De todos los grandes encuentros internacionales que se han realizado este 2022, probablemente la cumbre del Foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico (APEC) el 18 y 19 de noviembre será uno de los más importantes. Después de años de pandemia y disrupciones comerciales derivadas de la misma, los gobernantes de la región más dinámica del mundo se volverán a ver las caras en un momento bastante complejo.
Hasta Tailandia, debieran llegaran el líder chino Xi Jinping, investido de un poder total recientemente; el presidente ruso Vladimir Putin, artífice de una impopular guerra, se ausentará para evitar incomodidades (en reemplazo irá el viceprimer ministro Andrey Belousov); y la vicepresidenta Kamala Harris representará a un Estados Unidos que busca rebajar la tensión en la zona y al mismo tiempo reforzar alianzas.
Las tres potencias llevan prácticamente un año de enfrentamientos verbales y de arrojarse sanciones por asuntos como la invasión a Ucrania o el bloqueo aeronaval a Taiwán (que también está en la APEC), por lo cual será difícil que vuelva a reeditarse el clima de optimismo que imperaba en este foro, donde los gobernantes se fotografiaban sonriendo con coloridas prendas típicas del país anfitrión. Desde camisas batik hasta chamantos de Doñihue.
Hasta cierto punto, la APEC puede parecer un anacronismo, un resabio de una época donde se creía que el comercio y las inversiones serían un argumento suficiente para superar la geopolítica o posiciones ideológicas entre rivales. A la larga, no fue así. Mientras las potencias liberales apostaban por la conectividad y superación de las fronteras, las potencias autoritarias o conservadoras seguían interesadas en conquistar territorios y controlar zonas de influencia.
Hong Kong, por ejemplo, sigue figurando como una economía individual, aunque en la práctica su conducción política requiere del visto bueno de Beijing. Las disputas soberanas en los mares de Asia están a la orden del día, lo que explica el aumento generalizado del gasto militar en la zona. Países como Australia, Canadá, Estados Unidos, Japón y Nueva Zelanda, incluso adoptaron como marco de referencia estratégico el “Indo-Pacífico”, que es una superación del Asia-Pacífico, de corte netamente comercial.
De ahí la importancia de esta cumbre para entender cómo se conjugarán las dinámicas de cooperación y competencia, que hasta ahora lograban convivir. El presidente Gabriel Boric tendrá una oportunidad única para dimensionar in situ la significación de una zona donde Chile fue pionero en vincularse y gracias a lo cual construyó una reputación exitosa, la misma que hoy se desvanece por la tozudez de dilatar el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP) vía side-letters y por el giro marcadamente latinoamericanista de la política exterior, que entre sus malas ideas parece que podría acarrear la creación de un cartel del litio.
A pesar de todas las turbulencias que atraviesa la APEC, es imposible no reconocer que la apertura de sus economías logró traer una prosperidad inédita a los países miembros, potenciando su crecimiento y creando nuevos sectores exportadores. Hoy ese foro ofrece tanto una vitrina privilegiada para un país como Chile, que necesita inversiones en un contexto recesivo y diversificar su comercio ante nuevas dependencias, como también un inédito espacio para entender que la política internacional se trata de la promoción de los intereses nacionales en el contexto más desafiante en décadas. Y no fue fácil llegar hasta ahí.
Juan Pablo Toro, director ejecutivo AthenaLab
15 de noviembre de 2022
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