
Los políticos en general deben entender que para unas cosas existen las policías y para otras las Fuerzas Armadas, y también deben entender que usar a las instituciones de la Defensa como espantapájaros en la macrozona sur y en las fronteras con Perú y Bolivia no es ni eficiente ni efectivo.

Ya sabremos, dependiendo de la razón de la falla, si el problema se corrige con mayores inversiones, pero argumentar como la razón sistémica del apagón la falta de inversiones o el problema que existe con la entrega de permisos es un poco aventurado.

Ya tenemos suficiente con los problemas de seguridad pública, una economía que no crece lo que todos queremos y un Estado que está tan grande que no lo podemos financiar con los ingresos que generamos. ¿Para qué abrirnos un frente adicional en el exterior?

Baquedano en el Chile de los 1880 era el equivalente a un rockstar, ello a pesar de ser como persona todo lo contrario. Se le ofreció no sólo ser senador sino también presidente. Era esencialmente un militar que nunca dejó de serlo.

Si queremos que estén bajo la custodia del Ejército de Chile, necesariamente la Plaza Baquedano tendría que quedar asignada a la comandancia general de la Guarnición Militar de la Región Metropolitana, tal como sucede con el Altar de la Patria en donde descansan los restos de O’Higgins.

Este 12 de febrero se celebró un nuevo aniversario de la firma del acta de independencia de Chile, pero, en vez de recordarlo se ha discutido sobre la reubicación de un héroe de nuestra historia.

Están primeros porque son el eslabón más débil, la carne de cañón que realiza el trabajo sucio y si es que logran extender su vida más allá de los 25 años, aspiran a puestos de liderazgo en el entorno criminal.

Realizar ajustes es normal, pero efectuarlos a las instituciones que se dedican a la defensa y seguridad nacional no es algo recomendable, debido a que cumplen algunas de las labores y obligaciones principales del Estado.

Tenemos una crisis de seguridad que muy bien podría implicar duplicar el presupuesto de las policías y de todas aquellas reparticiones públicas que son parte de ese proceso, pero ello se vuelve imposible sin una profunda reingeniería del Estado.