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CLAVES | Para comprender el fenómeno de la guerra

23 de noviembre de 2022
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CLAVES | Para comprender el fenómeno de la guerra

Con ocasión del actual conflicto entre Rusia y Ucrania, la opinión pública ha estado sometida a una serie de comentarios sobre la guerra, sus características, evolución, naturaleza y carácter. En dichas interacciones se explicitan conceptos y nociones que no necesariamente son las adecuadas, de acuerdo con los estudios estratégicos. A continuación, entregamos mayores antecedentes para su conocimiento y aplicación.

¿Qué es la guerra?

La guerra es un enfrentamiento de voluntades, a través del uso de la violencia armada para el logro de objetivos políticos. El estratega militar prusiano Carl von Clausewitz, la definió como: “el reino de la incertidumbre o la fricción” o “el continuo entre política y violencia armada”. O bien, como la describió el historiador militar británico Sir Michael Howard, “es un acto de fuerza para obligar a un adversario a hacer nuestra voluntad”. El teórico de las relaciones internacionales Hedley Bull, sostuvo que es “violencia organizada llevada a cabo por formas de organización política”, en clara referencia a los Estados. El historiador británico John Keegan, adicionalmente, la enmarcó como un fenómeno cultural, basado en el fundamento de apelar a su naturaleza humana, recordando lo expresado por Tucídides, respecto a que dicha naturaleza siempre está influenciada por el miedo (phobos), el interés (kerdos) y el afán de honor y gloria (doxa), como factores generadores de conflicto. Con todo, la guerra es en esencia un fenómeno político, que se expresa a través de la violencia armada y posee dimensiones, culturales, estratégicas, jurídicas, económicas, tecnológicas, geopolíticas y geoestratégicas, siendo una expresión humana que requiere un análisis interdisciplinario, multidisciplinario y transdisciplinario.

¿Cuándo opera el concepto de legítima defensa?

La carta de Naciones Unidas de 1945 no emplea la palabra guerra en su contenido. Sí se refiere al uso de la fuerza, que prohíbe en tanto amenaza o empleo, en su artículo número 2, inciso 4. Solo autoriza, excepcionalmente, el empleo de la fuerza en el artículo 51, que consagra el legítimo derecho a la defensa individual o colectiva, cuando se enfrenta un “ataque armado”, en la medida en que la respuesta de fuerza cumpla tres principios del derecho internacional: la necesidad de enfrentarlo, la proporcionalidad de la respuesta y la comunicación al Consejo de Seguridad de la ONU. En consecuencia, el concepto del derecho inmanente de la legítima defensa opera en forma individual o colectiva. Será individual cuando es el Estado el que reacciona ante un “ataque armado” y será colectivo cuando el Consejo de Seguridad autorice la formación de una coalición de países para tal efecto. Como ejemplo del primer caso, es posible mencionar la agresión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022, una abierta violación de la soberanía territorial de un Estado independiente. En el segundo caso, se recuerda la agresión de Irak a Kuwait en 1990, que desencadenó la formación de una coalición, encabezada por Estados Unidos, para desalojar las fuerzas iraquíes de dicho país. Tradicionalmente, la interpretación jurídica del concepto había sido aplicada ante agresiones de un Estado a otro. Sin embargo, con ocasión de los atentados terroristas contra Estados Unidos en 2001, el Consejo de Seguridad calificó como ataque armado dichos actos en Nueva York y Washington, autorizando a este país a usar la fuerza en contra del régimen Talibán en Afganistán.

La clave de lo anterior es la existencia de un ataque armado, que se puede definir como el uso ilícito de la fuerza armada entre Estados, al que se supedita la eventual reacción del Estado agredido en ejercicio del derecho de legítima defensa. Para los efectos de lo anterior, es necesario considerar como tal un uso de la fuerza de cierta intensidad. A modo de ejemplo, la caída de un misil en territorio de un Estado soberano no involucra necesariamente la calificación de un “ataque armado”, que requiera el uso de la fuerza, por lo que se debiera evaluar el contexto e intencionalidad de aquello. Esto a propósito del misil de fabricación rusa S-300, disparado por las fuerzas de defensa aérea de Ucrania en respuesta ante los ataques de misiles de crucero rusos este mes, y que impactó en suelo polaco, con el resultado de dos vidas perdidas y que las autoridades polacas describieron como un “incidente aislado”.

¿Posee la guerra una naturaleza y un carácter?

Existe consenso que la guerra como fenómeno político, cultural, sociológico y jurídico, entre otros factores, posee una naturaleza y un carácter. Su naturaleza se relaciona con los aspectos inmutables: la finalidad política de su objetivo y el uso de la violencia en contra de otro actor. La esencia puede ser cultural o humana, como lo afirma Keegan. Se podría agregar que, como parte de su naturaleza, es el reino de la incertidumbre o de la aparición de hechos no previstos. En el fondo, es una lucha de voluntades, de allí que la fuerza moral sea un elemento clave de esta condición.

El carácter, en cambio, siempre está evolucionando en función del contexto, la tecnología, actores relevantes u otros factores, como a inicios del siglo XX, cuando se dio la irrupción del arma aérea, o a finales del mismo siglo, cuando se estrenó la dimensión espacial y la del ciberespacio.

Las palabras de Sir Michael Howard están más vigentes que nunca, pues para comprender la continuidad y cambio de la guerra se debe estudiar su historia. En primer lugar, en su “amplitud”, es decir, como el fenómeno de la guerra se ha desarrollado en un lapso extendido. En segundo lugar, en su “profundidad”, para lo cual se debe estudiar sus campañas en detalle, buscando fuentes primarias, así como diversas teorías y aproximaciones interdisciplinarias. Finalmente, procede entender su «contexto», que puede ser social, cultural, económico, político y psicológico, entre otros, ya que las razones profundas de la victoria o la derrota, normalmente, están alejadas del campo de batalla. Los militares suelen estudiar la guerra en función del tipo de amenazas, misiones, impacto de la tecnología y de las lecciones aprendidas, a través del conocimiento profundo de la historia militar. Lo anterior, no porque la historia se repita necesariamente, sino porque rima, como sostuviera Mark Twain. Por otra parte, Edward N. Luttwak afirma que la historia militar es la única base de datos posible para el estudio y comprensión de la guerra y, por lo tanto, es la esencia de la educación militar.

¿Cuándo se está ganando o perdiendo una guerra?

La guerra, al ser en esencia un fenómeno político, debe evaluarse en función del logro de los objetivos políticos definidos. Se puede ser victorioso en el campo de batalla y perder la guerra, como demuestra el caso de la Guerra de Vietnam (1965-1975). De ahí que las fuerzas militares deban estar preparadas más que para solo combatir y derrotar potenciales enemigos, sino además para que puedan traducir los objetivos políticos recibidos y definidos en objetivos militares, que a su vez signifiquen efectivamente la consecución y alcance de dichos objetivos políticos. No cualquier victoria militar sirve, si no está en función del logro de los objetivos políticos. Adicionalmente, no es conveniente dejarse llevar por ideas que impliquen apartarse de la naturaleza política de la guerra, a través de promesas falsas sobre victorias rápidas y baratas en términos de costos o sobre soluciones eficientes y definitivas en función de nuevas y avanzadas tecnologías.

En consecuencia, la guerra se gana o se pierde en función de la consecución, o no, de los objetivos políticos definidos, los que, adicionalmente, deben estar orientados al logro u obtención de una paz, como resultado del uso eficaz y eficiente de la fuerza, más allá de la mera y aparente victoria militar, como lo demuestra la historia una y otra vez. A modo de ejemplo, basta citar los casos de la Primera Guerra Púnica (264 a 241 a.C.) o la Primera Guerra Mundial (1914-1918). En el primer ejemplo, la perdida de la guerra por parte de Cartago significó más tarde la Segunda Guerra Púnica y el surgimiento de Aníbal, que puso en jaque el poder de Roma. En el segundo caso, una victoria con tratados injustos fue uno de los factores que llevaron al término de la paz y a la Segunda Guerra Mundial.

John Griffiths Spielman, jefe de estudios de AthenaLab

23 de noviembre de 2022

Bibliografía recomendada

  • Carl von Clausewitz (2021). “De la guerra”. Madrid: Ediciones Obelisco S.L.
  • Hedley Bull (2005). “La sociedad anárquica: Un estudio sobre el orden en la política mundial”. Madrid: Los Libros de la Catarata.
  • Michael Howard (2011). “Las causas de la guerra y otros ensayos”. Madrid: Ministerio de Defensa de España.
  • John Keegan (2014). “Historia de la guerra”. Madrid: Editorial Noema.
  • Edward Luttwak (2005). “Para Bellum. La estrategia de la paz y de la guerra”. Madrid: Editorial Siglo XXI.

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