Comentarios y Análisis

Violencia urbana: una alerta de seguridad pública para Chile

11 de febrero de 2022
Compartir
Violencia urbana: una alerta de seguridad pública para Chile

El comienzo del verano fue violento. Los focos principales eran grandes polos urbanos en el centro y norte de Chile. Se observaron asesinatos con rasgos de encargo, extorsión y secuestros que preocuparon a la ciudadanía y al gobierno. Pero pese a todo, seguimos manteniendo una de las tasas de homicidios más bajas de toda América Latina. Si bien no es muy difícil ostentar ese lugar cuando nos ubicamos en el continente más peligroso del mundo, la cultura de las pandillas del crimen organizado transnacional no se podrá mantener alejada por mucho más tiempo. 

En Chile, a 10 años de iniciado el siglo XXI el panorama de seguridad era muy distinto, la violencia no había llegado a las ciudades y se pensaba que tampoco lo iba a hacer. No se hablaba de violencia urbana sino de victimización, los delitos contra la propiedad eran la norma y la tendencia de homicidios era a la baja. Hoy el panorama es muy distinto. Se observan en el país delitos importados y los medios de comunicación informan de cada vez más asesinatos. Qué pasa a nuestro alrededor y cómo hemos evolucionado son asuntos que vale la pena revisar.

EL PANORAMA DE VIOLENCIA EN AMÉRICA LATINA 2021

Hoy la violencia en América Latina tiene un fuerte componente urbano. Pandillas del crimen organizado luchando por control de territorios y apoderándose de ciudades de acopio y distribución de drogas son la principal causa de ella. Estas organizaciones han construido órdenes sociales basados en lealtades mal entendidas y corrupción que han cambiado la cara de muchas de las ciudades de la región. 

En ese contexto, el año 2021, la mayoría de los países mostraron aumentos en sus tasas de homicidios, enmarcado en un momento donde el narcotráfico y las otras actividades del crimen organizado encontraron nuevas oportunidades a medida que el mundo se abría después de los confinamientos. 

Ecuador fue el que evidenció el mayor aumento del indicador de violencia urbana. Casi duplicó los asesinatos del 2020. Colombia sufrió un aumento en las muertes que no se veía desde hace 7 años. En Venezuela las Fuerzas de Seguridad mataron 6 personas diarias.

México, es el mejor ejemplo de cómo el narcotráfico le ha ganado terreno al Estado. En 2021 hubo más de 90 muertes diarias y se vivieron las elecciones más violentas de la historia. 

Sobre nuestros vecinos existe poca información con respecto a cómo se comporta la violencia. No obstante, Perú es quien ha evidenciado una situación preocupante: en Lima se decretó estado de emergencia debido a la inseguridad ciudadana y la zona selvática del Vraem, productora de la mayor cantidad de coca, ha vivido matanzas en manos de Sendero Luminoso. En Argentina, la ciudad de Rosario ha mostrado una escalada de violencia que podría deberse al control que tienen las pandillas. Bolivia no tiene datos conocidos. 

Así, nuestro entorno muestra un contexto de seguridad muy deteriorado que repite patrones en los distintos países. En comparación a ellos, vivimos una situación privilegiada. Pero, ¿qué pasa cuando nos comparamos con nosotros mismos?

EVOLUCIÓN DE LA VIOLENCIA URBANA EN CHILE

Nuestro país cuenta con la tasa de homicidios más baja de la región, 3,6 asesinatos por cada 100.000 habitantes de acuerdo con el balance anual de Insight Crime. Estamos infinitamente mejor que los demás países latinoamericanos y no hay duda de que, en cuanto al número de muertes, el año 2021 fue menos violento que el 2020, pero no pareciera sentirse así. Los últimos años se ha observado un cambio en la naturaleza del delito, cuyo nivel de violencia ha aumentado de forma alarmante. A los portonazos le siguieron las encerronas en las autopistas, luego las disputas territoriales entre bandas de comercio ilegal en los centros urbanos, los narcofunerales como muestra de la organización de los grupos dedicados al tráfico de drogas y los enfrentamientos en medio de hospitales entre quienes buscan proteger al herido y quienes esperan rematar el trabajo.

Hemos transitado hacia un contexto de seguridad pública donde bandas organizadas asociadas a delitos transnacionales han traído al país otra manera de hacer las cosas. Los homicidios han aumentado un 43% en los últimos 5 años, evidenciando notoriamente la llegada del ajuste de cuentas como causa de las muertes.

Las pandillas y carteles que tanto daño causan en América Latina están cada vez más cerca. La venezolana Tren de Aragua ya está en Chile y los mexicanos Sinaloa y Jalisco Nueva Generación comenzaron, hace unos años, sus exploraciones para instalarse en el país. En las cárceles se han replicado las jerarquías para operar desde dentro e Iquique ha llamado la atención de quienes trafican armas. Además, el colapso migratorio en la frontera norte no ha ayudado a bajar la percepción de inseguridad. 

En ese sentido, el Fiscal Regional de Tarapacá, en su Cuenta Pública anual informó que al surgimiento de bandas criminales violentas se suma el tráfico de personas, de armas y delitos asociados al crimen organizado. En ese contexto, dijo que los homicidios aumentaron un 183% y el tráfico de migrantes un 501%.

El Estado ha propuesto leyes y planes operacionales para el combate contra el crimen organizado. Destacan la reciente promulgada ley que sanciona el comercio ilegal y los planes V contra encerronas y VI antidrogas que desarrolla Carabineros de Chiles desde el año pasado. Pero, éstos no serán del todo efectivos si no se insertan en un sistema de seguridad pública que genere sinergias entre detenciones, persecución del delito y reinserción. La investigación, información e inteligencia se suman a la necesidad de coordinación entre las agencias.

No obstante, es importante considerar que las realidades nacional, regional e incluso comunal no son las mismas. Cada zona de Chile debe lidiar con diferentes tipos de delincuencia y problemática, lo que sí es una constante para todos, es el cambio en la tendencia de los homicidios en el país durante los primeros 20 años del siglo XXI. La primera década mostraba un panorama menos complejo para los chilenos, mientras en otras latitudes de la región la violencia urbana aumentaba rápidamente. El número de homicidios se mostraba más o menos estable con una leve tendencia a la baja.  Sin embargo, el panorama empieza a cambiar en 2011 con un pequeño aumento con respecto al año anterior que comienza a ser más pronunciado en 2017 y alcanza el punto más alto en 2020, dibujando una clara tendencia al alza. 

Fig. 1: Homicidios total país comparativo período 2006-2010 y 2011-2020

Fuente: Centro de Estudios y Análisis del Delito, Ministerio del Interior

Adicionalmente, se observa un aumento preocupante en la relación entre delitos de drogas y violentos. Tanto las denuncias de delitos asociados entre narcóticos y homicidios, como entre estupefacientes, drogas y muertes han mostrado una tendencia al alza si se analiza la última década. 

Fig. 2: Denuncias por homicidios, drogas y armas 2010 – 2020

Fuente:Informe 2021 sobre Narcotráfico, Fiscalía Nacional

En América Latina, las causas principales de la violencia tienen que ver con el actuar de pandillas del crimen organizado que disputan territorios entre ellos y con el Estado. Por lo que, considerando el contexto en el que se ubica Chile, un aumento en los niveles de violencia y el cambio que se observa en la naturaleza del delito, podría ser un indicador de que las situaciones que se viven en otros países podrían estar permeando nuestras fronteras. 

Con todo, Chile se mantiene mejor posicionado que los demás países de la región. El problema surge cuando nos comparamos con nosotros mismos. Ahí vemos un cambio en la tendencia y cifras que preocupan. Sin duda los niveles de institucionalidad y transparencia ayudan. Pero, dado nuestra alta interconexión global, la instalación del crimen organizado es inevitable.  La llegada de nuevas metodologías delictuales y mayor violencia en los delitos es una prueba de ello. 

LA SITUACIÓN ACTUAL

Durante el primer mes del 2022 fuimos testigos como en ciertas zonas hubo mayor notoriedad de homicidios. Las regiones de Tarapacá, Valparaíso y Metropolitana fueron escenarios de violentos crímenes, donde existía un claro rasgo de encargo. Adicionalmente, hay que considerar que ellas viven una problemática de seguridad pública particular. En el norte, la región de Tarapacá sufre las consecuencias de una frontera muy porosa por donde la migración irregular ha comenzado a llegar en grandes números, mientras que los decomisos de droga en el mar no se detienen e Iquique ha recibido contrabando de armas. En Valparaíso, junto con los grandes decomisos de marihuana en uno de sus puertos en 2020, los centros urbanos de la región aún viven las consecuencias del estallido social. La Metropolitana por su parte –que concentra más del 40% de la población nacional– es un importante centro de consumo de drogas lo que ha permitido la llegada de bandas organizadas dedicadas a responder a esa demanda, mientras convive con el deterioro de sus ciudades como consecuencias del 18 de octubre. 

Al revisar las cifras del último año, se observa una baja general de los homicidios. Sin embargo, las regiones de Arica y Parinacota, Tarapacá y Ñuble evidencian un alza en los asesinatos. De ellas, la primera región es la que muestra el mayor aumento, con más del doble de las muertes que en 2020. 

Casi el 70% de los asesinatos se concentran en 4 regiones: Metropolitana, Valparaíso, Biobío y Tarapacá. De ellas, Santiago contribuye con casi la mitad. Sin embargo, es relevante seguir el comportamiento que está teniendo la primera región, pues la migración irregular y el tráfico de drogas generan condiciones para que se desarrolle el delito de homicidio. En contraposición Magallanes y la Antártica Chilena muestra una tendencia a la baja. 

Fig. 3: Evolución de homicidios región de Tarapacá y Magallanes 2005 – 2021

Fuente: Centro de Estudio y Análisis del Delito, Ministerio del Interior

De esta forma, los datos revelan una situación preocupante a nivel país en cuanto a la tendencia al alza que presenta el delito de homicidios a nivel nacional. De ellos, la alerta llega de la mano del aumento de muertes que tienen como causa el ajuste de cuentas. Se evidencia la llegada de nuevas metodologías delictuales para las que no estábamos preparados. 

Adicionalmente el contraste entre Tarapacá y Magallanes son reflejo de las diferentes realidades que se viven en Chile, destacando la necesidad de que la estrategia nacional tenga focos especializados en cada región. Necesitamos un sistema de seguridad pública que se haga cargo de la nueva realidad delictual, pero que tenga la flexibilidad suficiente para tener aproximaciones regionales que se integren al objetivo país. 

REFLEXIONES

El contexto de la violencia urbana en América Latina entrega información relevante para el desarrollo de proyecciones y estrategias de seguridad en Chile. Asimismo, evidencia la clara influencia de los fenómenos transnacionales y cómo éstos impactan en el Estado, por lo que confirma el hecho de que hoy a una estrategia de seguridad no le puede faltar el componente internacional y debe estar sostenida en una visión amplia del concepto de seguridad, el que incluye amenazas como el narcotráfico, crimen organizado y lavado de activos, entre otros. 

La situación nacional podría ser positiva si la comparamos con la regional. Sin embargo, el panorama cambia cuando se revisa la evolución nacional de la violencia. El Chile del 2010 era muy distinto al del 2020. En dos décadas la tendencia cambió y los delitos se tornaron más violentos. Esto, debe ser entendido como una alerta que obligue a las agencias a modernizar su planificación, a actuar coordinadamente y a tener una aproximación comprehensiva del fenómeno. Hay que entender que la naturaleza del delito está siendo impulsada por las conexiones que trae el proceso de globalización. 

Vivimos en un vecindario complejo, de norte a sur los estados sufren las consecuencias del crimen organizado. No podemos pensar que no llegará a nuestro país. Con la interconexión actual, es inevitable. Lo importante es adelantarse y diseñar las políticas de combate que nos permitirán mantenerlo controlado para así evitar replicar situaciones como la de México. En ese sentido, América Latina entrega importantes ejemplos al respecto. 

Pilar Lizana
Investigadora AthenaLab


Temas relevantes

suscripcion

No te pierdas ninguna actualización

Suscríbete a nuestro newsletter de forma gratuita para mantenerte informado de nuestros lanzamientos y actividades.

Suscribirse