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COMENTARIO | Buques rusos y zonas económicas chinas: el Caribe como escenario de competencia estratégica
Asociado con playas paradisíacas y amenazas derivadas del narcotráfico, el Caribe emerge de vez en cuando como un escenario de competencia estratégica entre potencias, debido a la natural influencia que tiene Estados Unidos en esta región y a la propensión de sus rivales a desafiarla de diversas formas, como lo demuestra la reciente presencia de una flotilla rusa[1].
Con un tamaño de 2.750.000 km², cifra que considera tanto las áreas terrestres de las numerosas islas y archipiélagos como las áreas marítimas circundantes que forman parte del mar Caribe, su superficie es mayor que la del Mediterráneo, algo que cuesta dimensionar en los mapas.
Con una población de 44 millones de habitantes, repartida en 13 países soberanos y numerosos territorios de ultramar pertenecientes a Estados Unidos, Francia, Países Bajos y Reino Unido, se calcula que por sus rutas circula entre el 15 y 20% del comercio marítimo mundial, tráfico que se ve incrementado por la amplia presencia de cruceros turísticos.
A pesar de contar con un paso entre los océanos Atlántico y Pacífico —Chile es el cuarto usuario del canal de Panamá en el mundo— y con importantes puertos de distribución de carga, como Colón (Panamá), Kingston (Jamaica) y Freeport (Bahamas), no es común la presencia de grandes armadas locales, sino más bien de guardias costeras. Solo los estadounidenses y europeos residentes suelen tener buques oceánicos patrullando el área, además de Canadá.
Si bien el arribo de una flotilla rusa en Cuba ha disparado las alarmas, porque estaba vez se incluyó al submarino de propulsión nuclear “Kazan”, aparte de una fragata, un petrolero y un remolcador de flota, lo cierto es que la misión parece estar más destinada a exhibir la bandera tricolor en la esfera de influencia directa estadounidense, que a ser una una demostración de fuerza.
Con la reputación de su Armada muy golpeada por las pérdidas de embarcaciones sufridas en el mar Negro a manos de las fuerzas de Ucrania, Rusia necesita desesperadamente demostrar su estatus de gran potencia global con intereses ubicuos, lo cual sería un fin en sí mismo y una buena forma de captar la atención de los medios, algo que sin duda ha logrado con los titulares que hablan de “tensiones en el Caribe”.
De hecho, la Doctrina Marítima de Rusia de 2022[2] establece que los propósitos de la Armada son defender los intereses nacionales, mantener la estabilidad política a nivel global y regional y repeler agresiones desde el mar, pero también exhibir la bandera en el llamado “océano mundial”, una tarea propia de la diplomacia naval.
También hay que tener en cuenta que la Armada rusa no es ni la sombra de la soviética, que sí era una fuerza global capaz de causar muchos dolores de cabeza a las marinas occidentales. Las comparaciones con la Crisis de los Misiles de 1962, cuando el mundo estuvo al borde la Tercera Guerra Mundial por la instalación de armas nucleares en la isla caribeña de Cuba, no solo son inexactas, sino totalmente exageradas, por más que el submarino y la fragata desplegadas tengan la capacidad de lanzar cohetes hipersónicos Zircón.
Hoy es una marina de aguas verdes con prioridades claras en la defensa costera (buques de superficie) y en el manejo del componente naval de la disuasión nuclear (submarinos), donde está el grueso de su poderío. A pesar de que envía naves al golfo Pérsico, para interactuar con Irán, y al Pacífico norte, para operar con sus pares de China, lo cierto es que su presencia en el mar Negro no solo ha sido desafiada por Ucrania, sino también por Turquía, país que ha logrado mantener abiertas sus rutas de exportación. Por otro lado, en el Báltico, otra área de interés directo, las condiciones para navegar se le han vuelto aún más complicadas desde la adhesión de Finlandia y Suecia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Y, por último, cabe mencionar que el Caribe no es mencionado en la Doctrina como un área marítima vital para este país.
Funcionarios estadounidenses consultados por AthenaLab han descrito la visita de esta flotilla rusa como una de carácter rutinario que tiene como fin enseñar la bandera, aunque admitieron que se monitorea continuamente dada la proximidad con sus costas. De hecho, un submarino de ataque de propulsión nuclear fue enviado a la base de Guantánamo, donde recalan buques estadounidenses de forma constante.
Después de un período donde los marinos rusos desaparecieron del Caribe, un buque destinado a inteligencia de señales arribó a La Habana en 2014. Un año después, cuatro naves de la Armada rusa se desplazaron hacia aguas venezolanas, incluyendo el crucero insignia “Pedro el Grande”. Finalmente, en 2019, uno de los medios navales más avanzados rusos, la fragata “Almirante Gorshkov” —la misma que hoy está de regreso—, amarró en La Habana junto a un buque logístico y un remolcador de rescate.
“Tercera frontera”
Ahora bien, donde Estados Unidos sí podría hallar un desafío más similar al que representó la Unión Soviética en su “tercera frontera” es en Antigua y Barbuda, país donde China prepara la instalación de una zona económica especial, que incluirá un puerto, una aerolínea especial e instalaciones de aduana propias, además de contar con un estatus diplomático especial, tal como reveló la revista Newsweek[3] en mayo pasado.
Al igual como lo ha hecho en el Pacífico sur, Beijing también se ha encargado de cortejar con préstamos, inversiones y comercio a pequeñas islas en el Caribe, donde además hay cinco naciones que reconocen a Taiwán. Según funcionarios del Comando Sur de Estados Unidos que hablaron con la publicación, las actividades de inteligencia que podría realizar China en este puesto de avanzada apuntarían a los movimientos comerciales y militares en la región.
Sin duda, uno de los activos que tienen países como Rusia y China en esta área es que no cuentan con el historial de intervenciones militares de Estados Unidos —Granada 1983, Panamá 1989, Haití 2004, las más recientes.[4]— ni la pesada herencia colonial de las naciones europeas. Fue desde el Caribe donde se descubrió el Nuevo Continente y donde Washington adquirió su “comportamiento imperial” al expulsar a los españoles para siempre. Su rol hegemónico durante los inicios del siglo XX, con la aplicación de la política del “Gran garrote”, hizo que este mar fuese conocido como el “Lago Americano”.
No obstante, ante los múltiples desafíos de seguridad que presenta hoy esta área, además del tráfico de drogas, un Estado colapsado —Haití— y la subida del nivel de los mares por el cambio climático, el regreso de la competencia estratégica está incrementando los llamados a recuperar influencia y presencia.
En su libro Sea Power, el exjefe del Comando Sur, el almirante (R) James Stavridis, presentó siete recomendaciones para que Estados Unidos asumiera sus responsabilidades, que iban desde poner a trabajar a las fuerzas locales de manera combinada hasta entregar más ayuda para el desarrollo. Con un poco de atención y recursos, sostenía, se pueden generar grandes cambios y dejar en el pasado el código pirata que dice que “aquellos que se quedan atrás son dejados atrás”[5].
La implementación por parte de Estados Unidos de una fuerza de tareas basada en sistemas no tripulados o drones marinos, tal como se hizo en el Medio Oriente, podría ser una innovadora y efectiva solución desde el punto naval en un entorno bien delimitado.
Por último, no se debe olvidar que la zona presenta un potencial conflicto por la reclamación territorial de Venezuela sobre dos tercios de Guyana, país que, a pesar de estar enclavado en Sudamérica, es miembro de la Comunidad del Caribe y comparte muchas afinidades culturales, históricas y políticas con las naciones del área.
Estados Unidos no descarta que la flotilla rusa zarpe con destino a aguas venezolanas, cuya Armada se ha reforzado con lanchas iraníes y misiles antibuques chinos. Hace poco la Armada norteamericana hizo lo suyo también, cuando dos cazabombarderos F-18 sobrevolaron la capital de Guyana en señal de apoyo.
En una era de competencia estratégica, ni las arenas blancas y aguas turquesas del Caribe parecen quedarse al margen, por más aparente calma que transmitan. Como advirtió el escritor oriundo de Trinidad y Tobago V. S. Naipaul: “Está mal tener una visión ideal del mundo. Ahí es donde empieza el mal. Ahí es donde todo empieza a desmoronarse”. Por eso, vale la pena prestar atención a lo que está ocurriendo realmente en este mar en el medio del continente americano.
Juan Pablo Toro V., director ejecutivo de AthenaLab
18 de junio de 2024
[1] The Washinton Post (12/06/2024). What are Russian warships doing in the Caribbean? by Samantha Schmidt, Dan Lamothe and Mary Ilyushina. Disponible en: https://www.washingtonpost.com/world/2024/06/12/russia-navy-ships-florida-cuba-caribbean/
[2] Gobierno de la Federación Rusa (31/06/2022). “Maritime doctrine of the Russian Federation”. Traducción no oficial del U.S. Naval War College. Disponible en: https://dnnlgwick.blob.core.windows.net/portals/0/NWCDepartments/Russia%20Maritime%20Studies%20Institute/20220731_ENG_RUS_Maritime_Doctrine_FINALtxt.pdf?sv=2017-04-17&sr=b&si=DNNFileManagerPolicy&sig=2zUFSaTUSPcOpQDBk%2FuCtVnb%2FDoy06Cbh0EI5tGpl2Y%3D
[3] Newsweek (17/05/2024). “Trouble in Paradise”, by Didi Kirsten Tatlow, Vol. 182, N.° 15, p. 20-31.
[4]Huchthausen, P. (2003). America’s Splendid Little Wars. Nueva York: Viking Adult, p. 65.
[5] Stavridis, J. (2017). Sea Power: The History and Geopolitics of the World’s Oceans. Nueva York: Penguin Press, pp. 321-322.
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