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Es común que los calendarios consideren grandes gestas bélicas como efemérides y los libros de historia honren a los héroes de las mismas; es menos frecuente que los países celebren la paz, o que estudien a nivel de la población general los beneficios que ésta aporta, considerando que la comprensión de la historia es fundamental para la preservación de un orden y una concordia laboriosamente alcanzados.
El Tratado de Paz y Amistad de 1984 entre Chile y Argentina (TPA), objeto de celebraciones esta semana por su 40º aniversario, es no sólo un hito en la historia de nuestros dos países, y la piedra fundante de nuestra relación desde entonces. La mediación que condujo a esa solución, después de haber estado a sólo minutos de una guerra fratricida es, además, un momento estelar de la diplomacia a nivel global.
Con una redacción diáfana y asequible (el texto se puede leer AQUÍ), este acuerdo firmado en el Vaticano en 1984 y ratificado en 1985 por ambas naciones, determina “la solución completa y definitiva de las cuestiones a que él se refiere”; esto es, la fijación del límite entre los dos países desde el canal Beagle hasta el pasaje de Drake al sur del cabo de Hornos. Además de la delimitación marítima, el texto establece derechos de navegación, precisa límites en la boca oriental del estrecho de Magallanes, y detalla un procedimiento para la solución pacífica de controversias, reafirmando los derechos de ambos países en la Antártica y exhortando a ambas naciones a seguir el camino de la paz y la cooperación.
Se trata de un texto detallista y moderno, diseñado para resistir el embate del tiempo por haber sido concebido con una mirada estratégica de largo plazo respecto a la relación bilateral. Por ejemplo, los redactores consideraron de forma destacada la cooperación económica y la integración física, creando una comisión binacional a tal efecto, y que más tarde ambos países han enriquecido por vía de acuerdos complementarios. Los redactores del TPA sabían que esa integración, y la minería en particular, tenía el potencial de ser nuestra versión local de la “comunidad del acero y el carbón”, que trajo paz, estabilidad y prosperidad a países europeos que construyeron unidad luego de haber vivido numerosas guerras.
Panorama de la relación bilateral
En estos cuarenta años, los lazos entre las dos naciones se han cultivado a través de numerosas instancias de coordinación bilateral que involucran a Gobiernos, Fuerzas Armadas y sociedad civil. La amistad a nivel de sociedad civil es especialmente destacable, con la cultura y las artes como un eje importante en la construcción de confianzas.
A nivel estatal, existen aproximadamente 40 mecanismos bilaterales que abarcan materias de naturaleza política, económica, científica, militar y cultural. En el ámbito subnacional —entre provincias argentinas y regiones chilenas— existen Comités de Integración, que abordan de forma permanente temas fronterizos y de conectividad, integración física, comercio, inversiones, cultura y cooperación científica, entre otros.
Asimismo, hay que subrayar que en relación con el tema Malvinas/Falklands, todos los gobiernos de Chile desde el retorno de la democracia han mantenido un respaldo a Argentina y apoyado la necesidad de encontrar una solución pacífica y definitiva a la disputa, de conformidad con las resoluciones pertinentes de Naciones Unidas y otros foros regionales y multilaterales.
Los pendientes de la relación bilateral
Los mejores tratados de amistad son aquellos que proporcionan una base sólida, tanto para enriquecer el vínculo vecinal como solucionar problemas venideros, y ése es el caso del TPA. Sin embargo, y lejos de lo que los redactores soñaban, en la práctica la relación a nivel de gobiernos hoy se encuentra estancada.
Gobernadores, alcaldes de zonas fronterizas y expertos en integración física concuerdan en la queja respecto al inmovilismo de la relación entre las regiones chilenas y las provincias argentinas, subrayando la riesgosa falta de conectividad y deficiencias en el manejo de recursos hídricos compartidos, lo último de crucial importancia en vista del cambio climático. Si bien hemos hecho progresos en hacer más expeditos los trámites migratorios, los pasos cordilleranos en su mayoría mantienen una infraestructura precaria, que necesitaría de grandes inversiones para modernizarse. La construcción de corredores propiamente tales ha resultado inalcanzable. Muchos grandes inversionistas (incluidos los chilenos) tuvieron que salir de Argentina en los últimos 20 años, debido a políticas económicas hostiles. En ambos países, la maraña administrativa que hoy llamamos permisología afecta grandemente los proyectos binacionales.
Chile ha incentivado el proceso de convergencia entre la Alianza del Pacífico y Mercosur, en el concepto de convergencia en la diversidad, con el objetivo de potenciar la integración, posición que Argentina comparte. En lo comercial, sin embargo, y pese de contar con nuevos instrumentos jurídicos enfocados a aumentar el comercio bilateral, particularmente el de servicios y el electrónico, muchas cadenas de valor no se han podido construir. En los últimos 20 años, no hemos podido aumentar significativamente nuestras exportaciones a Argentina. Chile exporta mucho más a Asia que al vecino con el que compartimos la tercera frontera más extensa del mundo.
El otro ámbito pendiente concierne la solución de controversias. EL TPA estableció que en lo sucesivo los dos países van a solucionar sus pendientes por la vía pacífica, y hoy existen dos materias que necesitan solución: Campo de Hielo Sur y la Plataforma Continental Extendida. El primer asunto concierne una gran extensión de glaciares situada en los Andes patagónicos, el cual constituye el mayor campo de hielo de carácter continental no polar y con acceso terrestre. Según el acuerdo de 1998 al respecto, la frontera en dicho sector debe ser definida. El segundo asunto concierne la prolongación natural de los Estados bajo el mar, y respecto a la cual, en el Mar de la Zona Austral, los reclamos de ambos países se superponen.
Se trata de temas sensibles, pero que no pueden seguirse postergando de modo indefinido. Chile ha avanzado en la solución de controversias con nuestros dos vecinos del norte (Perú y Bolivia), y obtenido valiosa experiencia después de 15 años litigando tres casos ante la Corte Internacional de Justicia. La ciudadanía está más familiarizada con estos procesos, y contamos con tecnología que permite hacer mejor delimitación y demarcación de fronteras. No ayuda en nada al interés nacional mantener estos temas en una nebulosa, contando ambos países con las herramientas para su solución. Al contrario, el status quo es a menudo fuente de una tensión entre los gobiernos.
Conclusión
A cuarenta años de la suscripción del Tratado de Paz y Amistad, Chile y Argentina tienen una vinculación positiva y madura, donde procesos y mecanismos han profundizado los lazos vecinales, ofreciendo potencialidad para proyectar una amistad aún más sólida y un futuro más próspero para ambos países.
No obstante, la densidad y riqueza del vínculo actual, dar por sentadas la paz y la amistad entre ambos países sería un error. En particular, olvidar el proceso histórico que generó sus cimientos es una receta para la creación de problemas nuevos. El mayor deber de alimentar la relación con gestos de hermandad y respeto recae en las Jefaturas de ambos Estados. El incumplimiento de ese deber, en razón de no poder superar incompatibilidades personales o ideológicas —como se ha visto recientemente—, justifica una preocupación compartida a ambos lados de la cordillera. Los pendientes de la relación binacional necesitan la atención conjunta y directa de ambos mandatarios.
A nivel de sociedad civil, la educación respecto al hito que sostiene nuestra paz y amistad debe expandirse sustancialmente, y dejar de ser un tema asequible sólo a expertos. Tal como ambos pueblos conocemos el vínculo que nos unió al momento de la independencia, entre Bernardo O’Higgins, José de San Martín y tantos otros patriotas a ambos lados de la cordillera, la mediación que nos alejó de la guerra casi 200 años después debería ser parte integral del currículum en colegios chilenos y argentinos. La necesaria digitalización del archivo del proceso sería entonces el mejor homenaje —y todavía pendiente— a la unidad binacional.
Paz Zárate, investigadora sénior AthenaLab
29 de noviembre de 2024
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