Comentarios y Análisis
ANÁLISIS | Cables submarinos, vulnerabilidad creciente
En el caso de Chile, el país tiene ventajas comparativas para la seguridad de sus cables submarinos, como las profundidades de las aguas y la distancia relativamente alejada de los principales nodos. No obstante, también presenta vulnerabilidades, como contar con pocas conexiones
Con diferencia de semanas, desde el Báltico hasta el Pacífico Occidental se han registrado cortes de cables submarinos de fibra óptica por parte de barcos comerciales, en incidentes que involucran a naves relacionadas con China y Rusia.
Durante la pasada Navidad, el petrolero “Eagle S”, que forma parte de la “flota fantasma” que transporta petróleo ruso objeto de sanciones, fue sindicado como el responsable de dañar el cable Estlink-2, que conecta Estonia y Finlandia. Según la agencia de registro naviero Lloyd’s, a bordo llevaba sofisticados equipos electrónicos para monitorear actividades navales[1].
Dos semanas antes, también en el Báltico, un cable de comunicaciones de 1.170 kilómetros entre Finlandia y Alemania fue cortado, al igual que un enlace de Internet de 218 kilómetros entre Lituania y la isla sueca de Gotland. Esa vez se apuntó al carguero chino “Yi Peng 3” que, tras dejar el puerto ruso de Ust-Luga, habría navegado por una ruta que coincide con los lugares donde se registraron las interrupciones.
En ambos casos, la táctica sería la misma: arrastrar el ancla con la cadena hasta cortar los cables, aprovechando que este mar interior tiene una profundidad media de apenas 57 metros y que esas líneas de comunicaciones cuentan con un diámetro de ocho centímetros.
Cuando despuntaba el 2025, la Guardia Costera de Taiwán recibió el aviso de una compañía de telecomunicaciones que indicaba el corte de un cable submarino en la costa noreste de la isla. Se investiga la participación del carguero “Shunxin-39”, que pertenece a un armador chino.
Todos estos incidentes, estén relacionados o no, prueban la creciente vulnerabilidad de los cables submarinos de fibra óptica por donde se transmite el 97% de las comunicaciones globales y se registran transacciones financieras diarias por un valor de 10 millones de billones de dólares[2]. Aunque no existe alternativa para ellos, por el volumen de datos que pueden transportar –los satélites actuales no dan abasto–, su ubicación en lugares aislados y poco vigilados está disponible de forma pública para cualquiera.
Dado que las barreras de entrada en el mar para provocar sabotajes son muy bajas, y en general, difíciles de probar, no solo los Estados pueden causar disrupciones a través de medios directos o indirectos, como barcos comerciales y pesqueros de apariencia inofensiva, sino que diversos grupos subestatales también son capaces de llevar acciones de este tipo. En marzo de 2024, los rebeldes hutíes de Yemen fueron acusados de cortar cuatro cables en el mar Rojo, afectando el 25% del tráfico de datos que fluye entre Asia y Europa.
Si bien dentro del ámbito de la seguridad marítima la protección de infraestructura submarina se ha vuelto una preocupación creciente, la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar[3] no es muy contundente al respecto y está algo desactualizada, ya que es de principios de la década de 1980. El artículo 113 otorga a los Estados la facultad para aplicar una pena a quienes cometan el delito de “rotura o daño causados voluntariamente o por negligencia culpable a un cable submarino situado en alta mar, por un buque que enarbole su pabellón o por una persona sujeta a su jurisdicción, de manera que puedan interrumpir u obstruir las comunicaciones telegráficas o telefónicas…”. El problema es que la escena del crimen está a decenas de metros de profundidad.
Aunque la táctica de cortar cables submarinos para interrumpir comunicaciones enemigas no es nueva —fue ampliamente usada en la Primera Guerra Mundial e incluso en la Guerra del Pacífico en 1879—, hoy se enmarca dentro de las actividades de “zonas grises”, que se caracterizan por su ambigüedad, su carácter incremental y su facilidad para negarlas. En el fondo, son medidas coercitivas llevadas a cabo por Estados y terceros que no implican el empleo de la fuerza militar y caen bajo el umbral de la guerra. Así se obtienen ganancias tácticas o estratégicas sin pagar o incurrir en los costos de una confrontación. Algunos prefieren hablar de una de las tantas formas de la “guerra híbrida”.
Carguero “Yi Peng 3”. Foto: France Presse
Dado que este tipo de acciones se ha vuelto cada vez más frecuente, países europeos, como Francia, han elaborado una estrategia específica sobre fondos marinos[4], mientras que otros, como el Reino Unido, están construyendo o transformando embarcaciones comerciales especializadas en plataformas para para vigilar la infraestructura submarina, como el “HMS Proteus”[5].
Ahora bien, no todos los países están igualmente expuestos a estos cortes deliberados. Es lógico que cuantas más conexiones tenga un Estado o más clave sea en materia de seguridad, mayores acciones hostiles podría atraer. “Mientras un corte total de información sigue como un escenario poco probable para países con múltiples conexiones de cables, el asunto es más crítico para islas pequeñas o Estados con conexiones débiles, donde el corte de un solo cable puede causar un daño mayor”, advierten los expertos en temas se seguridad marítima Christian Bueger y Timothy Edmunds en Understanding Maritime Security (2024).
En el caso de Chile, el país tiene ventajas comparativas para la seguridad de sus cables submarinos, como las profundidades de las aguas y la distancia relativamente alejada de los principales nodos. No obstante, también presenta vulnerabilidades, como contar con pocas conexiones, algo que estaría por cambiar cuando Google finalice el tendido del nexo entre Chile y Australia y cuando se conecte a Puerto Williams con la Antártica (el estudio de factibilidad fue adjudicado al consorcio integrado por Salience Consulting, de Dubái, y Pioneer Consulting, de Estados Unidos). Probablemente, los lectores se sorprenderían si supiera lo fácil que es encontrar el punto que conecta el cable con tierra.
Por todo lo visto, garantizar la seguridad de estas infraestructuras críticas se volverá aún más relevante y complejo de todo lo que ya es para el país, la región y el mundo. Los indicios saltan a la vista, ojalá alguien los esté viendo.
9 enero de 2024
Juan Pablo Toro
[1] Lloyd’s List (27/12/2024). “Russia-linked cable-cutting tanker seized by Finland ‘was loaded with spying equipment”. En: https://www.lloydslist.com/LL1151955/Russia-linked-cable-cutting-tanker-seized-by-Finland-was-loaded-with-spying-equipment?s=08
[2] Policy Exchange (2017). “Undersea cables.Indispensable, insecure”. Rishi Sunak. En: https://policyexchange.org.uk/wp-content/uploads/2017/11/Undersea-Cables.pdf
[3] Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. En: https://www.un.org/depts/los/convention_agreements/texts/unclos/convemar_es.pdf
[4] “Stratégie ministérielle de maîtrise des fonds marins” (2022). En: https://www.defense.gouv.fr/sites/default/files/ministere-armees/20220211_GT%20MAITRISE%20FONDS%20MARINS_dossier%20de%20presse.pdf
[5] Más información sobre el “HMS Proteus” en: https://www.royalnavy.mod.uk/organisation/units-and-squadrons/support-ships/rfa-proteus
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Director ejecutivo AthenaLab
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