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ANÁLISIS | Crisis México-Ecuador: La degradación de la diplomacia

8 de Abril de 2024
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ANÁLISIS | Crisis México-Ecuador: La degradación de la diplomacia

El asilo diplomático, con permanencia prolongada en algunos casos en embajadas que a veces deriva en salida por vía de salvoconducto, no constituye una situación rara, sobre todo en nuestra región latinoamericana. Lo que sí es poco frecuente es la irrupción por la fuerza en una embajada, situación que vulnera una regla básica de las relaciones internacionales: las embajadas, sin constituir territorio extranjero, son inviolables en razón de la función que cumplen.

La actual crisis comenzó en diciembre 2023, cuando Jorge Glas, exvicepresidente de la administración de Rafael Correa, condenado por dos casos de corrupción por pago de sobornos y enfrentando ahora un tercer caso, solicitó asilo a México. Este país ofrece precedentes recientes de asilo a notables acusados de corrupción: en 2019, se lo brindó a Evo Morales, expresidente de Bolivia; y en 2022, a la familia de Pedro Castillo, expresidente de Perú. Glas, arguyendo ser un perseguido político cuya vida peligra, se trasladó a vivir a la embajada mexicana en Quito.

Para Ecuador, sin embargo, Glas no es un perseguido político sino un convicto y un delincuente responsable por múltiples delitos comunes, que por lo tanto no puede ser beneficiario de asilo. Por esto, hace un mes, Ecuador solicitó permiso a México para ingresar a la embajada en Quito a detener a Glas. Ecuador quería impedir que se repitiera el caso del expresidente Rafael Correa. Correa debía cumplir condena por cohecho en 2020, pero Bélgica le proporcionó estatus de refugiado una semana antes de que la Corte de Justicia ecuatoriana anunciara una orden de extradición. Tanto Correa como Glas alegan ser víctimas de lawfare, procesos judiciales con motivación política. 

Otro caso relevante es el de la exministra correísta Ángeles Duarte, que obtuvo asilo de Argentina. Duarte fue condenada a 8 años de prisión por corrupción en el caso “Sobornos 2012-2016” en el que empresas hacían aportes económicos irregulares al partido liderado por Correa. Como Ecuador se negó legítimamente a proporcionarle salvoconducto para salir del país, Duarte vivió por dos años junto a su hijo menor en la residencia del embajador argentino, hasta su fuga en marzo 2023. Ecuador entonces declaró persona non grata al embajador argentino, le pidió dejar el país, y llamó a consultas a su propio representante en Argentina.

Volviendo a Glas, el caso tiene un rápido giro el pasado viernes 5 de abril. El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador deslizó un cuestionamiento a la legitimidad de la elección que ganó el mandatario ecuatoriano Daniel Noboa, y Ecuador respondió ordenando el retorno de su embajadora en Quito. Horas más tarde, México concede asilo al exvicepresidente ecuatoriano Glas; algo que Ecuador considera intervención en asuntos internos y un abuso de la inmunidad diplomática. Argumentando riesgo de fuga, la policía de Quito, fuertemente armada y con pasamontañas, irrumpe en la embajada mexicana para aprehender a Glas y llevárselo a una cárcel de máxima seguridad en Guayaquil. México entonces suspende relaciones bilaterales y ordena a sus diplomáticos dejar Ecuador.

Entre las ramificaciones inmediatas de la crisis están las siguientes:

México interpondrá una demanda contra Ecuador ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya, instancia que tomará varios años para arribar a una resolución.

A nivel multilateral, la situación será discutida en dos reuniones de emergencia en la Organización de Estados Americanos y, probablemente, también en reunión extraordinaria de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

Una veintena de terceros actores reaccionaron transversalmente con expresiones variadas de preocupación o condena, destacando Nicaragua(rompió relaciones con Ecuador), Colombia (que buscará “protección de los derechos humanos” del ex vicepresidente Glass ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos), y Uruguay, que emitió una respuesta matizada condenando la acción, pero sugiriendo que México no siguió las reglas de asilo.

El impasse Ecuador-Colombia da mucho para lamentar. La vulneración de la inmunidad propia de toda embajada no debió ocurrir. El quiebre bilateral es una mala noticia, pero es una situación cuyos efectos en la práctica pueden mitigarse. El largo y oneroso proceso ante La Haya, por otra parte, no excluye que las partes conversen e incluso más adelante puedan, si quieren, retirar el caso.

El daño más importante será reputacional para Ecuador. Pero no sólo para la administración Noboa, que perderá parte importante de la buena voluntad que había galvanizado en su lucha denodada contra el crimen y la corrupción. También la oposición merece crítica; el liderazgo de Rafael Correa, quien operando desde su residencia en Bélgica, ha actuado para tergiversar groseramente las cosas, al punto de calificar lo sucedido la Embajada de México en Quito como “técnicamente un secuestro en territorio extranjero” y un “casu belli” [sic], es decir, un motivo de guerra. No es lo uno ni lo otro.

Lo realmente preocupante es que entre líderes políticos de la región (Gustavo Petro, Javier Milei, López Obrador, Nicolás Maduro, Daniel Ortega, Nayib Bukele, Dina Boluarte, Lula da Silva y antes Jair Bolsonaro), los excesos conductuales superan las meras agresiones verbales, y se están acumulando. Esto no es inocuo: las relaciones diplomáticas se están degradando: varias han bajado al nivel de encargados de negocios y se suspenden tratativas comerciales o instancias de cooperación respecto a migración u otros temas clave.

En el caso de Venezuela, el abuso cometido contra su vecino Guyana llegó a un punto grave hace tres meses, cuando Venezuela anexó administrativamente 2/3 de Guyana, ante el silencio mayoritario de los países de la región que no quisieron involucrarse mayormente para contradecir a Maduro y arriesgar un impasse propio. Para una región a la que le cuesta la integración, y también la cooperación necesaria para luchar juntos contra numerosos desafíos comunes, la creciente agresión entre líderes, y el potencial para que ésta derive en agresión entre países, es una muy mala noticia.

Paz Zárate
Investigadora senior AthenaLab

8 de abril de 2024

Foto: France Presse 

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