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ARTÍCULO | ¿La otra guerra ya empezó?

17 de febrero de 2022
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ARTÍCULO | ¿La otra guerra ya empezó?

Difícil mantenerse al margen de lo que está ocurriendo en Europa del Este. Diariamente llegan noticias sobre los movimientos de tropas rusas y las consecuentes preparaciones de Ucrania para un eventual conflicto. Rusia, Ucrania, EE.UU. y la OTAN son los más afectados por esta escalada, mientras el mundo observa y espera las repercusiones económicas del asunto. Pero falta otro elemento en la ecuación del poder mundial: China. Esta potencia, más que un mero observador, podría ser la mayor beneficiada de toda esta crisis a la hora de evaluar la reconfiguración del balance de poder y su aspiración de recuperar el control de Taiwán. ¿Visión conspirativa? Puede ser.

RUSIA Y UCRANIA, CHINA Y TAIWÁN

Lo que está sucediendo en las fronteras de Ucrania, se puede calificar como un juego de suma cero, dónde lo que una parte gana, va en desmedro de la otra. Sin embargo, quien figura como un espectador, al menos en las apariencias, es China. No pareciera estar involucrada directamente en la crisis, ni tiene intereses relevantes en el conflicto. Pero hay otras formas de ver lo que está ocurriendo en Ucrania. La potencia oriental podría estar interesada y, aunque pueda sonar a exageración, estar involucrada como parte de una maniobra mucho mayor. 

Se debe partir por lo más evidente. China debe estar interesada en el conflicto, pues es una potencia que gana, sin arriesgar. Gana, porque a pesar de no involucrarse con medios humanos o materiales, podrá obtener lo que otros pierdan: espacio de poder y oportunidades. Del mismo modo, la crisis que se vive en Europa constituye un excelente laboratorio de pruebas en varios aspectos que el gigante asiático puede aprovechar, dadas algunas semejanzas a su situación respecto de Taiwán. Por un lado, el presidente ruso Vladimir Putin ha destacado reiteradamente los lazos históricos y étnicos entre Rusia y Ucrania, indicando que este último país ha sido parte de Rusia y una porción importante de sus habitantes son rusos o ruso-parlantes. Por su parte, el gobierno de la República Popular China (RPC) ha asegurado la resolución del régimen comunista sobre la reunificación con Taiwán, afirmando que es parte integrante de China. Este asunto es de la mayor relevancia para el partido gobernante y constituye un elemento identificado como de supervivencia del régimen comunista, dada la importancia que tiene para el pueblo chino. “Una China dos sistemas”, define que tanto el territorio como la población de Taiwán son chinos y deberán volver a la administración de la RPC.

Por otra parte, tanto Beijing como Moscú comparten el hecho de ser miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, por ende, tienen poder de veto ante cualquier resolución que pueda afectar sus intereses. Esto incluye la idea de uso de la fuerza autorizada por Naciones Unidas, lo que descarta una intervención bajo el amparo del derecho internacional. Asimismo, ambas potencias tienen aspiraciones globales, si bien China está en mejor situación que Rusia, ambas pretenden una mayor esfera de influencia, especialmente en los espacios cercanos a sus territorios.

Los dos países cuentan con regímenes autoritarios. China tiene un partido único, sin elecciones libres ni oposición política. Rusia, si bien presenta elecciones, la permanente anulación de la oposición desacredita los procesos eleccionarios. En ambos casos, las causas en análisis generan cierta cohesión interna –especialmente en el gigante asiático– y su uso comunicacional es explotado por los líderes para mejorar posiciones e imagen interna.

Tanto en la situación que vive Ucrania como un eventual evento en Taiwán, coinciden en que los Estados “víctima” no cuentan con una alianza militar formal con EE.UU. lo que relativiza su participación y nivel de involucramiento (no se puede comparar con lo que representa la OTAN o las alianzas con Japón o Corea del Sur), sin considerar que tanto Rusia como China son abiertos antagonistas de los norteamericanos.

En resumen, existen algunas condiciones que configuran un escenario en que las experiencias que se obtengan del conflicto en desarrollo en Europa del Este podrían ser observadas, analizadas y aplicadas por el gobierno chino, en su esfuerzo por recuperar el control de Taiwán. En este sentido, queda claro que hay diferencias de contexto, historia, sociedades y poder entre un caso y otro, pero como se vio, hay patrones comunes que permiten utilizar las experiencias.

QUÉ GANARÍA CHINA

Hay al menos, cinco elementos que China podría aprovechar a su favor. Primero, Ucrania les servirá para evaluar la reacción de los líderes y estructuras de seguridad de Occidente a cada uno de los “estímulos” que Putin ha presentado, no sólo ahora, si no que en un horizonte desde antes del 2014 (despliegue militar, uso de ciberespacio, diplomacia, etc). Adicionalmente, se podrá apreciar la reacción de la opinión pública de cada país occidental frente al comportamiento de sus líderes y cómo cada sociedad influye en sus directivos. Además, es factible evaluar los procedimientos aplicados para enfrentar los problemas y las características personales de quienes toman decisiones, así como, contabilizar los instrumentos utilizados por cada Estado de manera individual y las alianzas en general (diplomáticos – económicos – políticos – militares). Paralelamente, habiendo identificado las herramientas utilizadas, se pueden evaluar sus repercusiones y las medidas eventuales para neutralizarlas o minimizar sus efectos.

Segundo, la crisis en Ucrania ha trasladado la atención mundial a Europa, donde los Estados del viejo continente han demandado de sus miembros y de EE.UU., mayor compromiso. Lo anterior, podría traducirse, en un plazo mayor, en el desvío de otros medios para hacer frente a esta u otra crisis futura. Una situación así favorecerá a China, pues países occidentales se habían enfocado en el Indo-Pacífico desde hace algunos años. Considerando que los medios materiales son siempre limitados, tener fuerzas y esfuerzos comprometidos en Europa, colabora a cambiar el balance en Asia.

Tercero, China, directamente o a través de Rusia, podría probar distintas armas propias del ciberespacio, así como, diferentes opciones de operaciones de información para afectar la opinión pública de los países occidentales, especialmente de EE.UU. Ya han existido directas acusaciones tanto a Rusia como a China de entrometerse en asuntos internos de Estados Unidos a través de estas herramientas. Ahora, es posible testear ciberarmas directamente sobre un Estado que podría ser objeto de una intervención militar, en este caso, Ucrania, obteniendo importantes experiencias.

Cuarto, la crisis en Ucrania sirve para evaluar la fortaleza y debilidades de las alianzas en las que participa Washington, así como las reacciones al interior de la OTAN. Si bien existe la sensación que saldría fortalecida en su interior, no es un secreto que han existido cuestionamiento sobre la reacción de algunos de sus miembros. De la revisión de la información disponible, es fácil advertir que Reino Unido se ha involucrado políticamente y enviado armas a Ucrania. Francia, ha expuesto su compromiso por la seguridad de Kiev y su presidente se ha desplegado para mediar en el asunto. Alemania, si bien a reiterado su compromiso con la alianza, se ha restado de enviar armas y su canciller ha evitado referirse directamente sobre el futuro del gaseoducto Nord Stream 2.

Quinto, todo lo anterior, serviría para debilitar la posición de EE.UU. en cada región y, finalmente, en el mundo. Por un lado, la primera potencia mundial fue activa participante del Memorándum de Budapest, oportunidad en que Ucrania sacrificó el arsenal militar heredado de la URSS, a cambio de ciertas garantías de soberanía e independencia que hoy están gravemente amenazadas. Ya ocurrió en 2014 que Estados Unidos no pudo impedir la anexión de Crimea por parte de Rusia. Ahora, Biden ya anunció que no intervendría militarmente en caso de una invasión. En pocas palabras, el compromiso de Washington ante situaciones como esta o como podría ser Taiwán, es limitada. Como se mencionó en un inicio, para alcanzar algún acuerdo, todos deberán ceder algo.

REFLEXIONES

China es la que gana. Ya sea Rusia, EE.UU., Europa y para que decir Ucrania, deberán otorgar a su contraparte algo, que les permita avanzar en una solución pacífica o, en último caso, asumir los costos de un enfrentamiento militar. Al final, es muy improbable que alguno de los intervinientes salga con todas sus demandas satisfechas, lo que se traducirá en una pérdida de poder relativo. En esta parte, China observa como se desarrollan las negociaciones sin tener objetivos ni intereses directos comprometidos en el juego. Se sabe que el sistema internacional, a la hora de distribuir el poder, cuando un adversario pierde, es ganancia para el contrincante.

Esta crisis puede representar un excelente “campo de pruebas” para el régimen de Xi Jinping. Existen varias situaciones de lo que está pasando en Ucrania, que podrían trasladarse –con las diferencias obvias– a Taiwán, pensando en la intención China de la reunificación con la isla.

Si bien todo lo que ocurre en las fronteras de Ucrania y las negociaciones en curso se pueden considerar como una oportunidad para China, existe la posibilidad de que –a modo de hipótesis– los acontecimientos que se desarrollan en Europa sean parte de una maniobra mayor impulsada por China y Rusia, con la finalidad de generar inestabilidad internacional, obtener experiencias reales, evaluar alternativas, debilitar alianzas occidentales, afectar el poder de EE.UU. y, finalmente, generar mejores condiciones para continuar en su objetivo de recuperar efectivamente Taiwán (China), fortalecer la cohesión interna y aumentar su poder en la esfera internacional.

Si bien no se cuenta con mayor información para afirmar este planteamiento, se debe reconocer que el presidente chino Xi Jinping ha planteado la reunificación como objetivo de Estado, sin descartar el uso de la fuerza. En los últimos dos años, las incursiones de aeronaves militares de la RPC en la “zona de defensa aérea” de Taiwán se han multiplicado, llegando a registrarse hasta 54 eventos diarios en octubre de 2021.

Taiwán es relevante no sólo por ser un potencial escenario de conflicto entre las grandes potencias, si no que, además, representa el mayor productor de chips para computadores y, para el caso de Chile, se ubica en un área estratégica para el comercio nacional que circula por el pacífico.

Robert Leonhard en su libro “Fighting by Minutes” propuso que, desde el punto de vista del tiempo, la guerra y las operaciones tienen cuatro características: duración, secuencia, oportunidad y frecuencia. Sobre esta última, indica que al igual que lo que sucede con el sonido, muchas veces las acciones del adversario son a una muy alta o muy baja frecuencia, lo que nos impide percibirlas o asimilarlas. No nos damos cuenta que están ahí. Quizás, en la mente de los líderes rusos la guerra por Ucrania ya empezó y no nos hemos percatado, mientras somos testigos de las primeras acciones de configuración, para medir fuerzas y ajustar los planes. Quizás, la recuperación de Taiwán, también. A veces, la realidad supera la ficción.

Marcelo Masalleras
Investigador AthenaLab
17.02.2022

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