Comentarios y Análisis

COMENTARIO | Un año desde el masivo ataque de Hamás a Israel

Hace casi un año, el grupo palestino Hamás lanzó un ataque sorpresivo, masivo y coordinado sobre territorio de Israel, que causó la muerte de unas 1.200 personas y permitió la captura 220 rehenes, muchos de ellos aún en cautiverio. En los momentos en que se escribe este artículo —2 de octubre de 2024— muchos acontecimientos se están desarrollando, en un conflicto que, como se proyectó tras el 7 de octubre de 2023, ha ido trascendido la Franja de Gaza.

3 de Octubre de 2024 Marcelo Masalleras & John Griffiths
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COMENTARIO | Un año desde el masivo ataque de Hamás a Israel

Ataques del ejército israelí contra la ciudad de Hiyam en Nabatieh, Líbano, el 3 de octubre de 2024. AFP.

¿Qué ha pasado desde el 7 de octubre de 2023?

El ataque de Hamás representó un duro golpe para Israel, su sistema de inteligencia y sus fuerzas armadas (FDI). A partir de ese mismo día, las FDI iniciaron una campaña militar contra esa organización palestina, principalmente en Gaza. Los objetivos políticos definidos fueron alcanzar la destrucción de Hamás para evitar que siguiera siendo una amenaza para el Estado judío y recuperar a la totalidad de los rehenes. En el marco de la “Operación Espada de Hierro”, el esfuerzo se dirigió a estabilizar la situación en el propio territorio y recuperar las comunidades capturadas por los invasores, al mismo tiempo que se atacaban blancos al interior de la Franja de Gaza, por medio de la fuerza aérea. Posteriormente, las operaciones se centraron en aislar el teatro, continuar con el ataque contra blancos de alto valor, alistar las fuerzas terrestres que ejecutarían el esfuerzo principal y movilizar a los reservistas. Una vez logradas estas condiciones, Israel ejecutó una ofensiva terrestre el 27 de octubre, en la cual fue cercando distintos sectores de la franja para atacar y eliminar progresivamente a las fuerzas de Hamás, desde el norte hacia sur.

Esta etapa del conflicto ha implicado el desplazamiento de cientos de miles de civiles dentro de Gaza y 40.000 muertes, según afirman las autoridades políticas de la franja. Después de un año, se aprecia que Israel ha logrado la degradación sustancial del poder militar de Hamás, además de eliminar a sus principales líderes, incluyendo a Ismail Haniyah en Teherán, jefe político máximo de la organización terrorista.

Por su parte, Hamás se enfrentó a las fuerzas israelíes empleando tácticas y técnicas de guerrillas, aprovechando las dificultades que plantean las zonas urbanas, sobre todo cuando el alto nivel de destrucción complica los movimientos y la coordinación de las unidades terrestres. Sin embargo, el desgaste y degradación material y de personal ha significado que este grupo haya dejado de ser progresivamente una amenaza para el Estado de Israel, al menos en el corto o mediano plazo.

No obstante, el conflicto desatado a partir de la incursión de Hamás ha tendido a escapar del teatro de Gaza en la medida que terceros actores se han involucrado directa e indirectamente, al punto que Israel se enfrenta hoy a otros seis enemigos. En lo inmediato, está presencia de Hamás y otros grupos como la Jihad Palestina en Cisjordania; por el norte, Hezbolá en el Líbano; por el este, milicias que apoyan el régimen de Bashar al Assad en Siria, además de las milicias chiítas presentes en Irak; desde el sur rebeldes hutíes, pero, sin duda, el actor más relevante y de mayor preponderancia es el régimen de Irán. En síntesis, lo que Teherán ha denominado el “eje de resistencia”[1] contra Israel y Estados Unidos.

Por su parte, al día siguiente del ataque de Hamás, Hezbolá comenzó a realizar disparos de cohetes y misiles que afectaron mayormente la parte norte del territorio israelí. Estos ataques obligaron a la evacuación de alrededor de 60.000 personas que estaban amenazadas por dichas acciones y, en consecuencia, desató la respuesta de Tel Aviv. Esta represalia, inicialmente limitada en intensidad, estuvo caracterizada por ataques selectivos a blancos que formaban parte de la estructura de Hezbolá, almacenes de armas, lugares de lanzamientos o túneles construidos para esconderse o incursionar en Israel. Esto cambió hace unas pocas semanas, con la intensificación de las acciones en el Líbano.

La idea de una “unidad de frentes” de los grupos apoyados por Irán, en solidaridad con Hamás en su “lucha” contra Israel, ha significado que este país ha debido hacer frente, simultáneamente, a ataques desde Cisjordania, donde hoy mantiene una parte relevante de sus tropas. También recibe, de forma regular, ataques con cohetes y misiles desde Siria e Irak, a los que ha respondido fundamentalmente por medio de incursiones aéreas acotadas. Otro actor que acecha a Israel son los rebeldes hutíes de Yemen. A partir del 19 de octubre de 2023 han lanzado ataques con misiles y drones hacia territorio israelí, los que han sido mayormente han sido neutralizados o no tenido un impacto considerable, no obstante, significan una amenaza permanente. Ante esto, las FDI ya atacaron instalaciones en Yemen en dos oportunidades, primero el 20 de julio de este año y, recientemente, el 29 de septiembre pasado. Pero las acciones hutíes no terminan ahí. De forma sostenida, los rebeldes han impactado barcos mercantes y buques que se desplazan por el Mar Rojo, generando un grave impacto en la navegación y el comercio mundial. Ante estas acciones, diversos países han trasladado naves de guerra para proteger estas rutas marítimas y han atacado blancos en suelo yemení. Agrupados en distintas coaliciones, hoy se encuentran buques de, entre otros, Estados Unidos, Reino Unido Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Bahréin, Francia, Italia, Alemania, Dinamarca, Bélgica, Suecia y Holanda, pero también de países como India, Pakistán, China y Arabia Saudita.

Una de las agresiones más importantes contra Israel —y en la que también participaron los rebeldes hutíes—, fue ejecutada el 13 de abril, cuando Irán lanzó un ataque masivo de drones y misiles (balísticos y de crucero), en la primera acción de este tipo en la que directamente se enfrentaron ambos Estados. Lo anterior, gue justificado por el régimen iraní como respuesta a un ataque de la fuerza aérea israelí sobre instalaciones en las que está ubicado el consulado persa en Damasco. Se estima que se dispararon alrededor de 320 proyectiles desde posiciones en Irán, Siria, Líbano, Irak y Yemen. El resultado del ataque fue modesto. Entre los misiles y drones interceptados por aeronaves y buques israelíes, estadounidenses, británicos y de otros países, se deben sumar los derribados directamente por el sistema de defensa antiaérea de Tel Aviv y, por cierto, aquellos que cayeron en lugares que no representaban amenazas. En resumen, solo hubo una persona fallecida, una niña menor de edad de origen beduino y ninguna instalación estratégica afectada. Un logro para Israel y un fracaso para Irán. La respuesta no se hizo esperar las fuerzas judías atacaron objetivos militares puntuales en suelo iraní, pero lejos de Teherán. Todo indica que ambos contendientes evitaron daños mayores que hicieran reaccionar a la contraparte y escalar el conflicto a otro nivel.

Durante este último mes de septiembre, la situación ha cambiado de manera relevante. Una vez concluidas las operaciones principales en Gaza al destruirse su aparato militar, el centro de gravedad para Israel se trasladó hacia el Líbano, territorio con fuerte presencia de la milicia Hezbolá. En poco más de 30 días se ha eliminado a casi una treintena de líderes que conformaban la estructura superior del grupo terrorista y de sus unidades militares, de inteligencia, operaciones especiales, drones, etc. Paralelamente, a los ataques aéreos y de artillería, las FDI emplearon fuerzas especiales para incursionar en Siria y destruir un emplazamiento en el que se fabricaban proyectiles de precisión, así como se efectuaron incursiones en el Líbano para reunir información. El 17 y 18 de septiembre, en una acción inesperada, cientos de beepers de usuarios de Hezbolá explotaron en el Líbano en las manos de sus operadores, lo que se repitió al día siguiente con radios portátiles, en lo que se puede considerar una gran y efectiva acción de inteligencia (a la fecha Israel no se ha atribuido el ataque). El punto culminante de estos hechos fue la muerte, producto de un ataque aéreo judío, de Hassan Nasrallah, líder histórico de Hezbolá por décadas y muy cercano al ayatolá Jameneí de Irán. La suma de estas y otras acciones tienen a Hezbolá muy debilitado, sin liderazgo visible, carente de una estructura y medios de mando y control para coordinar la acción del grupo y para recibir apoyo o guía por parte de Teherán. Si se suma que la organización, además de la estructura militar tiene células operativas, la pérdida de líderes supone el rompimiento de estas redes compartimentadas, lo que complica mucho más su reconstitución. En resumen, un fuerte golpe al principal y más fuerte de los grupos apoyados por Irán, pero que está lejos de ser destruido.

En este contexto y después de desplazar dos divisiones del ejército hacia su frontera norte, Israel ingresó el 1 octubre al Líbano en lo que describió como una operación limitada con la finalidad de neutralizar la amenaza de Hezbolá y generar las condiciones para que sus ciudadanos desplazados puedan regresar a sus hogares y actividades económicas. Por otra parte, este mismo día, en lo que calificó como una respuesta al asesinato de Nasrallah, de Haniyah, así como de miembros de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, Teherán lanzó un segundo ataque sobre Israel. En esta oportunidad, fueron entre 180 a 200 misiles, mayoritariamente balísticos, y la acción se materializó desde territorio iraní. Nuevamente, tanto por el trabajo de aviones de combate como del escudo de defensa antiaéreo de Israel, los daños fueron menores, agregando una nueva victoria militar y tecnológica para Tel Aviv.

¿Qué se puede esperar?

Mientras se espera la reacción que tendrá Israel ante los últimos acontecimientos, el presente análisis se centra en identificar posibles escenarios. Por un lado, se estima que Hamás está militarmente severamente disminuido, al menos en el corto y mediano plazo, limitando sus opciones a ataques terroristas aislados o disparos esporádicos de cohetes. El alargamiento de la campaña en Gaza y la posibilidad de que se torne en una operación de contrainsurgencia sería un escenario más favorable para el grupo. Su futuro dependerá de lo que suceda con la finalización de hostilidades —incluyendo la liberación de los rehenes israelíes—, la administración de la Franja de Gaza y cómo Israel y la comunidad internacional enfrenten su reconstrucción. Hezbolá, por su parte, probablemente continuará la lucha, pues aún mantiene decenas de miles de combatientes en armas, además de contar con un arsenal gigante de cohetes y misiles. Es posible que, a pesar de las limitaciones derivadas de los golpes asestados por Israel, enfrente la invasión en curso con la finalidad de ocasionar el máximo de bajas y capturar el mayor número de rehenes, aprovechando su experiencia en enfrentamientos anteriores. En pocas palabras, es un enemigo debilitado, pero que probablemente logre articularse y seguir siendo una amenaza.

Para Irán la situación se visualiza compleja. Por un lado, sus más poderosos socios y que mantienen frontera con Israel —Hamás y Hezbolá—, en distinto grado, están afectados y debilitados y, por ende, también las opciones de Teherán. Por otro, los dos ataques que ha lanzado directamente contra territorio judío tuvieron un mínimo impacto militar o en la infraestructura económica del país, lo que ha significado una suerte de inmunidad de parte de Tel Aviv. Si a esto se suman las humillaciones que significaron el asesinato de Ismael Haniyah en una instalación de la Guardia Revolucionaría Islámica en el propio Teherán o la muerte de Nasrallah en Beirut, su posición de poder y prestigio se han visto afectados. Es cierto que la magnitud de los ataques perpetrados contra Israel es limitada si se compara con el gran arsenal disponible de Irán, sin embargo, a la hora de evaluar los resultados, estos son modestos. Así, dependiendo de la respuesta que tenga Israel, Teherán podría continuar con ataques de las mismas características o, si la decisión de los primeros es una acción de mayor envergadura, obligarse a subir la apuesta. Pero las opciones no son muchas, más allá de aumentar el número y calidad de los vectores empleados, lo que incluso podría desencadenar una respuesta mucho contundente de Israel, incluso en la capital persa.

A partir de esto, la posibilidad de intensificar ataques de carácter terrorista contra intereses de Israel o de Estados Unidos en la región o en cualquier parte del mundo aparecen como una opción plausible. El mismo día en que Irán lanzó su última andanada de misiles, hubo un atentado que cobró la vida de cinco personas en Israel, sin saberse —a la fecha— si es parte de un atentado relacionado con el mismo ataque.

Por otra parte, Irán podría pretender desestabilizar otros Estados de la región. En este caso, el Reino de Jordania. Amán reconoció el Estado de Israel hace décadas e incluso se sabe que colaboró en el derribo de drones en el ataque iraní del 13 de abril pasado. Si se considera que Jordania mantiene la frontera más extensa con Israel y que la población palestina más numerosa se encuentra en su territorio, no es descabellado plantear que una Jordania débil, al estilo de El Líbano, presentaría una excelente oportunidad para amenazar a Israel desde el este, a través de una organización como Hamás o Hezbolá.

Si bien el camino de continuar potenciando a fuerzas subordinadas pareciera ser lo más viable y seguro para Irán, no obstante, deberá realizar esfuerzos importantes para ayudar a reconstituir sus liderazgos y capacidades militares.

En el caso de Israel, Tel Aviv deberá calibrar muy bien sus acciones, dependiendo del efecto que se pretende en lo inmediato, pero también en el mediano y largo plazo. Respecto de Hamás, si bien no ha logrado los objetivos fijados inicialmente (destruir al grupo y recuperar a todos los rehenes), como se mencionó, ya alcanzó la destrucción del aparato militar, lo que demandará mucho tiempo para que el grupo se reorganice y constituya una amenaza nuevamente.

En cuanto al frente norte, se estima que continuará con las acciones necesarias para hacer que Hezbolá abandone el sector fronterizo al norte de los ríos Litani y Awali[2] y, de esta manera, conseguir que los pobladores de la zona fronteriza vuelvan a sus casas y actividades habituales. Lo anterior, también podría considerar afectar las líneas de comunicaciones y abastecimiento que corren por territorio sirio desde Irán.

No hay duda de que habrá repercusiones por el ataque iraní, ya que así lo han afirmado autoridades israelíes y el propio asesor de seguridad nacional de Estados Unidos. No obstante, la forma, lugar e intensidad, será clave. Por un lado, podría obrar de la misma manera que la vez anterior, vale decir, atacar blancos militares fuera de Teherán. Con esto, se responde el desafío, pero se evita un escalamiento mayor. Lo negativo, es que el mensaje anterior no fue claro o no surtió un efecto disuasivo, pues Irán repitió el ataque de abril de 2023. Otra opción, es aprovechar esta coyuntura y afectar eventualmente el programa nuclear iraní. Esta alternativa, además de reflejar la intención de defenderse, asegura una respuesta más contundente, al mismo tiempo que se hace cargo de un problema que se acrecienta con el paso de los meses. No es un misterio el interés del régimen de Teherán por contar con armas nucleares, lo que cambiará dramáticamente el escenario estratégico y geopolítico de Medio Oriente. Esto es una condición que Israel no pretende aceptar y seguramente intentará impedirla a toda costa.

Otra opción es afectar la economía de Irán. En un artículo reciente del profesor Edward Luttwak publicado por AthenaLab, el estratega propone que Israel ataque las instalaciones y oleoductos que conectan con los terminales portuarios en la isla Khark y el de Jask. Si el 83% de las exportaciones de Irán son hidrocarburos, un golpe en su infraestructura estratégica será determinante para la economía y, en buena medida, para la sobrevivencia del régimen de Teherán. Una aventura de estas características significaría una escalada mayor en el conflicto, pero un daño sustantivo para el régimen de Jameneí y las milicias aliadas que dependen mayoritariamente del apoyo económico y militar de Irán.

Finalmente, y con una mirada a más largo plazo, está la alternativa de “colaborar” para que ocurra un cambio de régimen en Irán. El ayatola Jameneí lleva más de 35 años en el poder, es decir, es el autócrata de mayor período. Las cosas en Irán no han estado tranquilas. Desde el 2009, las protestas han crecido en tamaño y recurrencia ante un gobierno autoritario, ajena al respeto de derechos humanos, en particular de mujeres y minorías. De esta forma, con una situación económica deteriorada, que puede empeorar si no recibe los beneficios de las exportaciones de petróleo, sumado al descontento popular y a la organización efectiva de la oposición, es plausible que se desencadenen hechos que podrían acarrear la caída del ayatolá y, con esto, un cambio de régimen que afectaría la sostenibilidad del “eje de resistencia” y, ciertamente, el escenario geopolítico de la región.

Algunas consideraciones

Si bien se debe reiterar que hoy existen más interrogantes que respuestas, ya sea sobre objetivos, efectos e impacto final en la guerra, se estima que sí es factible concluir algunas ideas:

  • El ataque del 7 de octubre de 2023 activó un nuevo ciclo de violencia y hostilidades en Medio Oriente. La guerra está lejos de terminar, principalmente, debido a que los actores más directamente involucrados no han alcanzado sus objetivos políticos, a menos que ocurran hechos inesperados e imprevistos.
  • El tipo y escala de la respuesta de Israel frente al último ataque ejecutado por Irán configurarán, en gran medida, el futuro del actual conflicto en la región.
  • En estos momentos, pareciera que más que ataques dirigidos a causar grave daño en el oponente, estamos frente a una suerte de diálogo estratégico entre potencias regionales, que se manifiesta a través de la demostración de capacidades y habilidades, al mismo tiempo de la inhibición de escalamiento extremo. Tanto Irán como Israel poseen claramente mayores capacidades que las empleadas hasta ahora.
  • El grave efecto de la campaña de Israel sobre la Franja de Gaza y el Líbano, además de los impactos humanitarios observados, puede traducirse en que personas que no tenían conexión directa con el conflicto, terminen radicalizándose y siendo capturadas por grupos terroristas. Sin duda, un efecto colateral no deseado.
  • Si bien ha sido factible visualizar los objetivos y la estrategia militar iniciales impulsados por Israel, sin embargo, resulta muy complejo deducir cuáles serán los objetivos y la estrategia de Tel Aviv para la fase posterior a la campaña militar, lo que se podría traducir en serios problemas para ese país. Una opción favorable para Tel Aviv podría ser involucrar a Estados árabes en la solución, quienes no ven con buenos ojos la extensión de influencia de la República Islámica de Irán.
  • La estrategia de “decapitación” de las estructuras terroristas, si bien tiene efectos en lo inmediato, históricamente no ha sido efectiva en el mediano y largo plazo. Ejemplos como el de Al-Qaeda demuestran que siempre habrá reemplazos y ajustes en las organizaciones, pero no se logrará la destrucción total, dado que su naturaleza es política y no militar, por ende, la solución del problema también es más política que militar.
  • Las operaciones en el Líbano, ya sea las dirigidas a la eliminación de los líderes de Hezbolá, su arsenal, infraestructura y miles de túneles, así como la ofensiva terrestre que eliminará combatientes de sus filas, podría, eventualmente, ofrecer una oportunidad al Estado libanés de recuperar el control territorial y ejercer una soberanía más efectiva.
  • El avance del programa nuclear iraní, en especial con una nueva etapa en su relación con Rusia, desde donde puede obtener tecnologías que acortarían los plazos para acceder a armamento nuclear desplegable, es un escenario que Israel debería evitar a toda costa.
  • Estados Unidos ha mantenido una estrategia limitada, a veces ingenua respecto de Irán. Su falta de involucramiento en el conflicto y el relajamiento de las medidas de presión sobre el régimen iraní, pensando en que el acercamiento sería productivo, han otorgado tiempo y espacio para que Irán desarrolle su enfoque hostil en la región, especialmente respecto a Israel.
  • Irán continuará alimentando e incentivando a los grupos que actúan bajo su guía en el “eje de resistencia”, mientras cuente con los recursos para ello.
  • Del mismo modo, dadas las características autocráticas del régimen de Teherán, la situación interna, incluido el desempeño económico del país, siempre será lo más relevante, priorizando mantenerse en el poder.
  • Ante la posibilidad real de ataques a intereses o personas de Israel o Estados Unidos en el mundo y conociendo el creciente interés de Irán en la región latinoamericana, es prudente que Chile tome medidas de prevención y alerta ante acciones de estas características. No es un misterio que Bolivia ha intensificado su relación con Teherán y que desde Argentina han levantado alarmas sobre la presencia de ciudadanos iraníes con documentos nacionales de Bolivia. De allí que, dado el actual contexto internacional marcado por una conflictividad global, es que aparece como necesario estar alertas y adoptar todas las medidas de protección posibles para evitar verse afectados.

[1] Esto debe entenderse más bien como un concepto a que como una coalición que actúa integrada y coordinada. Si bien tratan de responden a los lineamientos iraníes, bajo la idea de “unidad de frente” (“Unity of Arena”), cada grupo tiene sus propios intereses y objetivos, careciendo de mecanismos de coordinación.

[2] Los ríos Awali y Litani configuran una línea de delimitación geográfica, en territorio libanés, sobre la cual es posible establecer un área de control e influencia, para evitar ataques de Hezbolá al Norte de Israel, permitiendo el regreso de los desplazados dentro de su territorio. La presión militar sobre el Líbano, de igual forma está provocando igualmente el desplazamiento forzado de un gran número de libaneses hacia el Norte del país.


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