AFP
La madrugada del pasado sábado 26 de octubre, Israel atacó Irán en lo que se considera, hasta ahora, el último capítulo de su reciente enfrentamiento. La acción de Tel Aviv era esperada desde hace semanas, como consecuencia del disparo de más de 180 misiles balísticos desde territorio iraní hacia Israel, a principios de octubre. En los próximos párrafos, se entrega una revisión analítica del reciente episodio de enfrentamiento, sus efectos potenciales y lo que se espera en el mediano y largo plazo.
EL ATAQUE
Si bien la información disponible es limitada, hasta ahora se puede afirmar que la acción estuvo ejecutada por alrededor de 100 aeronaves —tanto aviones de combate como vehículos aéreos no tripulados (UAV)— organizados en tres oleadas[1]. La primera de ellas, inicialmente, anuló los radares basados en Siria e Irak, de manera de impedir la detección de la maniobra. Posteriormente, se dirigió a neutralizar la defensa aérea iraní (radares, puestos de tiro, mando y control, etc), en especial, las plataformas S-300 de origen ruso.
Logrado lo anterior, la segunda y tercera oleadas atacaron blancos en tierra concentrándose en más de 20 lugares distintos, en lo que se estima, eran instalaciones asociadas al desarrollo y producción de misiles y dedrones, incluyendo los complejos militares de Parchin y Khojir, reportándose la muerte de cuatro soldados iraníes.
REACCIÓN ANTE EL ATAQUE
Israel explicó que sus acciones son una “respuesta a meses de continuos ataques desde el régimen de Irán”[2], relacionando directamente la ofensiva perpetrada por Teherán a inicios de octubre con el ataque de este último fin de semana. En represalia, Teherán advirtió su derecho a la defensa sin precisar detalles. Por otro, ha minimizado los daños y el efecto de la acción israelí.
Estados Unidos, principal aliado de Tel Aviv, ha reiterado su fuerte compromiso para defender sus intereses y a Israel, así como otros socios de la región, al mismo tiempo que llama a desescalar el conflicto y dar por superados los incidentes del presente año. Otras potencias regionales como Arabia Saudí, si bien condenan el ataque a territorio iraní, manifiestan su preocupación por la delicada situación estratégica y el riesgo de que el enfrentamiento se expanda en magnitud y extensión.
POTENCIALES EFECTOS DEL ATAQUE
Los daños específicos en las instalaciones iraníes son difíciles de determinar ya que Irán no es proclive a hacer pública esta información, dado el conocimiento de los blancos afectados sí es factible identificar algunos efectos en el corto y mediano plazo. Primero, se puede establecer que la respuesta israelí fue bien calibrada y pragmática. Esto considerando que evitó —ya que ha demostrado tener la capacidad militar y de inteligencia para hacerlo— atacar objetivos de mayor relevancia para el régimen iraní como puede ser su liderazgo, la infraestructura económica y de energía o aquella referida al programa nuclear.
Segundo, el degradar las capacidades de defensa aérea de Irán lo deja vulnerable a futuras incursiones israelíes, es decir, existe un claro mensaje de advertencia que será ponderado por Teherán. Hasta ahora, los principales sistemas de defensa antiaérea de Irán consisten en baterías S-300, que no solo son costosas, si no que muy difíciles de reemplazar, especialmente, en un contexto en el que el proveedor —Rusia— tiene múltiples necesidades y muy limitadas capacidades de fabricación de componentes asociados a este sistema de armas.
Tercero, junto con reiterar el mensaje de que Israel cuenta con las capacidades militares y la determinación de atacar el territorio iraní en cuanto lo estime necesario, la afectación de las instalaciones de desarrollo y producción de misiles impactará en la cadena de suministro de estos vectores, particularmente, para reponer propios stocks, para continuar abasteciendo a milicias afines (Hezbollá, Hamás, rebeldes hutíes y grupos en Siria e Irak), pero también para continuar entregando armas de este tipo a Moscú. Es cierto, que en el largo plazo el efecto es más bien limitado, dado que la infraestructura se podrá reconstruir, incluso reubicar, siguiendo el aprendizaje y experiencia adquiridos por la industria de defensa de Teherán, pero en los meses siguientes habrá un impacto en la disponibilidad de estos sistemas de armas.
QUÉ SE PUEDE ESPERAR
A partir de lo sucedido, quizás una de las preguntas más frecuentes es si este evento pone fin o desencadena un nuevo nivel en el enfrentamiento de estas dos potencias regionales. Si bien es imposible determinar las acciones futuras de ambos Estados, dentro de varias posibilidades, es factible que el conflicto aumente, disminuya o persista con características similares en el futuro. Respecto de lo primero, vale decir, que aumente, se estima que es menos probable, pues no sirve al interés de ninguno de los involucrados más directamente. Ni Israel —que se encuentra con campañas militares en Gaza y Líbano— ni Irán —que ha demostrado tener capacidades limitadas de afectar a Israel sin que sus acciones constituyan un ataque que desencadene una guerra a mayor escala— cuentan con incentivos para que el nivel y la extensión del conflicto vaya más allá de lo ocurrido hasta ahora.
El resto de los países de la región, particularmente Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, han sido claros en que el conflicto se debe limitar, viendo que sus intereses económicos y geopolíticos pueden estar en riesgo. Por otra parte, para Estados Unidos tampoco resulta conveniente que esto continue, pues más allá del impacto directo en el equilibrio e intereses en la región, tanto el apoyo a Israel como el respaldo al esfuerzo de la guerra en Ucrania han afectado los stocks de los almacenes de armas norteamericanos, en algunos casos, de manera sensible. Esta situación, resulta preocupante al pensar en el alistamiento y preparación de las fuerzas armadas de Washington a la hora de requerir su arsenal para enfrentar una crisis o conflicto de mayor envergadura en el este de Asia. Sistemas de defensa aérea, particularmente aquellos de defensa antimisiles, son críticos y los niveles de consumo de munición estos últimos dos años no van de la mano con la capacidad de reposición, al menos, por ahora.
Quizás los únicos actores que se benefician por la escalada del conflicto son los grupos apoyados por el mismo Irán, ya que tanto Hamás como Hezbollá están bajo el asedio de Israel, por lo que la apertura de un nuevo frente, uno de gran magnitud, distraería la mayor parte de la atención de los medios israelitas, aliviando temporalmente su alicaída situación estratégica.
Aunque resultaría lógico pensar que ambos Estados busquen disminuir la conflictividad, tampoco se visualizan grandes incentivos para que los líderes de ambos países opten por retroceder. En particular, en ambas capitales les sirve mantener el conflicto latente y la sensación de peligro con el fin de mantener la cohesión y respaldo político de los gobiernos. Es lógico, pero no se estima que sea lo más probable.
Finalmente, el conflicto podría mantenerse en el tiempo, con una dinámica similar, vale decir, con la acción y reacción de ambos Estados, pero todo en un nivel calculado y pragmático, que no obligue el escalamiento por ninguno de los dos actores más comprometidos. Lo anterior permite mantener los objetivos políticos sobre la mesa, sostener las operaciones por mayor tiempo, sin llegar a un enfrentamiento a gran escala. Esto, además, conviene a otros actores como China, que ven cómo se consumen elementos bélicos críticos para Estados Unidos, entre ellos los sistemas de defensa antimisiles, sin involucrarse en lo más mínimo.
No es posible asegurar que este ataque cierra una etapa del conflicto —como espera Estados Unidos—, que solo forma parte de una ofensiva israelita mayor que está por llegar o que el régimen de Teherán reducirá el nivel de conflictividad en la región tras aceptar efectos y pérdidas tolerables. Lo que sí es incuestionable, es que el Estado hebreo queda en mejor posición estratégica, pues respondió al ataque recibido, afectó la capacidad de producción de misiles de Irán y redujo su protección de defensa aérea, factores gravitantes en acciones futuras. Por tanto, este diálogo estratégico aún no ha terminado.
Marcelo Masalleras, investigador senior AthenaLab
30 de octubre de 2024
[1] Ronen Bergman, “Here’s how the Israeli attack on Iran unfolded”, en New York Times. Disponible en: https://www.nytimes.com/live/2024/10/26/world/israel-iran-lebanon-gaza?utm_source=substack&utm_medium=email#heres-how-the-israeli-attack-on-iran-unfolded
[2] Rishi Iyengar, What Israel’s Attack on Iran Means for the Region”. Acceso el 30 de octubre de 2024, disponible en: https://foreignpolicy.com/2024/10/26/israel-iran-strike-biden-harris-trump-netanyahu/
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