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ANÁLISIS | Trump: la paz a través de la fuerza tiene una segunda oportunidad

Debido al rol central que tiene Estados Unidos en la seguridad mundial, el regreso de Trump al poder impactará, sin duda, en el desarrollo próximo de los actuales  teatros de conflicto en Europa, Medio Oriente y Asia.

6 de Noviembre de 2024 Juan Pablo Toro
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ANÁLISIS | Trump: la paz a través de la fuerza tiene una segunda oportunidad

En su noche de victoria, Trump prometió terminar con las guerras.

En su discurso de victoria, el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, aseguró ante un mundo expectante que no iba a “iniciar guerras, sino a detenerlas”, un mensaje del republicano muy parecido al que tuvieron hace algunos años los demócratas.

“No tuvimos guerras. Durante cuatro años no tuvimos guerras, excepto que derrotamos al Estado Islámico”, añadió Trump, cuando aún se contaban votos en algunos estados clave.

Es cierto. El mundo que hoy encontrará al llegar a la Casa Blanca el próximo enero de 2025 es testigo de la guerra a gran escala entre Rusia y Ucrania, que comenzó con la invasión de febrero de 2022; de los intercambios de misiles entre Israel e Irán como consecuencia de los hechos que desató el ataque terrorista de Hamás en octubre de 2023; y de un envalentonado Kim Jong-Un, quien no solo lanza cohetes de ensayo, sino que entrega armas, municiones y tropas a Moscú.

Debido al rol central que tiene Estados Unidos en la seguridad mundial, como principal fuente de ayuda para Ucrania, aliado incondicional de Israel y proveedor de fuerzas en terreno para la protección de Japón y Corea del Sur, el regreso de Trump al poder impactará, sin duda, en el desarrollo próximo de estos teatros de conflicto.

EUROPA, A GASTAR. La continuidad del esfuerzo bélico para respaldar a Ucrania podría sufrir una merma, no solo porque el futuro mandatario ha dicho que acabará con la guerra incluso antes de asumir el cargo, sino porque los mismos republicanos en el Congreso ya venían cuestionando la entrega de más de US$64.000 millones en ayuda militar a Kiev ante los escasos progresos en el campo de batalla. El conflicto hoy solo parece destinado a prolongarse, mientras las partes siguen poniendo condiciones inaceptables para negociar.

En su primera administración, Trump les advirtió a sus socios europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte que debían invertir más en defensa, puesto que ellos mismos se comprometieron a destinar más del 2% del PIB. Sin embargo, tuvo que desatarse la guerra para que algunos entendieran el mensaje; aunque otros todavía no lo hacen.

La Unión Europea se ha visto obligada a incluir la defensa dentro su portafolio de obligaciones, dando pasos para recuperar la capacidad industrial del sector. Si Washington empieza a replegarse, será la prueba última de la deseada autonomía estratégica europea. Aunque es más probable que algunos gobiernos redoblen sus compras militares a empresas de Estados Unidos, sabiendo que es una buena carta para presentarse ante el republicano.

Durante la campaña, Trump sostuvo que, si los ucranianos hubiesen logrado un acuerdo con Rusia, incluso “cediendo un poquito”, habría sido mejor que lo que hoy ocurre y “todos estarán vivos”. También ha recordado que tiene una buena relación con el presidente Vladimir Putin, a la que apelará para negociar una salida. Mientras, Volodomir Zelensky se apresuró en felicitarlo y dijo esperar que el apoyo “bipartidista” a Ucrania continúe, algo que a la luz de resultados del martes parece que será más difícil de articular.

MEDIO ORIENTE, CELEBRA ISRAEL. Uno de los primeros en felicitar a Trump fue el primer ministro israelí, Benjamin Nentanyahu, quien ganó un aliado mucho más decidido a la hora de enfrentar a su archienemigo Irán. Fue el republicano quien ordenó la ejecución de un alto comandante de la Guardia Revolucionaria del país persa en 2020 y desechó el acuerdo de limitación nuclear con Teherán a cambio del levantamiento de sanciones económicas.

Es decir, los ayatolás deben estar viendo cómo sus posibilidades de seguir hostigando a Israel directamente o a través de milicias como Hamás y Hezbollá se reducen aún más. De hecho, la administración del demócrata Joe Biden pasó las últimas semanas convenciendo a Netanyahu para que no atacara las instalaciones nucleares y petrolíferas iraníes. Finalmente, la presión de Washington hizo su efecto, pero no sabemos si a regañadientes. Por si acaso, se destruyeron las defensas antiaéreas de Teherán para despejar el camino hacia nuevas incursiones.

En declaraciones de campaña, Trump argumentó que su amigo “Bibi” Netanyahu está haciendo un “buen trabajo” y que es bueno que “haga lo que quiera hacer”. Hasta ahora, Israel e Irán parecen estar en un diálogo estratégico por medio de un cálculo delicado de cada ataque; claro que en Washington no había alguien tan decidido como lo habrá a partir de enero. Puede que el republicano ahora sí dé carta blanca a su socio, quien ya removió al ministro de Defensa, otro freno de mano que deja de existir.

ESTE DE ASIA. Una cosa es la guerra comercial con China, que se prevé se intensificará con nuevas alzas de aranceles a productos de ese país, y otra cosa es una potencial escalada de tensión militar con Estados Unidos.  Si la apuesta de Biden era “manejar la competencia” con su rival estratégico para que no se saliera de los límites y restablecer canales de comunicación, Trump más bien podría estar tentado a “ganarla”.

Blanco de sus ataques es y ha sido la competencia “desleal” de China en muchos aspectos de la economía. No obstante, eso es justamente lo que ha permitido, en parte, el desarrollo del país asiático hasta convertirse en un rival sistémico de Estados Unidos. El problema es que su “America first” puede chocar con “China first” de su colega Xi Jinping. Las cuerdas separadas se pueden cruzar en el Mar del Sur de China.

Por lo demás, al mandatario electo le tocará estar en el cargo para el 2027, fecha emblemática por dos motivos. Uno, finaliza el tercer período de Xi, algo inédito tras la salida de Deng Xiaoping, y dos, se cierra la llamada “ventana Davidson”, el año que China tendría la capacidad para invadir Taiwán, según estimó un alto militar estadounidense ante el Congreso de su país. Aunque el republicano relativizó su defensa de Taipei durante la campaña, explicando que espera más compensaciones a cambio, los taiwaneses ya se están encargando de cumplir con la compra de armas a Washington y la instalación de plantas para fabricar semiconductores en el mismo Estados Unidos. Por lo demás, en la cohorte de Trump hay varios congresistas proclives a la isla.

A pesar de que tuvieron una relación bastante positiva cuando coincidieron en el poder, el fallecido primer ministro Abe Shinzo entendió muy bien que llegaría el día en que Japón necesitaría defenderse por sus propios medios en un entorno muy hostil. De este modo, creó una nueva arquitectura de seguridad y, a la vez, sentó las bases para duplicar el presupuesto de defensa, que será el tercero del mundo en 2028. Así que Tokio continuará siendo socio de Washington, pero en una posición de mayor fuerza. Es más, la visión de Abe sobre un Indo-Pacífico Libre y Abierto fue adoptada por la pasada administración Trump, en lo que fue todo un éxito diplomático del líder asiático.

Es cierto, durante el primer gobierno del republicano los ensayos de misiles de Kim Jong-Un cayeron al mínimo, entre otras cosas, porque Trump accedió a reunirse con el “pequeño hombre cohete” dos veces, dándole el reconocimiento diplomático y personal que buscaba. Todo después de que su colega norcoreano fuera advertido en gruesos términos de que quien iba a terminar convertido en cenizas en medio de un mar de fuego no era Washington, sino Pyongyang. Una advertencia que en su momento fue apoyada por maniobras militares con alcances que coincidían con las supuestas ubicaciones del más joven de los Kim. ¿Volverán a reunirse?

LATINOAMÉRICA. El próximo mandatario dijo en campaña que era proclive a aplicar la “pena de muerte a los vendedores de droga”, algo que hoy es competencia de los distintos estados. Sin embargo, este enfoque frontal augura que la guerra contra el narcotráfico podría tomar nuevos bríos en la región de la mano de Estados Unidos, con nuevas exigencias, pero quizás con nuevos aportes.

En el pasado, Washington diseñó planes de asistencia de seguridad para Colombia y México, con dispares resultados, pero a cambio de la ayuda y cooperación exigió un combate radical a las organizaciones criminales, las mismas que hoy azotan a América Latina. Uno de los primeros en felicitar a Trump fue Nayib Bukele de El Salvador, por supuesto.

La migración, tema central de la campaña, ya se volvió un asunto de seguridad para Estados Unidos, y todo augura que a los países expulsores de migrantes se les impondrá una severa tarea de frenar flujos no siempre bajo su control.

El más preocupado debe ser Nicolás Maduro, quien sufrió una presión total bajo Trump, incluida la oferta de una recompensa por su cabeza, aunque tampoco eso lo removió del poder.

CONCLUSIÓN. Todo parece indicar que Trump, como en tantas cosas, quiere imitar al presidente Ronald Reagan (1981-1989) a través de una fórmula de “paz por medio de la fuerza” (“peace through strength”), donde unas fuerzas armadas poderosas disuaden a posibles agresores o desincentivan comportamientos aventurados que puedan traer represalias militares.

No obstante, existen dudas plausibles si podrá lograrlo, partiendo por los nombres de quienes serían los encargados de implementar tal fórmula, que requiere tanta planificación como cálculo fino, ya que es una realpolitik por esencia. En su primer gobierno de cuatro años, Trump tuvo tres secretarios de Defensa distintos y cuatro asesores de seguridad nacional, todo un récord en términos de corta duración de estos funcionarios clave. Lo peor de todo es que varios de quienes ocuparon esos cargos, muchos de ellos veteranos halcones y reputados militares retirados, salieron hablando pestes de su jefe, describiéndolo como alguien que no entiende los asuntos mundiales, un antilíder que divide la nación, una persona no apta para el cargo, o un peligro para las instituciones.

Y si bien es cierto que en su mandato no hubo guerras abiertas —aunque fue Biden y no él quien cerró caóticamente la experiencia de Afganistán— es la política disfuncional interna de Estados Unidos que Trump también ayudó a alimentar lo que pudo incentivar a algunos dictadores y terroristas a dar los zarpazos que tienen al mundo en el estado actual. Total, los consensos bipartidistas, necesarios para involucrarse en conflictos, ya casi no existen. Y, por otro lado, el mismo mandatario republicano relativizó algunos compromisos de seguridad de su país, como aquellos que garantizaban la defensa de europeos, surcoreanos y japoneses.

Ahora bien, si se observa el mundo actual, parece imperar aquel de los hombres fuertes que no temen exhibir o utilizar los músculos en caso de conflicto. Y ahí Trump, con su mezcla de franqueza y rudeza, sí puede hablar el mismo lenguaje de un Putin, Xi, Kim, Recep TayyipErdogan y otros que no dan mucha importancia a las reglas internacionales escritas hace décadas. Al punto de que quizás no hagan cosas que sí harían en el caso de que Biden o Kamala Harris estuvieran en el poder. Pero eso está aún por verse.

Juan Pablo Toro, director ejecutivo de AthenaLab

06/11/2024

Fotos: France Presse

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