel internacional, a diferencia de lo que ocurrió internamente en su país. Del presidente estadounidense destaca su política realista en la promoción de la paz a través del ajuste permanente de los equilibrios de poder. Lo que se ejemplifica con el acercamiento a China, los acuerdos con la ex Unión Soviética sobre limitación de misiles nucleares, así como el cierre de la guerra de Vietnam. Todo eso permitió recalibrar el poderío estadounidense en la escena mundial.
En el caso de Lee Kuan Yew, se resalta su capacidad para permear en toda la sociedad una cultural de excelencia, donde ni la mediocridad ni la corrupción tuvieran cabida, porque de otro modo fracasaría ese ambicioso proyecto colectivo llamado Singapur.
A la hora de buscar más puntos en común, estaría el origen de estos líderes en clases medias y su paso por instituciones educativas de calidad que permitieron sacar lo mejor de ellos, las mismas que hoy escasean. Situación que, en parte, explica la crisis de liderazgo actual.
En lo específico, Kissinger identifica cuatro características compartidas por todos.
- Agudo sentido de la realidad y una visión poderosa.
- Capacidad de actuar de forma decisiva en asuntos de importancia nacional en condiciones que parecen poco favorables.
- La importancia que le dieron a la soledad, como espacio personal para reflexionar antes de adoptar decisiones mayores.
- Todos fueron divisivos. Si bien buscaban que las personas los siguieran, asumieron que la controversia sería inevitable si querían hacer transformaciones.
“Para ellos, el privilegio de la ciudadanía implicaba la responsabilidad de ejemplificar las virtudes particulares de sus propias naciones. Servir a la gente y encarnar las mejores tradiciones de su sociedad fue un gran honor”, sostiene el autor sobre Adenauer, De Gaulle, Nixon, Sadat, Lee y Thatcher.
Cuando Kissinger se apresta a cumplir 100 años, y desaparecen figuras icónicas del siglo pasado como la Reina Isabel II y último líder soviético Mijaíl Gorbachov, el veterano “filósofo de las relaciones internacionales” entrega un libro necesario y hasta urgente.
“Leadership: Six studies in world strategy”
Penguin Press (2022)
528 páginas
En librerías online
Juan Pablo Toro, director ejecutivo de AthenaLab
12 de septiembre de 2022
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