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COMENTARIO | El desafío que el crimen organizado plantea al sistema carcelario

17 de Enero de 2025 Pilar Lizana
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COMENTARIO | El desafío que el crimen organizado plantea al sistema carcelario

Entre los múltiples desafíos que presenta el sistema carcelario chileno, uno de los principales es el hacinamiento. Sin embargo, abordar solo el problema del espacio existente y la sobrepoblación deja de lado un desafío igualmente importante, como es el relacionado con el impacto del crimen organizado dentro de las prisiones y cómo estas son utilizadas como centros de operaciones para controlar las actividades delictuales que realizan los grupos fuera de los reclusorios.

En ese sentido, América Latina tiene un largo historial de poderosos grupos criminales que han nacido dentro del sistema penitenciario y desde allí se han expandido al mundo. Lo anterior, producto, entre otras cosas, de una mala política penitenciaria.  Por eso en Chile se debe abordar la construcción de nuevos recintos acompañada necesariamente de una política efectiva de encarcelamiento, que incluya rehabilitación y cese de actividades delictuales.

Crimen organizado y la cárcel: La experiencia de Brasil

Hacia fines de siglo XX nacen dentro del sistema carcelario brasileño dos de los mayores grupos de crimen organizado de ese país: El Primer Comando de la Capital (PCC) y el Comando Vermelho (CV) o Comando Rojo. Los recintos penitenciarios del gigante sudamericano han sido el lugar donde el crimen organizado emerge, crece y se desarrolla, sostuvo el profesor Thiago Rodrigues de la Universidad Federal Fluminense de Río de Janeiro, en un reciente seminario organizado por AthenaLab.

Para esas organizaciones, la cárcel opera como un edificio corporativo del crimen, recinto donde controlan los territorios, incluso fuera de las fronteras nacionales. Gracias a la posibilidad de reclutar “soldados” y desarrollar verdaderos joint ventures entre grupos criminales, los grandes carteles de la droga se instalan en los distintos países. De hecho, de acuerdo con las investigaciones de Rodrigues, ya se han identificado personas ligadas al PCC en las cárceles españolas, portuguesas y francesas.

Por tanto, el sistema penitenciario es el caldo de cultivo para el crimen organizado sudamericano, planteamiento con el que coincide el experto Douglas Farah, quien destaca que, junto a Brasil, Ecuador y Venezuela, son otros lugares donde desde la cárcel se consigue el control del territorio y se exporta el negocio ilícito.

En ese contexto, una de las grandes lecciones del combate contra el crimen organizado carcelario, según Rodrigues, tiene que ver con una política represiva basada en un mal encarcelamiento masivo.

El profesor explicó en el seminario “Chile frente al crimen organizado latinoamericano: Desafíos y lecciones aprendidas” que en Brasil un encarcelamiento masivo de exguerrilleros a principios de los años 90 hizo derivar estos presos evolucionar hacia los carteles del narcotráfico. Cada nuevo reo se volvió un  potencial recluta como consecuencia de una política que solo buscaba encarcelar sin segregar ni rehabilitar.

Cuando un cartel nace en la cárcel, además de convertirla en su centro de operaciones, la vuelve un lugar donde consigue mano de obra. Los jóvenes marginados y radicalizados se transforman en “soldados” y el “populismo punitivo”, que propone medidas de mano dura que incluyen arrestos masivos, termina por expandir redes criminales más que desarticularlas puertas adentro. Rodrigues sostiene que “las soluciones meramente represivas son soluciones sencillas para problemas complejos: seducen a la opinión pública, son útiles como discurso político, pero son ineficientes y potencializan el crimen organizado”.

La cárcel tiene que ser el último eslabón de la cadena de seguridad y debe cumplir con su objetivo de inhibir el delito. Pero para eso se requiere de políticas carcelarias efectivas, es decir, limitar las comunicaciones, evitar el contagio criminógeno, rehabilitar a quienes cumplen con las condiciones para ello y aislar a los líderes de los carteles, entre otras cosas.

Los desafíos de la realidad carcelaria de Chile frente al crimen organizado

Si bien el profesor Rodrigues utilizó el caso brasileño para explicar el problema, lo cierto es que esa realidad no está tan lejana de la chilena. Hoy, varias cárceles del país albergan a miembros de carteles transnacionales. La falta de espacio y el hacinamiento se transforman en una oportunidad para intervenir los recintos y hacer lo que mejor saben: controlar el territorio desde la cárcel. Por ello, Rodrigues advirtió que, si Chile observa con alerta el avance de grupos como el PCC, debiese estar trabajando en resolver el problema carcelario pues, al igual como se ha visto en otros países, los criminales brasileños no tienen dificultad en relacionarse con grupos locales o extranjeros ya instalados con el fin de insertar dentro de las prisiones ciertas personas claves que expandan el negocio.

Un asunto que debiese preocupar a Chile tiene que ver con ese lugar donde los grupos criminales brasileños se encuentran con los delincuentes de origen venezolano. En la zona norte de Brasil, el Tren de Aragua ha comenzado a interactuar con los grupos locales y también con el único realmente transnacional de ese país: El Primer Comando de la Capital.

En ese sentido, y mirando el problema desde Chile, la relación entre el Tren de Aragua y el PCC podría significar que el gigante criminal de Brasil no necesite llegar a Chile para utilizar su infraestructura, sino que basta con que genere acuerdos con los criminales que ya se encuentran en el país para.

Con un 140,5% de uso de capacidad de régimen de 24 horas[1], las cárceles del país enfrentan un evidente problema de espacio, el cual se traduce en una oportunidad para reclutar, someter y desarrollar mercados ilícitos dentro de estos recintos. El 60,6% de la población penal de Chile se encuentra recluida en un régimen de 24 horas[2]. En ese contexto, un diverso catálogo de delitos lleva a que presos de distinta categoría convivan a diario, aprendan de los más experimentados y disminuyan su oportunidad de reinsertarse.

La mayor cantidad de presos se encuentra en el rango etario entre 20 y 49 años[3], predominan los hombres sobre las mujeres, y los más jóvenes se transforman en mano de obra reclutable si es que en el penal se encuentra detenido algún líder criminal de un grupo organizado.

La evolución de la población penal extranjera entre 2022 y 2024 podría entregar información relevante sobre el avance del crimen organizado latinoamericano en Chile. De los extranjeros, los bolivianos, colombianos y venezolanos ocupan los primeros tres lugares. Los venezolanos son los que más han crecido; con un aumento del 98% entre 2022 y 2024, desplazando a los bolivianos del segundo lugar. Los colombianos siguen siendo la principal nacionalidad registrada, casi alcanzados por los oriundos de Venezuela[4].

Gráfico 1: Evolución de la población colombiana, boliviana y venezolana en el sistema penitenciario chileno, 2022-2024

Fuente: Gendarmería de Chile, Estadísticas Penitenciarias en: https://www.gendarmeria.gob.cl

Lo anterior se podría explicar por la consolidación de las distintas células del Tren de Aragua, como Los Gallegos, El Tren del Coro y Los Piratas, que operan en Chile y que ya tienen a importantes líderes detenidos, como, por ejemplo, alias “Estrella”, uno de los líderes de Los Gallegos. Además, si se considera que el Tren de Aragua es un grupo criminal que nace y crece dentro de la cárcel de Tocorón, en Venezuela, la reclusión en Chile no sería un problema para seguir ejerciendo el control territorial que han consolidado a través de la trata de personas para la explotación sexual, dentro de otros delitos.

El desafío que esta realidad plantea al Estado chileno tiene que ver con el hecho de que nuestro sistema penitenciario no cuenta con las características necesarias para desarrollar esa efectiva política carcelaria a la que se refirió Rodrigues en su presentación. El hacinamiento dificulta la segregación y fomenta el contagio criminógeno. Además, se está observado que los más jóvenes son vulnerables frente al avance del crimen organizado. Reclutados como “soldados” narco en zonas marginadas del país, debido a la falta de oportunidades y la ausencia de respuestas del Estado, les genera una pérdida de sentido de pertenencia que la han encontrado en los grupos criminales. De ahí que se observe gran cantidad de reos en la adultez temprana.

La política penitenciaria debe ser integral. Por el momento, la delincuencia común sigue predominando en el sistema carcelario, en general, pero esto no se mantendrá por mucho tiempo y cuantos más líderes de grupos criminales carcelarios lleguen a nuestros recintos penitenciarios, más se podrá tender a a transformarlos en edificios corporativos del delito, como ha ocurrido en otros países de la región, sino no se tomas medidas apropiadas.

Reflexiones

Una política carcelaria más diseñada puede transformarse en caldo de cultivo para la consolidación del crimen organizado. Por ello, hacerse cargo del problema de espacio es uno de los tantos aspectos que se deben observar al momento de diseñar una política que transforme a la cárcel en el último eslabón de la seguridad pública.

En ese sentido, es relevante considerar los siguientes aspectos:

  • Contar con recintos que permitan un manejo correcto de los reos. Es decir, segregar la población penal para evitar contagio criminógeno; considerar zonas de visita, si es que la calidad del reo lo permite, que cuenten con controles específicos para cortar las redes de comunicación con el exterior; tener en cuenta zonas comunes y dormitorios que permitan turnos para evitar el contagio y que logren inhibir la comunicación entre reos altamente peligrosos.
  • Contar con un correcto manejo de la población carcelaria que evite mezclar a reos de calidades distintas y proteger a gendarmes con el fin de evitar extorsiones y amenazas.
  • Una buena clasificación de los presos resulta fundamental para abordar una problemática como el crimen organizado. Además, la información que se obtiene desde dentro de la cárcel permite abordar el delito afuera, generando las conexiones necesarias para focalizar la respuesta.
  • Esa clasificación permite, también, identificar a quienes tienen la posibilidad de rehabilitarse y reinsertarse.
  • Lo anterior debe, necesariamente, ir acompañado de acciones que aborden los problemas de corrupción en Gendarmería y las debilidades del servicio. Elevar el nivel desde servicio público a institución del Estado resulta fundamental para abordar lo anterior.
  • Las políticas de encarcelación sin estrategia no tienen buenos resultados. Ejemplo de ello es el caso de Brasil, desde donde Chile puede sacar lecciones que le permitan abordar el crimen organizado desde todas sus dimensiones.

Pilar Lizana

17 de enero de 2025


[1] Gendarmería de Chile, Estadísticas Penitenciarias, 11 de noviembre de 2024.

[2] Ídem.

[3] Ídem.

[4] Ídem.

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