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COMENTARIO | Las dependencias como arma; la advertencia del Foro Schuman de la UE sobre Seguridad y Defensa

31 de mayo de 2024
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COMENTARIO | Las dependencias como arma; la advertencia del Foro Schuman de la UE sobre Seguridad y Defensa

Dentro de todas las advertencias que lanzó el Alto Representante de la Unión Europa, Josep Borrell, en la segunda edición del Foro Schuman de Seguridad y Defensa, celebrado esta semana en Bruselas, quizás la más atingente para América Latina sea la relacionada con el empleo de las dependencias como un arma, en una era de competencia y confrontación.

En un mundo interconectado —la mayor diferencia con la Guerra Fría—, la alteración de los flujos de bienes, capitales, datos, energía y trabajadores es una forma de ejercer poder por parte de los actores estatales y no estatales para intentar imponer sus objetivos políticos sin tener que llegar al conflicto directo total, sostuvo Borrell en el encuentro al cual fue invitado el centro de estudios AthenaLab.

Es cierto, la coerción económica está de regreso con más fuerza que nunca, no es solo una hipótesis. Y si bien Latinoamérica no se encuentra involucrada de forma directa en los conflictos en Europa, Medio Oriente y el este de Asia, sí debe prepararse, o al menos tomar nota, ya que es una región mayormente exportadora de materias primas (hidrocarburos, minerales y productos agrícolas) e importadora de capitales (inversiones) y bienes elaborados (desde teléfonos móviles hasta maquinaria industrial).

Entre las herramientas más utilizadas hoy, las predilectas de Occidente son las sanciones económicas y comerciales, que buscan castigar a gobiernos, altos funcionarios, empresas e individuos. Congelar activos, impedir transacciones o multar las malas conductas son parte de un amplio abanico de posibilidades; en Estados Unidos y Europa hay una amplia experiencia y legislación al respecto.

De este modo, se busca impedir que empresas propias y de otras regiones les transfieran insumos y tecnología, por ejemplo, a los programas nucleares de Corea del Norte e Irán, lo cual no siempre funciona, pero al menos sube el costo de acceso de manera dramática. También cleptócratas de África y Latinoamérica, generalmente ligados a gobiernos dictatoriales, descubren que no pueden gozar de los dineros mal habidos.  En esto es clave el levantamiento del secreto bancario y la persecución de las finanzas ilícitas.

Los sabotajes a la infraestructura crítica también son una palanca útil para ejercer coerción económica. La voladura de gasoductos, como el Nordstream 2, que iba a llevar gas de Rusia a los países del centro de Europa, incluida Alemania; el corte de cables de fibra óptica en el mar Báltico, mar del Norte y mar Rojo (rebeldes hutíes auspiciados por Irán), o los ciberataques constantes a la banca privada y servicios públicos de países occidentales o prooccidentales (National Health Services, Reino Unido) son todos sucesos que están ocurriendo de forma recurrente.

Por último, están los bloqueos, especialmente practicables en el ámbito marítimo, como el que implementó temporalmente Rusia en el mar Negro para impedir la salida de cereales desde Ucrania a los mercados internacionales. Los graves daños causados a la flota rusa por los contraataques ucranianos, junto a las decididas gestiones de Turquía, que controla los estrechos del Bósforo y Dardanelos, han impedido que esta iniciativa se repita. Qué duda cabe que los ejercicios realizados por buques y cazas chinos en torno a la isla de Taiwán en días recientes parecen ser la práctica de un eventual bloqueo; alternativa menos radical y cuya respuesta requiere más cuidado que una invasión, donde desaparecen todas las ambigüedades.

Entonces, la pregunta que surge es qué hacer para evitar que las dependencias —beneficiosas, sin duda— sean manipuladas de tal forma que se conviertan en armas en manos de potencias o actores no estatales con intenciones negativas.

En el caso de la Unión Europea (UE), se propone mejorar la autonomía y la resiliencia de las sociedades individuales y países afines. Esto supone generar políticas para estimular el desarrollo de industrias internas, lo que no necesariamente pasa por el proteccionismo, sino por crear condiciones favorables para que sean atractivas las inversiones al respecto.

También se cuenta con la firma o actualización de cooperación con países afines para asegurar las cadenas de suministro, tanto en estado de normalidad como en casos de crisis, de modo que no sufran disrupciones. El programa Global Gateway de la UE, que contempla estímulos por 100.000 millones de euros, va en esta línea.

La resiliencia de las sociedades implica contar con los medios para proteger su infraestructura crítica y responder/reparar en caso de ataque. Eso supone un examen permanente y trabajo público-privado con el fin de generar una estrategia. Las autoridades ucranianas, por ejemplo, obligan a los bancos tener reservas de combustible para que sus generadores les permitan seguir operando en caso de cortes de electricidad, puesto que las transacciones digitales no pueden detenerse.

Respecto de la defensa, también se debe contar con capacidades para evitar los bloqueos o ataques a los flujos vitales de las economías. La UE lanzó en febrero pasado la Operación Aspides (“escudos”, en griego) para hacer frente a los ataques de los rebeldes hutíes desde Yemen en contra de los cargueros que cruzan el mar Rojo. Si bien su comandante, el almirante griego Vasileios Gryparis, afirmó que se trata de la “misión más cinéctica” que ha enfrentado la UE, lo cierto es que solo es defensiva. Los buques desplegados de Alemania, Bélgica, Francia, Grecia, Italia y Países Bajos interceptan misiles y drones, pero no atacan a los agresores en tierra (materia donde la iniciativa sigue estando en manos de estadounidenses y británicos).

En un mundo interconectado, donde los países compiten por atraer flujos de bienes, capitales, talentos, datos y energías hacia sí, en lo que el analista geopolítico Parag Khanna describió como el viejo juego de tirar la cuerda, pero no con una, sino con muchas al mismo tiempo, es clave que las economías nacionales estén conscientes de sus dependencias globales. De otro modo, solo percibirán sus vulnerabilidades cuando las empiecen a sufrir. Como le pasó a la UE, cuando descubrió que era dependiente de la energía rusa, del comercio chino y de la seguridad estadounidense, lo que no era ningún problema en un mundo donde la mayoría se comportaba. Pero eso es historia y ahora trata de salir de eso a toda velocidad.

Juan Pablo Toro, director ejecutivo de AthenaLab.

Bruselas, 30 de mayo de 2024

Foto: France Presse

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