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DOCUMENTO ESPECIAL | Una fuerza naval para los desafíos del país

¿Por qué es importante entender el contexto de las funciones de las marinas para Chile? El tipo de marina que el Estado requiere, depende de su situación actual y intereses en el mar. 

18 de marzo de 2024
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DOCUMENTO ESPECIAL | Una fuerza naval para los desafíos del país

Una vez más, el mar Rojo aparece en las noticias internacionales y, lamentablemente, no por hechos positivos. Desde el año pasado, el comercio marítimo está siendo afectado por los hutíes, un grupo de insurgentes yemeníes que cobraron protagonismo al apoyar la causa Palestina en Gaza, mediante ataques a todos aquellos buques que, de acuerdo con su apreciación, pudiesen estar apoyando la causa israelí. Hasta acá, nada nuevo. Debemos considerar que el ataque a buques, ya sea por piratería o para afectar a algún país, es una actividad casi tan antigua como el uso del mar como medio de transporte, por lo que estamos hablando de siglos. Las armadas, justamente, nacen para defender los intereses del Estado en el mar, siendo el comercio marítimo uno de estos, posibilitando la economía de las naciones y, por cierto, manteniendo su seguridad. Las fuerzas marítimas se agrupan y trabajan en forma coordinada para proveer seguridad en el mar en niveles aceptables para la comunidad. Recordemos, por ejemplo, la operación Atalanta, una iniciativa de la OTAN que buscó proteger a los buques mercantes de los piratas somalíes —realidad retratada por Tom Hanks en la película Capitán Phillips— y que aunó los esfuerzos de marinas europeas, de los Estados Unidos e incluso de China, con el objetivo de proteger el tráfico marítimo, tarea que han cumplido hasta la actualidad.

Los hutíes, a diferencia de los piratas somalíes, poseen armamento más sofisticado, tales como drones y misiles antibuques, e incluso capacidad militar aerotransportada que les ha permitido asaltar buques mercantes. Hasta ahora han efectuado cerca de 30 ataques mediante misiles o drones, de los cuales 14 han tenido éxito; una cifra no menor para una insurgencia.  Independiente de si su objetivo es económico o político, lo cierto es que sus acciones han afectado el comercio marítimo global. Un reciente estudio del think tank Council on Geostrategy señala que por dicho sector transita cerca del 12% del tráfico global de mercaderías y casi el 30% del tráfico mundial de portacontenedores. Para tener una idea de lo globalizado de la economía, las acciones de estos insurgentes han elevado el costo de los seguros marítimos en cerca de un 15% y, en algunos casos, los seguros de transporte de crudo en hasta un 80%; es decir, para Chile, una parte importante de los productos que vienen por mar se ha encarecido. La respuesta vino por parte de los Estados Unidos y Gran Bretaña, mediante el envío de modernos buques de combate, los que han permitido, a la fecha, destruir 21 misiles y 50 drones. Para estos dos países, el esfuerzo de mantener sus buques desplegados ha sido mayor, considerando sus intereses globales que no solo abarcan el Medio Oriente, sino que también el Caribe, en su lucha antidrogas, y últimamente la seguridad en el Asia-Pacífico, región que ha sido motivo de disputas geopolíticas; principalmente, por parte de China. Lo interesante del caso es que ambas naciones han sido capaces de desplegar sus medios a todos las zonas geográficas antes mencionadas. Esto no es al azar; la composición y las capacidades de defensa, y de sus fuerzas navales, en particular, nacen de las constantes revisiones políticas acerca de la forma y la capacidad de influir en forma local, regional o global, de acuerdo con los intereses de sus respectivas naciones. Esto no es una novedad; sin embrago, no siempre se cumple a cabalidad. El tipo de fuerza naval que el país requiere dependerá de cuáles son los intereses del Estado en el mar.

A fines del siglo pasado, el autor británico Ken Booth afirmaba que a los Estados les interesaba el uso del mar para lograr tres objetivos: el primero, para el comercio, es decir, el transporte de bienes y servicios a través de las líneas de comunicaciones marítimas; el segundo, para el tránsito de sus fuerzas militares en apoyo al esfuerzo diplomático, y así ser utilizadas contra objetivos en tierra y en el mar; y finalmente, el tercero, para explotar los recursos en y bajo el mar. A partir de esta premisa, proponía que las marinas existían para ser el medio con el cual se lograban dichos fines u objetivos. En ese contexto, planteaba que las funciones principales de las armadas debían ser tres: una función militar, es decir, la capacidad de amenazar o utilizar la fuerza para imponer la voluntad propia por sobre la del adversario; una función diplomática, donde la marina apoya los esfuerzos del servicio de relaciones exteriores del país para lograr los objetivos del Estado, en tiempo de paz y crisis; y finalmente, una función policial, orientada tanto al ámbito interior como exterior del país, que busca extender la soberanía nacional en el dominio marítimo. Booth sostuvo que estas funciones no podían ser analizadas como elementos separados, sino como una trinidad indivisible, cuya base y, por ende, función principal era la militar, la cual habilita a las otras dos. Evidentemente, estas dos últimas tampoco tendrán el mismo peso, sino que dependerá del énfasis que le dé el país a su dominio marítimo y a su política exterior, la que definirá cuál de estas funciones es más importante dentro de la estrategia nacional.

Si bien la definición de Booth se basa en una comprensión histórica del rol de las marinas, no podemos dejar de lado que posee como marco un concepto de seguridad clásica, donde el Estado debía proteger a la población de un adversario normalmente militar. Hoy, el concepto de seguridad, entendido como aquello que afecta tanto al desarrollo y bienestar ya sea del país como de las personas, se ha ampliado a otras áreas, como la seguridad económica, la seguridad alimentaria, la seguridad climática, la seguridad energética, la seguridad hídrica, entre otras, que potencialmente pueden afectar de manera grave al Estado.  El académico Ian Speller, en su libro Understanding Naval Warfare, pone a prueba la definición de Booth casi medio siglo después de su elaboración, mediante un exhaustivo análisis de las funciones de las armadas en la época moderna, llegando a la conclusión que, como definición general, la propuesta original tiene tanta validez hoy como cuando fue presentada.

¿Por qué es importante entender el contexto de las funciones de las marinas para Chile? Básicamente, porque entre tanto problema de seguridad actual, y dado el nivel de inversiones que requiere una fuerza de superficie y su impacto a mediano y largo plazo, se tiende a dejar de lado frente a otras necesidades más inmediatas. Surge, entonces, la pregunta del tipo de marina que el Estado requiere, dependiendo de sus intereses en el mar. En ese sentido, la historia nacional demuestra que la Marina, y en particular sus fuerzas de combate, ha sido parte de los elementos vitales para mantener la seguridad y prosperidad del país, aún en tiempos como los actuales. Esta fuerza de superficie permite llevar los niveles de seguridad no solo en el ámbito militar, sino que, en el más amplio espectro del significado de la palabra, a niveles aceptables por parte de la ciudadanía, contribuyendo de esa forma al desarrollo del país.

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