El pueblo cubano se caracteriza por su resiliencia, debiendo lidiar con escasez permanente de muchos bienes y servicios. Sin embargo, la siempre desmedrada situación de la isla se ha agudizado en los últimos años, al punto que la crisis actual es considerada incluso peor a la habida después del colapso de la Unión Soviética.
En términos económicos, el país se empobreció notoriamente en los últimos años, ya que la industria del turismo no ha podido recuperarse después de la pandemia y los mayores aliados del régimen (Venezuela y Rusia) hoy tienen otras prioridades de política exterior. En materia energética, específicamente, el país cuenta con una infraestructura largamente desfasada y carente de inversiones. El combustible que provenía de Venezuela se ha reducido considerablemente en los últimos años, y si bien Rusia y México han aumentado las entregas de crudo, pero en las cantidades suficientes para cubrir las necesidades de la isla, que tampoco puede financiar la compra de hidrocarburos en mercados globales para sus viejas termoeléctricas. China está instalando paneles solares en la isla, pero se trata de un proyecto a largo plazo.
Este panorama ha forzado al gobierno de Miguel Díaz-Canel a paralizar al país en el último mes, a fin de ahorrar energía. Extensos períodos sin electricidad se traducen en que no hay hay forma de cocinar ni de mantener frescos los alimentos, ni servicios de transporte, recolección de basura, internet ni forma de cargar celulares. Además, escasea el agua potable (por los problemas para bombearla), y se hace difícil incluso dormir, por la imposibilidad de combatir las altas temperaturas.
La profunda crisis económica está impactando la seguridad alimentaria y nutricional de la población de modo significativo, al punto de que en mayo pasado, y por primera vez en su historia, Cuba debió pedir al Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas ayuda para nutrir a los niños, a fin de mantener la distribución de leche subsidiada a los menores de siete años.
La situación ha gatillado una nueva ola migratoria y provocado que el régimen ya no persiga a quienes escapan diariamente de la isla. Más del 18% de la población ha emigrado en los últimos dos años. Se estima que, al concluir este año, la población habrá caído a 8 millones desde los 11,1 millones de habitantes que registraba el censo de 2022. Los que se quedan sobreviven gracias a las remesas que hacen familiares en el extranjero, pero este factor es fuente de gran desigualdad social.
El gobierno cubano culpa a Estados Unidos de la situación. El embargo, en efecto, limita la capacidad del país para importar combustible y repuestos para las termoeléctricas. Además, hay que considerar que la administración de Donald Trump revirtió prácticamente todas las reformas políticas de normalización de las relaciones con La Habana que había impulsado Barack Obama, y volvió a imponer prohibiciones de viaje para ciudadanos estadounidenses y límites a las remesas a la isla. Las sanciones de máxima presión de la era Trump han sido mantenidas por la administración del presidente Joe Biden.
Finalmente, el cambio climático hace que Cuba y otros países del Caribe estén experimentando más frecuentemente fenómenos meteorológicos destructivos. Esta vulnerabilidad acentúa la pobreza de la isla.
¿Podría esta tormenta perfecta que sufre Cuba gatillar algunas reformas? Hay que recordar que hace tres años (2021), a raíz precisamente de cortes de energía, tuvieron lugar en la isla las mayores protestas de las que se tenga memoria.En respuesta a esa crisis, el gobierno permitió entonces la formación de pequeñas y medianas empresas privadas. Pero al igual que pasa con las personas naturales, esas mismas empresas son incapaces cumplir sus fines y compromisos si no cuentan con acceso a servicios básicos. Reformas radicales son entonces indispensables para que llegue la inversión extranjera que permitiría la modernización de la infraestructura de la isla.
Lo que sí es seguro es que, de no contar con asistencia, Cuba se encamina a un desastre humanitario, incluyendo una ola migratoria mayor a la vista hasta ahora, dirigida mayormente a Estados Unidos, pero también a otros países del continente.
Visto el efecto de las olas migratorias venezolana y haitiana en la región, resultaría conveniente que Cuba, antes de que la crisis empeore aún más, recibiera ayuda internacional; y que Estados Unidos (dependiendo del eventual triunfo de Kamala Harris) reinstalara las medidas tomadas durante la administración Obama.
Paz Zárate, investigadora senior AthenaLab
30 de octubre de 2024
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